sábado, 25 de agosto de 2018

"Jean Dubuffet"






ARTEsana



Jean Dubuffet
Le Havre, Francia. 1901-1985




Fotografía bajada de la red.





















DOCTOR STOCKMANN.
— Lo haré. Precisamente es este el gran descubrimiento que hice ayer. El enemigo más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad es el sufragio universal. El mal está en la maldita mayoría liberal del sufragio, en esa masa amorfa. He dicho.
(Gran alboroto. La multitud patea y silba. Algunos ancianos parecen aprobar de un modo furtivo. La SEÑORA STOCKMANN se levanta con ansiedad. EJLIF y MORTEN se dirigen en actitud amenazadora a los escolares alborotadores. ASLAKSEN agita la campanilla y reclama silencio. HOVSTAD y BILLING gritan a la par, sin que se les pueda entender. Pasado un largo rato de escándalo, se restablece la calma.)
ASLAKSEN.
— La presidencia exige que el orador retire lo que ha dicho, porque, de fijo, ha ido más allá de lo que quería.
DOCTOR STOCKMANN.
— Me niego terminantemente, señor Aslaksen. ¿Acaso no es la mayoría de esta sociedad la que me roba mi derecho y pretende arrebatarme la libertad de decir la verdad?
HOVSTAD.

— La mayoría siempre tiene razón.

BILLING.

— Sí. La mayoría siempre tiene razón..

DOCTOR STOCKMANN.
— No; la mayoría no tiene razón nunca. Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre debe protestar contra ella. ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Y creo que eso no es motivo suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás. (Escándalo, gritos.) ¡Ahogad mis palabras con vuestro vocerío! No sabéis contestarme de otra manera. Oíd: la mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón. Tenemos la razón yo y algunas otros. La minoría siempre tiene razón. (Tumulto.)
HOVSTAD,
— ¿Desde cuándo se ha convertido usted en un aristócrata, señor doctor?
DOCTOR STOCKMANN.
— Os juro que no otorgaré ni una palabra de limosna a los desgraciados de pecho comprimido y respiración vacilante, quienes no tienen nada que ver con el movimiento de la vida. Para ellos no son posibles la acción ni el progreso. Me refiero a la aristocracia intelectual que se apodera de todas las verdades nacientes. Los hombres de esa aristocracia están siempre en primera línea, lejos de la mayoría, y luchan por las nuevas verdades, demasiado nuevas para que la mayoría las comprenda y las admita. Pienso dedicar todas mis fuerzas y toda mi inteligencia a luchar contra esa mentira de que la voz del pueblo es la voz de la razón. ¿Qué valor ofrecen las verdades proclamadas por la masa? Son viejas y caducas. Y cuando una verdad es vieja, se puede decir que es una mentira, porque acabará convirtiéndose en mentira. (Se oyen risas, burlas, murmullos y exclamaciones de sorpresa.) No me importa lo más mínimo que me creáis o no. En general, las verdades no tienen una vida tan larga como Matusalén. Cuando una verdad es aceptada por todos, sólo le quedan de vida unos quince o veinte años a lo sumo, y esas verdades, que se han convertido así en viejas y caducas, son las que impone la mayoría de la sociedad como buenas, como sanas. ¿De qué sirve asimilar tamaña podredumbre? Soy médico, y les aseguro que es un alimento desastroso, créanme, tan malo como los arenques salados y el jamón rancio. Esa es la razón por la cual las enfermedades morales acaban con el pueblo. 
ASLAKSEN.
— Estimo que el orador se aleja mucho del tema del programa.
EL ALCALDE.

— Conforme. Lo mismo estimo yo.

DOCTOR STOCKMANN.
— Y yo estimo, Pedro, que eres un loco de atar. Voy justamente al meollo del asunto, puesto que estoy hablando de la repugnante mayoría que envenena las fuentes de nuestra vida intelectual y el terreno sobre el cual nos movemos.
HOVSTAD.
— La mayoría del pueblo tiene buen cuidado de no aceptar una verdad más que cuando es evidente.
DOCTOR STOCKMANN.
— ¡Por Dios, señor Hovstad, no me hable usted ahora de verdades evidentes, reconocidas por todos! Las verdades que acepta la mayoría no son otras que las que defendían los pensadores de vanguardia en tiempos de nuestros tatarabuelos. Ya no las queremos. No nos sirven. La única verdad evidente es que un cuerpo social no puede desarrollarse con regularidad si no se alimenta más que de verdades disecadas.
HOVSTAD.
— Bueno, doctor; concrete usted. ¿De qué verdades disecadas se alimenta nuestro cuerpo social?
(Suenan murmullos aprobatorios.)
DOCTOR STOCKMANN.
— Podría nombrar muchas, si quisiera. Bastará que diga una, de la cual viven el señor Hovstad, La Voz del Pueblo y todos sus lectores.
HOVSTAD.

— Diga. ¿Cuál es?

DOCTOR STOCKMANN.
— La creencia heredada de sus antepasados, y que usted defiende impensadamente sin descanso: me refiero a la creencia según la cual la plebe, la mayoría, constituye la esencia del pueblo; a su juicio, el hombre del pueblo, el que encarna la ignorancia y todas las enfermedades sociales, debe tener el mismo derecho a condenar y a aprobar, a dirigir y a gobernar, que los seres elegidos que forman la aristocracia intelectual.
BILLING.
— ¿Qué está usted diciendo?
HOVSTAD. (Al mismo tiempo, gritando.) — ¿Habéis oído, ciudadanos?
VOCES IRACUNDAS DEL PUEBLO.
— ¡Nosotros somos el pueblo! ¿Es que quieres que gobiernen solamente los nobles?
UN OBRERO.
— ¡Echémosle a la calle! ¡No toleramos que nos trate así!
VOCES.

— ¡A la calle! ¡Afuera! ¡A la calle!

UNO.

— Toca tu bocina, Evensen.

(Se oyen gritos, pitidos, y un escándalo tremendo.)
DOCTOR STOCKMANN. (Cuando se calma el tumulto.)
— ¿Es que no podéis oír por una sola vez en vuestra vida una verdad sin encolerizaros? Realmente, no esperaba convenceros a todos en el primer momento; pero creía que, por lo menos, estaría de acuerdo conmigo el señor Hovstad, que es librepensador...

















Obra de Jean Dubuffet.
Texto, extraído de "Un enemigo del pueblo", de Henrik Ibsen.




miércoles, 15 de agosto de 2018

"No es noche de paz"






EL CAJÓN deSASTRE






The middel


     Familia Heck, de clase media-baja residente en Indiana (USA)
     Capítulo 10 de la temporada 7ª
     Director: Eileen Heisler
     



Madre: Frankie Heck (Patricia Heaton)
Padre: Mike Heck (Neil Flynn)
Hijo primogénito: Axl Heck (Charlie McDermott)
Hija: Sue Heck (Eden Sher)
Hijo menor: Brick Heck (Atticus Shaffer)




“No es noche de paz”





En el comedor, cenando antes de la misa de Navidad.

Sue: Escuchad, antes de ir a la iglesia quiero que nos hagamos una foto en el cuarto de los papás con gorros de Navidad.
Axl: Yo paso de hacerlo.
Sue: Tienes que hacerlo, quiero colgarla para que la vea todo el mundo al despertar la mañana de Navidad. Será muy simbólico.
Mike: ¿Qué necesidad hay de que nos vea todo el mundo al despertar?
Sue: Papá, si no lo entiendes no pienso explicártelo.
Mike: Ni lo entiendo ni me interesa la explicación.
Brick: Si es una foto de Navidad simbólica supongo que no querréis que salga.
Frankie: No saliste en aquella postal porque eras un bebé. Lo siento, ¡supéralo!






En el salón, frente al televisor, esperando la retransmisión de la misa (después de anular la salida a la iglesia).

Frankie: Oh, no no no, no os sentéis que ya llega el pastor. Ya llega, ya llega.
Axl: ¡Pero si no nos ve nadie!
Frankie: Dios nos está viendo. Si lo hacemos tenemos que hacerlo bien, con la misma solemnidad que mostramos en la iglesia.
Voz en tv: Pueden sentarse.
Frankie: Olvídate del mando Mike, no vamos a cambiar de canal.
Mike: ¡Bueno, por si acaso!
Brick: ¿Por qué susurramos?…susurramos…
Frankie: Estamos en misa.
Sue: ¿Podemos hacernos la foto cuando hagan anuncios?
Frankie: Shissss…
Axl: No voy a hacerme esa foto.
Sue:  Tú sí, ¿cuento contigo para la foto?
Brick: Me lo estoy pensando.
Sue: Te llevaré a la biblioteca tres veceees…
Brick: Setenta.
Sue: ¿Setenta? ¿Cómo has pasado de tres a setenta?
Brick: Setenta.
Sue: Vale, cuatro.
Brick: Setenta y uno.
Sue: ¡Vamos!
Brick: Setenta y dos… setenta y tres…
Sue: Bien bien bien, sesenta y ocho es mi última oferta.
Brick: Hecho.
Sue: Jejeje vale, he convencido a Brick. Mamá tú sí ¿no?
Frankie: Sí…
Sue: ¿Papá…?
Mike: Lo haré si puedo quedarme aquí sentado.
Sue: ¿Queeeé, quieres que salgamos sentados en un sofá con gorros de Navidad? ¡No tiene sentido!
Frankie: ¿Quieres decirle que sí para que se calle de una vez?
Axl: No se callaría ni aunque la asfixiara con una almohada.
Sue: ¡Vamos Axl, toda la familia va a hacerlo! ¡Si no sales en la foto todos creerán que te has muerto!
Axl: Vale.
Sue: ¡Ah, anuncios! ¡Venga chicos, hagámoslo! …Te haré la colaaada…
Axl: No me etiquetes. Sólo Facebook, no Instagram, tengo que autorizarla. Y en cuanto a la colada, no te olvides de utilizar suavizaste cuando te pongas con lo mío.
Sue: Muy bien.

En el dormitorio de Frankie y Mike.

Sue: A ver, papá va al lado de mamá, y después Axl, y después Brick.
Frankie: Los anuncios no duran tanto.
Sue: Vale, nos ponemos de mayor a menor pero yo voy en medio. Vale, ¡muy bien, ya casi estamos!
(Sue le ofrece un gorro de Navidad a Frankie)
Sue: Ahhh, Papá… y éste es super super especial, ¿estás nervioso?
Mike: Nooo, no quiero ponerme gorro.
Sue: Vale, pero… y si te dijera que el tuyo pone… ¡papito!
Mike: ¡Ahora sí que no pienso ponerme gorro!
Sue: Oh oh, nos falta Doris.
Frankie: ¡No, nada de Doris!, si se sienta en algo blandito se mea. Como yo dentro de poco…
Sue: Valeeee… vale.
Mike: Es para hoy.
Sue: ¡Sonreid familia!… Eh, lo sé, voy a inmortalizar nuestras felices Heck-idades. Vale, ¡sonreíd…!

Con el autodisparador Sue hace la foto de familia: ¡CLICK!


Voz en off de Frankie: Puede que pareciésemos felices, pero la noche no acaba ahí.


Frankie, Mike y Axl de nuevo en el salón, frente al televisor, mientras Sue en habitación contigua copia las fotografías en el ordenador.

Frankie (grita): Sue, Brick… la misa no ha acabado.
Sue (desde la habitación): Ya casi estoy, la oigo desde aquí. (canta) ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz para los hombres!
Axl: Vale. Como ellos no están aquí, yo me voy al baño. Le he pegado un trago al zumo de misa y me estoy meando.
Frankie: ¿Qué estáis haciendo? Sue, te vas a perder el que la paz sea con vosotros. (Mike cambia la emisión al fútbol) ¡Mike…!
Mike: Dios no hubiese creado el mando a distancia si no hubiese querido que lo usara.
(…)
(Brick ya en escena también)
(…)
Sue: Oh no… Brick, ¿puedes venir?
(…)
Brick: Axl, ¿puedes venir un momento?
(…)

Frankie acude a la habitación del ordenador, donde se encuentran Axl, Sue y Brick.

Frankie: ¿Qué está pasando aquí?
Brick: Sue tiene que decirte algo, pero recuerda que seguimos en misa.
Sue: Vale, vale. Resulta que estaba pasando al ordenador las fotos que he hecho estoy noche y… y, ha pasado algo y… y, no están.
Frankie: Bueno. Lo siento Sue, pero no vamos a repetirlas. Venid al salón que vuestro padre no suelta el mando.
Sue: No… es que no hay ninguna foto… se han borrado todas.
Frankie: Oh, ¡qué horror! ¿Cuántas fotos tenías en la cámara?
Sue: No son sólo esas… son toooodas las fotos que había en el ordenador desde hace años. ¡No están!
Frankie: ¡Queeeé! ¡No, tiene que estar ahí!… ¿Dónde están… dónde están?
Brick: Mamá, no aporrees el teclado, ya lo hemos intentado.
Frankie: Vale… tranquilos. El ordenador es viejo, sólo hay que desenchufarlo cinco segundos y volverlo a enchufar.
Todos: Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Frankie: Espérate… un segundo más por si acaso… Ya.
Sue: No he hecho nada raro, lo juro. Sólo conecté la cámara con el cable como siempre. Quería ponerle un gorro a papá con photoshop, como estaba planeado.
Frankie: No pasa nada Sue, esto va a funcionar.


Voz en off de Frankie: No funcionó.

Todos: Uno, dos, tres, cuatro… veintiocho, veintinueve, treinta
(Reinician el ordenador)
Frankie: no no noo noooo noooooo. ¡Mike!… no están, no están. ¡No hay ninguna foto de los siete últimos años!
Mike: ¿Qué estas diciendo, no hay copias de seguridad?
Frankie: No, sólo estaban allí y ya no están. Oye, tú siempre hablas de una nube, ¿tenemos una nube?
Mike: Una muy negra se nos viene encima.
Axl: No tenemos nube.
Frankie. ¡Consigue una, tenemos que comprar una! ¡Dios, no queda nada! ¡La graduación de Sue, la de Axl, los cumpleaños de Sue y de Axl…!
Brick: ¿No había fotos de Brick?
Frankie: ¡Haz algo que no sea leer y te haré una foto! ¡ Lo siento, pero ahora mismo no puedo mimarte!
Axl: Espera, la foto en la que corría hacia el muro y hacía una voltereta perfecta estaba ahí. ¡Era la mejor foto del mundo y es imposible que vuelva a hacer eso! ¡Ohhhh, esa vez te has superado Sue!
Sue: No ha sido culpa mía Axl, si aún tuviéramos el cable original del ordenador, pero nooo, te lo llevaste a la universidad y papá y mamá compraron esta imitación barata de cable que cuando lo conectas al ordenador te dice que el dispositivo… ¡no es compatible!
Frankie: No es el cable, es el ordenador. ¡Ooooh… Disneylandia! Te dije que necesitábamos un ordenador nuevo, pero tú el experto en informática dijiste que éste iba genial…
Mike: No intentes echarme la culpa, no sé ni para qué necesitamos un ordenador.
Brick: Oh no, mi libro de “Vientos de guerra”. Fotografíe todas las páginas y las subí al ordenador y ahora ya no habrá ninguna.
Frankie: ¿Por qué hiciste eso?
Brick: Aún no lo había leído y siempre os quejáis de mis multas de biblioteca. ¡Estuve cuatro días enteros!
Mike: ¿Cuántas veces te he dicho: imprímelas Frankie, imprímelas?
Frankie: Así no me estás ayudando Mike, gracias.
Brick: Pues estaría bien haber imprimido todas las páginas que fotografíé.
Mike: Eso se llama libro.
Frankie: ¡Voy a vomitar!
Mike: Oye, solo hay… seis fotos imprescindibles: nacimiento, primer día de cole, primer coche, boda, primer hijo y… funeral.
Sue: ¿Y segundo hijo?
Brick ¿Y el tercero?
Mike: ¡Todos los bebés son iguales!
Frankie: ¡Oh, bebés! ¿y las fotos de bebés? ¿dónde están las fotos analógicas de hace más de ocho años?
Sue: ¿Nos has perdido?
Frankie: No no no nononono. Creo que las tengo en una caja. En una de zapatos de imitación de “Kikers” de cuando erais pequeños. Era algo como “Snikers” o “Stikers”, ¡Dios, hace años que no la veo, tenemos que encontrarla! Vale, era roja, o azul. ¡Todo el mundo a buscarla!
Mike: ¿En serio Frankie, tenemos que buscarla ahora? Es Nochebuena y estás perdiendo el juicio por unas fotografías. ¡Relájate no se ha muerto nadie!
Frankie: Te equivocas, la Sue de quince años ha muerto, ya nunca volveremos a verla, y el Axl de diez años que era un encanto y me quería también ha muerto, había miles de fotos Mike, ¡miles!
Mike: ¿De esta familia? ¿Por qué? No lo entiendo, es como si las coleccionaras para un museo que nunca se va a abrir. O eres presidente o asesino o las fotos no valen nada.
Frankie: ¡Para mí sí!
Sue: ¡Para ella sí!
Axl: Voy a hacerlo otra vez… que alguien coja una cámara. 
(Axl corre hacia el muro y da una voltereta cayendo al suelo después)
Mike: No sé ni lo que estoy buscando.
Axl: Ughhh… mi “espalgda”, el mejor momento de mi vida se ha perdido para siempre… eaghhh, la luz entraba por el recibidor y hacía contraluz con mi pelo.
Sue: Deja de hablar de ti Axl, hay más personas.
Axl: Oh, vale, hablemos de ti.
Sue: ¡No es culpa mía, es de la tecnología!

(…todos buscan la caja por toda la casa y gritan histéricos)

Frankie: ¿Dónde está la caja? puede que ni siquiera estén en una caja (…) Si no tenemos fotos digitales ni fotos reales ¡no tenemos nada! ¡No tenemos historia!
Brick: ¡No puedo recordar nada sin fotos! ¿Qué he tomado hoy para desayunar?… ¡Veis, nada!
Frankie: ¿Y si las tiré cuando hicimos limpieza por primavera hace unos años? ¡Eso es tan típico de mí! La gente es ordenada… yo no soy ordenada, ¡y ahora no tenemos fotos!
Brick: Mamá, no es culpa tuya.
Frankie: Sí, lo sé. El orden en esta casa es un completo fracaso. Llevábamos sesenta y siete semanas sin hacer copia de seguridad, siempre decía “luego lo hago”, nuestra vida es un gran “luego lo hago”. Dios, ¿qué me pasa? No soy capaz de guardar una fotos y no sé apreciar vuestro “perfume gato”. ¡Lo estoy haciendo todo fatal!
Axl: No pasa nada mamá.
Sue: ¡La tengo, la tengo! Estaba en el garaje.
Frankie: ¡Oh, gracias a Dios!… ¿Revistas antiguas?…¡Uhhhh, noooooooooooo! (llora desconsoladamente) ¡No están, uhhhh…, no quedan ninguna, es como si no hubiéramos existido, uhhh… guardé dos números de la edición especial de John Travolta pero no mis recuerdos familiares… uhhhhh!
Sue: ¿Prefieres que las tire?
Frankie: Noooooooo… (se derrumba gimiendo hacia suelo). ¡No puedo creerlo, mis bisnietos no me verán joven y guapa, sólo vieja y gooordaaa!
Sue: Nooo mamá, eres guapa, eres muy guapa.
Axl: Les diremos lo guapa que eras.
Brick: Yo escribiré sobre tu belleza, una vez lo hice.
Frankie: Aghhh… no… puedo… aghhh… no puedo ni hablar aghhh  (se arrastra hacia su habitación abatida y llorosa)






Sue: Papá, ¿no vas a hacer nada?
Mike: No.
Axl: ¿No la has oído? ¿No has oído a tu mujer? ¿Qué haces ahí sentado?
Mike: Oye, he vivido esto muchas veces, monta tragedias por estupideces: la ropa de bebés, la calculadora de luz solar, mi teléfono, he perdido mi cartera, he perdido el coche y no los había perdido. ¡El “prota” se ha perdido de chica! ¡No no no, no puedo más, se acabó, no hay nada que hacer!





En el dormitorio Frankie llora abatida sobre la cama.

Sue: Hey, mamá. Hey, shhhhh… mira, tengo una cámara, ¿ves?, nos haremos más fotos, ¿lo ves?. A ver, ponte.

Sue toma hace un selfie de las dos: ¡CLICK!




Voz en off de Frankie: Sí, tuvimos una Nochebuena muy de nuestro estilo, pero con la luz de la mañana las cosas siempre se ven muy diferentes.

En el salón, todos junto al árbol de Navidad abren los regalos.

Mike: “Tranqui”, todavía te falta uno.
Frankie: ¿En serio, qué puede superar las mancuernas de viaje?
Mike: Creo que este te va a gustar…
Frankie: ¡Ohhhhh, Dios mío! ¡Nuestras fotos! ¡Oh, Dios mío! Al final estaban en la caja de grandes éxitos de soul. ¡Ooooh, Mike… ! ¿dónde estaba la caja?


Mike: Cuando te fuiste a dormir encontré la caja de grandes éxitos dentro de una caja de Barbie en el sótano.
Frankie: Ahhhhh… oye ¿dónde están los cd’s?
Mike: Para el carro… Siento no haber podido recuperar las fotos del ordenador pero… como soy un abuelo…
Frankie: …ohhhhh, aquí está Sue de bebé… uhhhhh, y aquí esta Axl…
Brick: ¿Este bebé soy yo?
Frankie: …….claro.

Voz en off de Frankie: Al fin y al cabo ¿qué son las fotos?: pequeños instantes que congelamos para poder conservarlos, pero a veces los recuerdos que permanecen son aquellos que preferiríamos olvidar.




Imágenes y textos de la serie "The middel".





domingo, 5 de agosto de 2018

"Descenso al Hades"






EL CAJÓN deSASTRE








"Descenso al Hades"





































—fácil es el sendero que desciende al Hades, y siempre encontrarás abiertas las puertas de Plutón, pero difícil es el retorno, pues se halla amenazado por oscuras selvas, amenazado por la corriente del Cocito, por sus calas y torbellinos, y solamente lo logran aquellos que coronados de virtud, o de sangre divina, son caros a Júpiter; tú sin embargo, si tu coraje, si tu temeridad te impulsa a intentar este doble viaje sobre la Estigia al horror del Tártaro, escucha lo que has de hacer ante todo: consagrada a la diosa de los Ínferos, en medio de valles crepusculares, en medio de la selva más salvaje, en medio de la espesura más cerrada, resplandeciente de oro brota una rama con áureas hojas, y no lograrás el descenso antes de que en honor de Proserpina, de acuerdo con su voluntad, hayas roto el resplandeciente retoño de la dorada fronda del árbol que se renueva eternamente; ese retoño, pues, has de buscar atento, y si el destino te es favorable, arrancarás el ramo en rapidísimo movimiento de tus manos desnudas, pues no hay fuerza, ni aun el duro hierro, que basten para arrancarlo, lo veda el destino que todo lo impera y que además aún tiene dispuesta para ti otra obligación, pues antes, exigiendo de ti el sacrificio propiciatorio, el cuerpo insepulto del amigo exánime reclama sepultura, su derecho y tu deber...
—así pues, llamado por el dios y el destino, común su voluntad, el límite está abierto para quien posea la santidad del último cumplimiento del deber y de la ayuda, mas para aquel a quien la doble voluntad del destino y del dios ha destinado a ser artista, condenado al mero saber y presentir, al mero escribir y al mero decir, le está vedada la expiación en la vida y en la muerte, y aun la tumba no es para él más que una bella construcción, una mansión del mundo para su propio cuerpo y no es para él ni entrada ni salida, ni entrada del inmenso descenso, ni salida del inmenso retorno; el destino le niega la guía del áureo ramo, el ramo del conocimiento y por eso sufre la condena de Júpiter. Así él también había sido condenado al perjurio y al mismo tiempo al abandono del perjuro, y su mirada, constreñida hacia la tierra, había podido hallar solamente a los tres cómplices del perjurio tambaleándose hacia él sobre el empedrado, los portadores de la condena; su mirada no podía penetrar más hondo, bajo la superficie de las piedras, bajo la superficie del mundo, bajo la del idioma, bajo la del arte; le estaba vedado el descenso, vedado más aún el titánico retorno de la profundidad, el retorno en que se confirma lo humano; vedado estaba el ascenso para renovar el testamento de la creación, y si siempre lo había sabido, ahora sabía más claramente que nunca que él estaba excluido de la ayuda testamentaria del salvador, pues, de una vez por todas, la ayuda del testamento y la ayuda del hombre son condición mutua y sólo en su unión se cumple la tarea del Titán que funda la comunidad, que funda la humanidad, nacida de la tierra, vuelta al cielo, porque sólo en la humanidad, sólo en la genuina comunidad, reflejando la totalidad de todo lo humano, reflejando la humanidad, se realiza el círculo basado en el conocimiento y portador suyo de la pregunta y respuesta divinas, excluyendo al incapaz de ayuda, al incapaz de obligación, al incapaz de juramento, excluyéndole porque él mismo se ha excluido del titánico dominio y realización y divinización del ser humano, que es lo que importa; verdaderamente, él sabía de esto, y él sabía también que lo mismo valía del arte, que éste igualmente sólo existe —oh, ¿existe aún, puede seguir existiendo?— en cuanto contiene testamento y conocimiento, en cuanto se renueva en lo insuperado, en cuanto lo realiza, invitando al alma a un continuo dominio de sí y haciéndole descubrir de esta manera capa tras capa de su realidad, haciéndole penetrar capa tras capa más profundamente, penetrando capa tras capa de su íntima maleza del ser, desplazando capa tras capa hacia abajo en las tinieblas siempre inalcanzables y a pesar de ello siempre presentidas, siempre sabidas, de donde nace el yo y adonde vuelve, regiones tenebrosas en que nace y se extingue el yo, entrada y salida del alma, pero al mismo tiempo entrada y salida de todo lo que es verdad para ella, mostradas al alma por el ramo que indica la vía y brilla áureo en la oscuridad de las sombras, por el ramo de oro de la verdad, que no puede ser hallado ni tomado con esfuerzo violento, porque la gracia del hallazgo y la del descenso es una y la misma, la gracia de un conocimiento de sí mismo, que pertenece tanto al alma y al arte como su verdad común, como su común conocimiento de la realidad; verdaderamente, él sabía de esto, y así sabía también que en tal verdad reside el deber de todo artista, el deber del hallazgo de la verdad y de la manifestación de la verdad en uno mismo, tarea impuesta al artista, para que el alma, consciente del gran equilibrio entre el yo y el todo, vuelva a hallarse en el todo, de modo que lo que el yo se ha ampliado por el conocimiento de sí, vuelva a ser reconocido como incremento del ser en el todo, en el mundo, más aún, simplemente en la humanidad, y si esta doble ampliación no puede ser nunca más que simbólica, de antemano ligada al simbolismo de lo bello, al simbolismo del bello límite, si por tanto nunca pasa de mero conocimiento simbólico, justamente por ese carácter de símbolo es, pese a todo, capaz de extender los más íntimos y más extremos límites del ser a nuevas realidades, no solamente a nuevas formas, no, a nuevos contenidos de la realidad: precisamente en esto se revela el más profundo secreto de la realidad, el secreto de la correspondencia, la recíproca correspondencia entre la realidad del yo y la realidad del mundo, aquella correspondencia que presta al símbolo su veraz precisión y lo eleva a símbolo de la verdad, la correspondencia preñada de verdad, de la que emana toda creación de realidad, penetrando capa a capa, tanteando, presintiendo hasta las inalcanzables regiones de la oscuridad del comienzo y del fin, penetrando hasta lo inescrutablemente divino en el todo, en el mundo, en el alma del prójimo, penetrando hasta ese último arcano de dios que, pronto a la revelación y al despertar, está presente por doquier, aun en el alma más pervertida... esto, la revelación de lo divino por el saber acerca del alma propia, que se conoce a sí mismo, es la misión humana del arte, su misión de humanidad, su misión de conocimiento y por eso mismo la justificación de su existencia, demostrada en su cercanía a la muerte oscura, que le ha sido impuesta, porque sólo en esa cercanía puede tornarse arte genuino, porque sólo por eso es el alma humana desarrollada en el símbolo; verdaderamente, él sabía de esto, pero sabía también que la belleza del símbolo, por muy verazmente preciso que pueda ser, nunca puede llegar a ser fin en sí misma, que siempre que esto ocurre y la belleza se pone en primer plano como fin de sí misma, el arte es atacado en sus raíces, ya que después su acción creadora se invierte sin remedio, que después, de repente, lo productivo es reemplazado por lo producido, el contenido de la realidad por la hueca forma, lo cognitivamente veraz por lo meramente bello, en constante confusión, en constante círculo de permuta e inversión, cuya concentración en sí mismo no permite ya ninguna renovación, sin ampliación ni descubrimiento de lo divino en lo abyecto, ni de lo abyecto en la divinidad del hombre; sólo la simple ebriedad con huecas formas, con huecas palabras, y en esa falta de diferenciación, más aún, en ese perjurio, envilecido el arte en no-arte, la poesía por su parte en literatura; verdaderamente, él sabía de esto, lo sabía muy dolorosamente, y justamente por eso sabía también de los íntimos peligros de todo arte, por eso mismo sabía de la íntima soledad del hombre destinado a artista, de esta soledad innata en él, que le lleva a la soledad aún más profunda del arte y a la mudez de la belleza, y sabía que la mayoría fracasa en tal soledad; que se ciegan de soledad, ciegos al mundo, ciegos a lo divino en ellos y en el prójimo; que ellos, ebrios de soledad, ya sólo tienen ojos para la propia semejanza divina, como si fuera una distinción que sólo a ellos les corresponde, y que por eso convierten esta autoidolatría ansiosa de acatamiento, cada vez más, en el único contenido de su obra..., traición a lo divino y al arte, traición porque de esa manera la obra de arte se vuelve obra de no-arte, se vuelve un impúdico manto de la vanidad artística, una baratija, en cuya deshonestidad hasta la propia desnudez, narcisistamente exhibida, se falsifica en máscara, y aunque lo impúdicamente ávido de sí, la belleza perdida, la búsqueda del efecto, lo efímero sin renovación y lo limitado sin desarrollo posible de tal no-arte tiene más fácil acceso a los hombres, que el que nunca pudiera hallar el arte verdadero, es sólo un camino aparente, un expediente para salir de la soledad, pero no la adhesión a la comunidad humana, objetivo del arte genuino en su aspiración de humanidad, no, es la adhesión a la plebeyez, es la adhesión a su no-comunidad perjura e incapaz del testamento, que no domina ni crea ninguna especie de realidad ni siquiera lo pretende, sino vegeta en el olvido de la realidad, perdida la realidad como el no-arte, perdida la realidad como la literatura, peligro íntimo y el más profundo de todos los artistas; oh, cuán dolorosamente sabía él de esto, y por eso sabía también que el peligro del no-arte y de la literatura le había atenazado desde siempre, eterno carcelero, que por eso —aunque nunca había osado confesarlo honradamente— realmente ya no podía llamar arte a su poesía; falta de toda renovación y desarrollo, había sido nada más que impúdico producto de belleza sin creación de realidad, porque desde el comienzo hasta el final, desde el canto del Etna hasta la Eneida, únicamente se había entregado a la belleza, satisfecha de sí y limitada al embellecimiento de lo hacía mucho preimaginado, preconocido, prefigurado, sin verdadero progreso interno, sólo progreso de la magnificencia y el recargamiento siempre crecientes, un no-arte que nunca había estado en condiciones de dominar por sí mismo el ser y elevarlo a símbolo real. Oh, en su propia vida, en su propia obra, había experimentado la seducción del no-arte, la seducción de la confusión, que coloca lo producido en el lugar de lo productivo, el juego en el lugar de la comunidad, lo petrificado en el lugar de la creación continuada, viva; él sabía de esta confusión, de esta inversión, lo sabía tanto más por cuanto había sido también la de su camino vital, senda de perdición que le había llevado de la tierra nativa a la capital, degradándole del trabajo manual a la ilusa retórica, del deber responsable de humanidad a una mentida apariencia de compasión, que mira las cosas de arriba abajo y no se resuelve a ninguna ayuda real, llevado en litera, por en medio de todos, camino iniciado en la comunidad sometida a la ley, hasta el aislamiento entregado a merced del acaso, camino, no, caída en la plebeyez y allí donde es más enojosa, ¡en la literatura! Aunque rara vez hubiera sido consciente de ello, una y otra vez había sucumbido a lo embriagador, ya se le hubiera ofrecido como belleza, como vanidad, como extravagancia artística, como olvido juguetón; desde ahí había sido decidida su vida, como si hubiera estado rodeado por anillos de serpientes que se deslizaran en círculo, vertiginosa ebriedad la del incesante volverse e invertirse, ebriedad seductora del no-arte, y aunque ahora, al contemplar retrospectivamente esa existencia, sintiera vergüenza de ella, aunque ahora, al alcanzar el límite de las edades y hallarse inminente el fin abrupto del juego, debía confesarse en el frío desencanto de la ebriedad que había llevado una indigna, miserable existencia de literato, no mejor que la de un Bavio o un Mevio o la de cualquier otro de los vanos manipuladores de palabras por él tan despreciados, sí, aunque justamente en eso volviera a mostrarse que en todo desprecio hay también un poco de desprecio de sí mismo, pues este desprecio se estaba apoderando revulsivamente de él con un sufrimiento tan colmado de vergüenza y tan cortante que sólo había una única solución aceptable y deseable, a saber, la de su propia extinción y muerte, sin embargo lo que le había sobrevenido era algo distinto de la vergüenza, algo más que vergüenza: quien contempla desencantadamente su vida pasada y en ella reconoce que cada paso de su errado camino había sido necesario e inevitable, más aún lógico, que el camino de vuelta le está prescrito por el poder del destino y de los dioses, por tanto ése es el conjuro que le retiene clavado en su lugar, inmóvil pese a todo su esfuerzo por adelantar, perdido en la maleza de las imágenes, del lenguaje, de las palabras, de los sonidos, impuesto por el destino el enredo en el ramaje de lo anterior y lo exterior, prohibida por los dioses la esperanza del sin guía, la esperanza en rama de oro resplandeciente entre la maleza de las paredes de la prisión; quien ha reconocido, quien reconoce esto, siente aún más vergüenza, está colmado de horror, pues reconoce que para los celestes todo acontecer es simultáneo, que por eso mismo la voluntad de Júpiter y la del destino pueden tornarse una sola, revelándose a lo terrenal en espantosa simultaneidad como inquebrantable unidad de culpa y castigo. Oh, virtuoso es solamente aquel que el destino ha indicado para el cumplimiento del deber, que ayuda y funda comunidad, sólo éste es elegido por Júpiter, para que el destino le saque de la espesura; pero cuando su voluntad común no concede el cumplimiento del deber, entonces les da lo mismo se trate de incapacidad de ayudar o de falta de voluntad para ello, y castigan ambas con el desamparo: incapaz de ayuda, reacio a ayudar, desamparado en la comunidad, huyendo de la comunidad y encerrado en la prisión del arte está el poeta, sin guía e incapaz de guiar en su abandono, y si quisiera sublevarse, si quisiera pese a todo convertirse en uno que ayuda, ser la voz en el crepúsculo, para así volver a hallar el juramento y la comunidad, con tal aspiración —¡oh, los tres le habían sido enviados para que se diera cuenta con horrorizada vergüenza!— hubiera estado condenado de antemano al fracaso; su ayuda sería falsa ayuda, sus conocimientos falsos conocimientos, y aunque fueran siquiera aceptados por los hombres, en vez de guiarles a la salvación, lejos de ella, nunca serían para ellos más que una falsa pista cargada de desventura. Sí, tal era el resultado: el falto de conocimiento trayéndoselo a quienes no lo quieren, el manipulador de palabras como despertador del idioma para los mudos, el olvidado del deber imponiéndolo a quienes no saben de él, el paralítico como maestro de los tambaleantes.

















Texto, extraído de "La muerte de Virgilio", de Hermann Broch.
Imágenes, de la película "Portrait of Jennie" de William Dieterle, editadas por enriqueponce.