viernes, 25 de mayo de 2018

"Frank Machalowski"






BLOg DE NOTAS




Frank Machalowski
Berlín, Alemania.




Auto-retrato.






"Comenzar a pensar es comenzar a estar minado."










          Pensar no es unificar, familiarizarnos con la apariencia bajo el rostro de un gran principio. Pensar es aprender de nuevo a ver, dirigir la propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado. Dicho de otro modo, la fenomenología se niega a explicar el mundo, quiere solamente ser una descripción de lo vivido. Coincide con el pensamiento absurdo en su afirmación inicial de que no hay verdad, sino solamente verdades. Desde el viento vespertino hasta la mano que se apoya en mi hombro, cada cosa tiene su verdad. Es la conciencia la que la aclara por la atención que le presta. La conciencia no forma el objeto de su conocimiento, se limita a fijar, es el acto de atención y, por recoger una imagen bergsoniana, se parece al aparato de proyección que congela de repente una imagen. La diferencia es que no hay guión, sino una ilustración sucesiva e inconsecuente. En esta linterna mágica todas las imágenes son privilegiadas. La conciencia deja en suspenso en la experiencia los objetos de su atención. Los aísla con su milagro. A partir de entonces están al margen de todos los juicios. Es esta <<intención>> la que caracteriza a la conciencia. Pero la palabra no implica ninguna idea de finalidad; está tomada en su sentido de <<dirección>>, tiene sólo un valor topográfico.





















www.machalowski.de





Fotografías de Frank Machalowski.
Cita y texto, extraídos de "El mito de Sisifo", de Albert Camus.




martes, 15 de mayo de 2018

"Veedor de sombras"






UN bAZAR DE OBRAS







"Veedor de sombras"













Título "¿Y tú quién eres, veedor de sombras?" de Dylan Thomas.




Fotografías de enriqueponce dosmil18.



sábado, 5 de mayo de 2018

"Archipiélago Gulag"






EL CAJÓN deSASTRE






Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn
Kislovodsk, Rusia. 1918-2008




Fotografía bajada de la red.










"Archipiélago GULAG"




























          En el año de mil novecientos cuarenta y nueve, unos amigos y yo dimos con una nota curiosa en la revista Priroda de la Academia de Ciencias. Decía en letra menuda que durante unas excavaciones en el río Kolymá se había descubierto, no se sabe cómo, una capa de hielo subterránea. Esa capa había conservado congelados desde hacía decena de miles de años especímenes de la misma fauna cuyos restos se habían encontrado en la excavación.

          Fueran peces o tritones, lo cierto es que se conservaban tan frescos -atestiguaba el reportero científico- que, tras desprenderles el hielo, los integrantes de la expedición se los habían comido ahí mismo con sumo placer.
          Podría parecer que la revista pretendía impresionar a sus pocos lectores con la alta capacidad del hielo para conservar el pescado. No obstante, pocos supieron captar el otro sentido, más verdadero y épico, que tenía la imprudente nota.
          En cambio, mis amigos y yo lo comprendimos enseguida. Pudimos imaginarnos nítidamente la escena hasta en el menor detalle: los integrantes de la expedición quebrando el hielo ávidos y presurosos, y cómo, pasando por alto los excelsos intereses de los ictiólogos, luchaban a codazos por hacerse con un trozo de pescado milenario, derretirlo al fuego y saciar su hambre.
          Lo comprendimos porque nosotros mismos fuimos en su día integrantes forzosos de este tipo de expediciones, habíamos pertenecido a la poderosa y singular estirpe de los zeks, * la única del mundo capaz de comerse un tritón con sumo placer.
          Kolymá era la mayor y más conocida isla, el polo de la crueldad del GULAG, un sorprendente país de geografía dispersa como la de un archipiélago y, al mismo tiempo, con una presencia en las mentes tan compacta como la de un continente, un país casi invisible, casi impalpable, poblado por la estirpe de los zeks.
          Un archipiélago de cotos cerrados, incrustado como una tabla polícroma dentro de otro país, impregnando sus ciudades, flotando sobre sus calles. A pesar de ello, quienes no formaban parte de él no podían advertir su presencia. Y si bien eran bastantes los que tenían de él aunque fuera una vaga referencia, sólo lo conocían bien quienes lo habían visitado.
          No obstante, cual si hubieran perdido el habla en las islas del Archipiélago, éstos guardaban silencio.
          Gracias a un inesperado giro de nuestra historia, afloró a la luz una parte de este Archipiélago, una porción insignificantemente pequeña. Los mismos puños que nos habían puesto los grilletes ahora buscaban la reconciliación abriendo las palmas: <<¡No conviene recordar! ¡No hay que revolver el pasado! ¡A quien recuerde lo pasado que le arranquen un ojo!>>. Pero el proverbio termina diciendo: <<¡Y al que olvide que le arranquen los dos!>>.
          Pasan las décadas, y las llagas y las cicatrices del pasado van borrándose irreparablemente. En este tiempo, el resto de islas se quebró y se dispersó, quedaron cubiertas por las olas del gélido mar del olvido. Y llegará el día, en el próximo siglo, en que este Archipiélago, su aire, y los huesos de sus habitantes, congelados en un témpano de hielo, aparecerán como un inverosímil tritón.
          No osaré escribir una historia del Archipiélago: no me ha sido dado leer la documentación pertinente. ¿Tendrá alguien acceso a ella algún día? Los que no desean recordar han tenido tiempo suficiente (y el que tendrán todavía) para destruir todos los documentos hasta no dejar rastro.
          Lejos de tomar los once años que pasé allí como una deshonra o una pesadilla maldita, casi llegué a sentir afecto por aquel mundo monstruoso y, convertido ahora por feliz circunstancia en depositario de relatos y cartas tardíos, tal vez logre exhumar algunos de aquellos huesos y de aquella carne. Una carne, por cierto, viva aún, y un tritón que todavía sigue con vida.



* Zek: en argot penitenciario, recluso (a partir de la abreviación z/k, zakliuchonnyi).

























Fotografías bajadas de la red.
Título y texto, extraídos de "Archipiélago Gulag", de Aleksandr Solzhenitsyn.