domingo, 25 de febrero de 2018

"Bill Brandt"






LOS CAZADORES deMENTES





Bill Brandt
Hamburgo, Alemania. 1904-1983


Fotografía bajada de la red.


















"...la lengua de las flores y las cosas mudas"






Ella estaba desnuda y, sabiendo mis gustos,
Sólo había conservado las sonoras alhajas
Cuyas preseas le otorgaban el aire vencedor
Que las esclavas moras tienen en los días fastos.

Cuando en el aire lanza su sonido burlón
Ese mundo radiante de pedrería y metal
Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
Las cosas en que se une el sonido a la luz.

Ella estaba tendida y se dejaba amar,
Sonriendo de dicha desde el alto diván
A mi pasión profunda y lenta como el mar
Que ascendía hasta ella como su cantil.

Fijos en mí sus ojos, como un tigre amansado,
Con aire soñador ensayaba posturas
Y el candor añadido a la lubricidad
Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;

Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,

Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
Para turbar la paz en que mi alma estaba
Y para separarla del peñón de cristal
Donde se había instalado solitaria y tranquila.

Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
¡Soberbio era el afeite sobre su oscura fez!

-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
Cada vez que exhalaba un destello flamígero
Inundaba de sangre su piel color del ámbar.











Fotografías de Bill Brandt.
Cita y texto "Las joyas", extraído de "42 flores del mal", de Charles Baudelaire.




jueves, 15 de febrero de 2018

lunes, 5 de febrero de 2018

"Se busca"






EL CAJÓN deSASTRE





"SE BUSCA"


Robert -Bob- Leroy Parker
(Butch Cassidy)

          Era un chico simpático, un chico vivaz, de expresión cordial, que amaba a su familia mormona y quería su cabeza emplazada entre los chopos. Sus padres habían llegado de Inglaterra cuando eran niños y habían atravesado el desierto, con las caravanas de carretas de Brigham Young, desde la ciudad de Iowa hasta el Salt Lake. Anne Parker era una escocesa nerviosa y sensitiva; su marido, Max, era un alma simple que se ganaba la vida a duras penas con su granja y acarreaba madera para redondear el presupuesto.
          La cabaña de dos habitaciones aún perdura en Circleville, Utah. Los corrales siguen allí, y la dehesa donde Robert Leroy hizo su primera exhibición montando un ternero. Los álamos que plantó todavía bordean el canal de riego que une el huerto con el matorral de artemisas. Era el mayor de los once niños, con un estricto sentido de la lealtad y del juego limpio. Se rebelaba contra el chaleco de fuerza del mormonismo (que le olía a corrupción). Soñaba con ser vaquero y leía, en las novelas baratas, la epopeya en curso de Jesse James.


Circleville, Utah

Jesse James


          A los dieciocho años identificó como enemigos naturales a las compañías ganaderas, los ferrocarriles y los bancos, y se convenció de que la justicia residía fuera de los márgenes de la ley. Una mañana de junio de 1884, le informó a su madre, desmañadamente y abochornado, que iría a trabajar en una mina de Telluride. Ella le dio la manta azul de viaje de su padre y un frasco de confitura de arándanos. Besó a su hermana pequeña, Lula, que lloraba en su cuna y, a galope, se alejó de sus vidas. La verdad salió a relucir cuando Max Parker volvió a la granja. Su hijo había robado algunas cabezas de ganado en compañía de un joven forajido que se llamaba Mike Cassidy. La justicia los buscaba a los dos.
          Bob Parker adoptó el nombre de Cassidy y cabalgó hacia una nueva vida de vastos horizontes y olor a arreos de cabalgaduras. (Butch era la marca de un arma que tomó prestada.) Sus años de aprendizaje, los de la década de 1880, fueron también los de la prosperidad de la industria de la carne; los vaqueros que <<vivían>> la vida del macho monástico (una mujer por cada diez hombres); los de los barones de la ganadería que pagaban salarios de hambre y dividendos del cuarenta por ciento a sus accionistas; los de los desayunos con champán en el Cheyenny Club y los de los duques británicos que llamaban a sus vaqueros <<sirvientes de las vacas>> en tanto que los vaqueros los llamaban a ellos dudes, o sea, petimetres. Había muchos ingleses rondando por el Oeste. Un vaquero le escribió a su empleador yanqui: <<El inglés que usted dejó al frente de la otra hacienda se volvió demasiado insolente y tuvimos que matar a ese hijo de puta. Desde que usted se fue no sucedió nada importante... >>.
          Entonces, el tremendo invierno blanco de 1886-1887 mató a las tres cuartas partes del ganado. La codicia se combinó con la catástrofe natural para engendrar una nueva categoría, la del vaquero-forajido, compuesta por hombres a los que el paro y las listas negras empujaron hacia las guaridas de criminales y al deporte del cuatrerismo. En Brown's Hole o Hole-in-the-Wall se reunieron con bandidos profesionales como Black Jack Ketchum, o el psicópata Harry Tracy, o Flat-Nose George Curry, o Harvey Logan, el cronista de sus propios asesinatos.


Black Jack Ketchum
Harry Tracy
Flat-nose George Curry
Harvey Logan
(Kid Curry)

          En aquellos años Butch Cassidy fue arriero, domador, atracador de bancos en sus horas libres y conductor de hombres. Los sheriffs le temían sobre todo por esta última característica. En 1894 los condenaron a pasar dos años en la penitenciaría del estado de Wyoming por robar un caballo -valuado en cinco dólares- que en realidad no había tocado. Esta sentencia lo amargó tanto que ya no quiso tener más trato con la ley. Y, desde 1896 hasta 1901, su <<Sindicato de atracadores de trenes>>, más conocido por el nombre de <<Pandilla salvaje>>, ejecutó una serie de asaltos perfectos que mantuvo perpetuamente en ascuas a los representantes de la ley, los detectives de la Agencia Pinkerton y las compañías ferroviarias. Las historias de sus hazañas son infinitas: cabalgatas vertiginosas a lo largo de la <<Ruta de los forajidos>>; destrucción a tiros de los aisladores de vidrio de los postes de telégrafos; o el pago del alquiler de una pobre viuda con el dinero robado al recaudador de ese mismo alquiler. Los colonos lo adoraban. Muchos de éstos eran mormones, proscritos a su vez porque practicaban la poligamia. Le daban víveres, albergue, coartadas y, de cuando en cuando, a sus hijas. Hoy lo definirían como un revolucionario. Pero carecía del sentido de la organización política.
          Butch Cassidy nunca mató a nadie. Pero sus amigos eran asesinos fogueados cuyos crímenes le provocaban crisis de remordimientos. Aborrecía tener que depender de la puntería perfecta de Harry Longabaugh, el alemán de Pennsylvania que tenía unos crueles ojos azules y muy mal genio. Intentó regenerarse, pero su prontuario de Pinkerton era demasiado frondoso y sus pedidos de amnistía cayeron en oídos sordos. Cada nuevo robo gestaba otro y sumaba años a su condena. El presupuesto de las operaciones se volvió insoportable. Se cuenta que los miembros de la <<Pandilla salvaje>> derrochaban sus ganancias en mujeres y en las mesas de juego, pero esto sólo es parcialmente cierto. Tenían que gastar mucho más en caballos.
          El arte del asalto depende de una huida veloz, y los de Butch Cassidy dependían de los relevos de caballos de pura raza. El traficante que se los vendía era un tal Cleophas Dowd, hijo de inmigrantes irlandeses radicados en San Francisco. Sus padres lo habían destinado al sacerdocio en la Compañía de Jesús y desde su infancia lo habían obligado a arrastrase hasta el altar y el confesonario. Inmediatamente después de ordernarse, Dowd sorprendió a sus padres y a los jesuitas cuando pasó delante de ellos montado en su nuevo caballo de carreras, con un par de revólveres ceñidos a la cintura encima del hábito. Aquella noche, en Sausalito, tuvo el placer -un placer que venía saboreando desde hacía mucho tiempo- de dar la extremaunción al primer hombre contra el que disparó. Dowd huyó de California y se instaló en Sheep Creek Canyon, Utah, donde se dedicó a criar caballos para los forajidos. Un caballo de Dowd se hallaba listo para la venta cuando su jinete podía sostener un arma entre sus orejas y disparar. Para que fueran todo lo veloces que hacía falta los compraba a la caballeriza Cavendish, de Nashville, Tennessee, y el costo lo cargaba a sus clientes.


Bob Parker (Butch Cassidy)
Harry Longabaugh (Sundance Kid)

Allan Pinkerton
(e hijos)

          Alrededor de 1900 la ley y el orden se consolidaron en el último confín de la frontera norteamericana. Los agentes de la ley compraron sus propios caballos de raza, solucionaron el problema de dar alcance a los pistoleros, y la delincuencia organizada se refugió en las grandes ciudades. Las cuadrillas de ciudadanos armados limpiaron el Brown's Hall; los Pinkerton apostaron guardias montados en los furgones de los trenes; y Butch vio cómo sus amigos morían en riñas de taberna, cómo eran baleados por tiradores a sueldo, o cómo desaparecían tras las rejas. Algunos miembros de la banda se enrolaron en las fuerzas armadas de los Estados Unidos y exportaron sus talentos a Cuba y Filipinas. A él sólo le quedaban dos alternativas: una larga condena... o Argentina.
          Entre los vaqueros corrió el rumor de que la tierra de los gauchos ofrecía la misma libertad sin ley que había imperado en Wyoming en los años 1870. El artista y vaquero Will Rogers escribió: <<Querían jinetes norteamericanos para que se desempeñaran como capataces de los nativos. Éstos eran demasiado lentos>>. Butch pensó que allá estaría a salvo de la extradición, y sus dos últimos asaltos los perpetró para reunir fondos con los que pagaría el viaje. Después del golpe de Winnemucca, los cinco cabecillas, muy entusiasmados, se hicieron fotografiar juntos en Fort Worth y enviaron una copia al gerente. (La fotografía aún está en el local.)



Harry Longabaugh, Will Carver, Ben Kilpatrick, Harvey Logan, y Butch Cassidy


Winnemucca


          Durante el otoño de 1901, Butch conoció en Nueva York a Sundance Kid y su compañera, Etta Place. Ésta era joven, hermosa e inteligente, y tenía a sus hombres en un puño. Su prontuario de Pinkerton dice que había sido maestra de escuela en Denver; según un rumor, era hija de un agente de cambio inglés llamado George Capel, y de allí provenía el anagrama Place. La <<familia de tres>> asistía a los teatros dramáticos y de ópera presentándose con los nombres de James Ryan y Harry A. Place y señora. (Sundance Kid era fanático de Warner.) Le compraron un reloj de oro a Etta en Tiffany's y se embarcaron en el paquebote Soldier Prince rumbo a Buenos Aires. Al arribar se alojaron en el Hotel Europa, visitaron al director del Departamento de Tierras y se hicieron con unas seis mil hectáreas de campos vírgenes en Chubut.
          -¿Hay bandidos?-preguntaron. Los reconfortó oír que no los había.
          Pocas semanas más tarde, Milton Roberts, comisario de policía galés de Esquel, los encontró acampados en tiendas, en Cholila, y le llamaron la atención sus estupendos y ligeros caballos de raza, todos ensillados. Butch, según se infiere de la carta, pasó el primer invierno solo. Pobló su hacienda con las ovejas que le compró a un vecino inglés. La cabaña, copiada de la de Circleville, pero de mayores dimensiones, estuvo lista para el mes de junio.


Harry Longabaugh y Etta Place



Cholila


          Durante el año siguiente un detective de Pinkerton, Frank Dimaio, los rastreó hasta Cholila con ayuda de la fotografía de Winnemucca, pero las historias de serpientes y junglas, inventadas tal vez para intimidarlo, lo disuadieron de viajar a la Patagonia. La <<familia de tres>> utilizó Cholila como base durante cinco años, sin que nadie la molestara. Construyeron una casa de ladrillo y una tienda de comestibles y artículos diversos (cuyo actual propietario es un comerciante árabe) y pusieron a <<otro norteamericano>> al frente de ella.
          La población local los consideraba gente pacífica. En Cholila conocí a los nietos de su vecina, la señora Blanca de Gérez, quien dejó la siguiente reseña al morir, hace de esto tres años:

          No eran muy sociables, pero su comportamiento era siempre correcto. A menudo dormían en nuestra casa. Ryan era más sociable que Place y participaba en las festividades de la colonia. Durante la primera visita del gobernador Lezama, Place tocó la zamba con su guitarra y Ryan bailó con la hija de Ventura Solís. Nadie sospechaba que fueran delincuentes.

          La Agencia Pinkerton escribió al jefe de Policía de Buenos Aires: <<No pasará mucho tiempo antes de que estos hombres cometan un atraco temerario en la República Argentina>>. No se equivocaba. La <<familia de tres>> no sólo se estaba quedando escasa de fondos, sino que además era adicta al arte del asalto, sin el cual la vida misma se volvía aburrida. Quizá los estimuló la llegada de su amigo Harvey Logan. En 1903 éste consiguió evadirse de la prisión de Knoxville, Tennessee, después de dejar a su carcelero casi estrangulado con el trozo de alambre que escondía en su bota. Apareció en la Patagonia con el nombre de Andrew Duffy, alias este que ya había utilizado en Montana.

Harvey Logan
(Andrew Duffy)

          En 1905 la reorganizada <<Pandilla salvaje>> irrumpió en un banco del sur de Santa Cruz y lo desvalijó. En el verano de 1907 repitieron la hazaña en el Banco de la Nación de Villa Mercedes, en la provincia de San Luis, Parece que Harvey Logan le pegó un tiro en la cabeza al gerente. Etta estuvo presente, vestida de hombre... dato que Blanca de Gérez confirmó indirectamente: <<La señora usaba el pelo muy corto y se ponía peluca>>.
          En 1907 vendieron deprisa la hacienda de Cholila a una firma ganadera y se dispersaron por la cordillera de los Andes. Ninguno de sus vecinos volvió a tener noticias de ellos. He oído muchas versiones de los motivos que los indujeron a partir. Pero la explicación más común consistía en que Etta estaba aburrida, sufría del apéndice e insistía en hacerse operar en Denver. Existe otra posibilidad: que el apéndice fuera un eufemismo para designar a un bebé cuyo padre era un joven inglés, John Gardner, que se había instalado en una hacienda de la Patagonia por razones de salud. Cuenta la historia que Harvey Logan debió salvarlo de las iras de Kid, para lo cual lo devolvió a la heredad familiar, en Irlanda.
          Aparentemente Etta vivía en Denver en 1924. (Es posible que su hija fuera una joven competitiva llamada Betty Weaver, que perpetró quince espectaculares atracos a bancos antes de que la detuvieran y la condenaran en Bellaplaine, Kansas, en 1932.) En el Ashley Valley de Utah, conocí a un anciano que se mecía en la galería de su casa mientras recordaba haber visto a Butch Cassidy en 1908. Pero si regresaron aquel verano, debieron sentirse acorralados, porque hacia diciembre ambos forajidos se hallaban en Bolivia trabajando en el yacimiento de estaño Concordia para un hombre llamado Siebert.
          Arthur Chapman, poeta del Oeste, consignó por primera vez, en 1930, en Elk's Magazine, la descripción clásica de su muerte, que se habría producido en San Vicente, Bolivia, en 1909. El guión era ideal para directores de cine: el valeroso capitán acribillado mientras intentaba capturar a los gringos; el patio con muros de adobe lleno de mulas muertas; la irreversible inferioridad de condiciones; Kid primeramente herido, y luego muerto de un tiro en la cabeza por Butch que, ahora que ha matado a un hombre, reserva la última bala para suicidarse. El episodio termina cuando los soldados bolivianos encuentran entre las ropas de uno de los cadáveres el reloj de Etta comprado en Tiffany's.


Arthur Chapman

Paul Newman, Katharine Ross y Robert Redford
("Dos hombres y un destino")

          Nadie sabe de dónde sacó Chapman aquella versión: el mismo Butch Cassidy podría haberla inventado. Su objetivo, al fin y al cabo, consistía en <<morir>> en América del Sur para luego reaparecer con otro nombre. El difunto presidente René Barrientos -verdugo del Che Guevara- que también era un entusiasta aficionado a la historia del Lejano Oeste, investigó el tiroteo de San Vicente. Designó una comisión para que se ocupara de resolver el misterio, interrogó personalmente a los aldeanos, exhumó los cadáveres del cementerio, verificó los archivos del ejército y la policía, y llegó a la conclusión de que todo era superchería.
          Tampoco la creyó la Agencia Pinkerton. Ésta tiene su propia versión, fundada sobre pruebas irrisorias. A saber, que la <<familia de tres>> murió, íntegra, durante un tiroteo con la policía uruguaya, en 1911. Tres años más tarde la agencia dio por muerto a Butch Cassidy... que era precisamente los que éste deseaba, si estaba vivo.
          <<¡Patrañas!>>, exclamaron sus amigos al oír las historias que llagaban de América del Sur: Butch no era aficionado a los tiroteos. Y a partir de 1915 centenares de personas lo vieron, o creyeron verlo; transportando armas para Pancho Villa en México; buscando oro con Wyatt Earp en Alaska; recorriendo el Oeste en un Ford modelo T; visitando a antiguas amigas (que lo recuerdan un poco más gordo); o exhibiéndose en un espectáculo del Lejano Oeste en San Francisco.


José Doroteo Arango Arámbula
"Pancho Villa"
Wyatt Berry Stapp Earp

          Fui a visitar a la principal testigo de su regreso: su hermana, la señora Lula Parker Betenson, una mujer franca y enérgica que frisaba los noventa años y que había militado durante toda su vida en el Partido Demócrata. Ella no abrigaba ninguna duda: su hermano había vuelto y había comido tarta de arándanos con la familia en Circleville, en el otoño de 1925. Creía que Butch había muerto de neumonía en el estado de Washington a finales de la década de los 30. Otra versión sitúa su muerte en una ciudad del Este, donde lo tenían por maquinista de ferrocarril jubilado, con dos hijas casadas.


Lula (Parker) Betenson
(En sus manos el Colt SAA.45 de Butch Cassidy)




Texto, extraído de "En la Patagonia", de Bruce Chatwin.
Fotografías bajadas de la red.