viernes, 6 de diciembre de 2013

"El beso"



 


OPINIÓN.es
EL CAJÓN deSASTRE






"El primero de un millón de besos"



Elliott Erwitt.



Tal vez sea el beso parodia del acto ancestral de tomar alimento del pecho materno, y el infante dedo pulgar su consecuente sustituto residual del pezón, maná de vida que sigilosamente perdemos -no lo sé, dejo su estudio a psicólogos, terapeutas y aburridos introspectos de nuestros hábitos-. Puede que el beso que despertó a Blancanieves, o aquél otro que transformó en príncipe a un sapo ni tan sólo sea un cuento, sino continuidad de un hábito perdido en favor del inevitable crecimiento -cedo tal cuestión a las manos de antropólogos, pedagogos o astrólogos simplemente-.
Lo cierto es que con el tiempo vivimos rodeados de besos. Nuestros hábitos hacen que los demos y recibamos desde pequeños, aunque luego se vayan distanciado con el pasar. Así hay besos para los encuentros y los hay para las despedidas, según los lugares se ofrece uno solamente, dos o hasta tres o cuatro o cinco, o simplemente chocan las mejillas con otras mejillas y besos al viento. También damos besos junto a las "buenas noches", aunque es extraño observar que no incluimos los besos en los "buenos días".
No creo que esté bien hablar de la cultura de beso -la cultura es otra cosa- ni del arte del beso -quién sabe lo que es el arte-, pero si es cierto que cada geografía se distingue en sus maneras de sustituirlos o rememorarlos cuando carece o no practica su hábito: los esquimales frotan su nariz y son como tales, y el burka los oculta tras un velo, e incluso los orientales los escenifican con salutaciones de riñones -debiera acudir a la Wikipedia para ampliar el listado, pero lo cierto es que dudo encontrar nada más allá del beso virtual, así que no perdamos el tiempo-, y todas estas maneras son como el sibaritismo del folklore del beso.
Lo que sí puedo aseverar es que cualquier madre se comería a besos la carne de su carne, y así el beso filial se desparrama por todas las partes del cuerpo: cara, barriga, pies, culito, sexo... y no es pecado esto, es sólo amor sincero. Tan cierto como que todo vástago nace de otro beso. Tal vez de uno casto, de tornillo o con lengua, o simplemente precedido por una decimonónica misiva conteniendo un mechón, una lágrima y su respectivo beso; o surgió de la inspiración de un beso de película -censurado o no-; o del ansia de otra nueva vida que provocó el beso de fin de año al son de uvas, lentejas y artificiales fuegos.
Y como todo cabe bajo el cielo y sobre los senderos del Señor, no debemos desechar a esos otros besos que transitan etéreas regiones: los besos devotos esconden un no se qué de sumisión al misterio y a la vez buscan un retorno imposible a aquella virginidad perdida frente a la pecaminosa costumbre de una vida de placer. Así hay besos depositados sobre libros sagrados, anillos curiales o pilares de piedra milagrosa que, como el beso de Judas, ocultan otras sensaciones más inquietantes -también le ocurre a todos esos vencedores olímpicos cuando dan su ósculo a las medallas de oro, que creyendo adorar al éxito sin embargo son sólo sumisos al vil metal-.
Y aunque tal cantidad de besos debiera hacer de nuestra vidas algo más confortante, y a pesar del fracaso evidente que supone tal derroche de energías e intenciones, no por ello podemos negar que hay un único de ellos necesario e imposible de olvidar. Es el más importante, aquél que llegó pronto, tarde o nunca; ese para el que estamos predestinados, educados subliminalmente o simplemente recibimos descuidados; ese que fue, será o que incluso rememoraremos sin haber pasado por él. Es, el primero de ese millón de besos.


Robert Doisneau, 1912.


Alfred Eisenstaedt, 1945.



Auguste Rodin.

Gustave Klimt.



Erich Honecker y Leónidas Breznev en el "30 Aniversario de la República Democrática de Alemania".

Fotografía del "Muro de Berlín" bajada del blog Little Saltamontes.

Mural sobre edificio con impactos de bala de Tammam Azzam en Sweida, Siria.

Escultura "Unconditional surrender" de J. Seward Johnson.

Imagen bajada de la pág. ANUNDIS, publicada por Martina.

Portada del LP de "Fairground Attraction".




Texto de enriqueponce.
Título extraído del disco de Fairground Attraction.
Imágenes de Elliott Erwitt, Robert Doisneau y Alfred Eisenstaedt; 
y obras de Gustave Klimt y Auguste Rodin.






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