viernes, 15 de diciembre de 2017

viernes, 1 de diciembre de 2017

"Gabriel Orozco"






BLOg DE NOTAS
( LA C(r)ÓNICA LUZ )



Gabriel Orozco
Jalapa, México. 1962





Fotografía bajada de la red.

















          Henri Cartier-Bresson creía que la tarea del fotógrafo consistía en saber reconocer el momento decisivo, esa fracción de segundo en la cual se debe disparar la fotografía para capturar la esencia de una situación. Para él, la cámara era <<una extensión de su ojo>>, que le ayudaba a <<"atrapar" la vida -a preservar la vida en el acto de vivir>>. Decía que, <<de todos los medios de expresión, la fotografía es el único que fija para siempre el preciso y transitorio instante>>.
          Las fotografías de Gabriel Orozco surgen de una visión antagónica a la de Cartier-Bresson. No funcionan como documentación. Tampoco son una reliquia. Mucho menos pretenden atrapar la vida o capturar la esencia de un momento. En otros términos, no son el simulacro inmóvil de un instante. El propio Gabriel Orozco ha explicado: <<La fotografía mata, diseca. Aparenta poesía, es casi cine, casi pintura. Es medicina. Suero. La peor de las ilusiones, legitimada por nuestra ceguera y nuestra ansia posesiva. La fotografía no es un arte. Es un arte caminar y saber ver lo que sucede. Vemos lo que sucede, no las fotos. [...] Caminar y observar: la fotografía el sólo el registro de ese arte, el arte de la presencia. Caminar, ver y presentarse. Esa cosa se nos presenta y nosotros la podemos ver. Eso es un arte. La foto lo registra (siempre mal). El arte de estar ahí y percibir lo que sucede. El arte de descubrir. El arte de esperar que las cosas se revelen. De esperar que el tiempo se detenga..>>
          Al observar las fotografías de Gabriel Orozco no hay que esperar una epifanía o un encuentro sublime. La relación que se establece con ellas no es de corte religioso. El objeto en sí resulta secundario. También, de hecho, lo que retratan. Lo valioso es que enseñan a ver de una forma particular. Desencadenan una mirada basada, más que en el acelerado deseo consumista de posesión, en el contacto íntimo con lo cotidiano y lo contingente. Una mirada que presta atención a lo aparentemente banal y, a partir de ello, abre paso al arte de la presencia -del estar ahí y en ningún otro lugar a momento-. En pocas palabras: nos enseñan a mirar contemplativamente los instantes que están frente a nuestros ojos.
          



          Rememoro y descubro que el instante ha existido desde antes de su conceptualización, que la práctica antecede a la teoría. Más importante aún: descubro que el instante ha surgido en la cotidianidad, una y otra vez, sobreponiéndose a la desesperanza. Soy consciente de que, frente a la magnitud de la barbarie, su impacto es insignificante. Pero al menos sirve para reafirmar que incluso en país de la desigualdad y la desposesión, de los desaparecidos y los feminicidios, de la corrupción y la injusticia, hay espacio para la resistencia -para la construcción de una vida radicalmente distinta.















Fotografías de Gabriel Orozco.
Texto, extraído de "Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante", de Luciano Concheiro.