Minor Martin White
Mineápolis, EEUU. 1908-1976
Fotografía de David Ulrich. |
Mientras crea, la mente del fotógrafo está en blanco. Debería añadir que esta condición se da
sólo en casos especiales, principalmente cuando se buscan imágenes. Mientras el fotógrafo está en
esta condición, hay algo que le impide descaminarse, que le impide caer por las alcantarillas o
incrustarse contra los parachoques de camiones detenidos. Para aquellos que comparen este estar en
blanco con alguna especie de vacío estático, debo explicar que es un estar en blanco especial. En
realidad es un estado mental muy activo, un estado mental muy receptivo, listo para en cualquier
momento atrapar una imagen sin tener, sin embargo, ninguna imagen preformada. Deberíamos
subrayar que la falta de una pauta preformada o una idea preconcebida acerca de cómo debe
representar cualquier cosa es esencial para esta condición de estar en blanco. Tal estado se asemeja
al de una película virgen: parece inerte, pero es tan sensitiva que una fracción de segundo genera
vida en ella (no sólo vida, sino una vida).
De algún modo este estar en blanco es un poco como el lienzo en blanco de un pintor, si
quisiésemos establecer una analogía e insistir en que el arte debe partir de la nada —si de un papel
en blanco puede decirse que es nada—. Los poetas compran una resma de papel y se preguntan qué
oscuridad ensombrecerá las hojas o qué revelación iluminará la mente del lector. Pero la blancura
del papel tiene muy poco que ver con su acción creativa. O para el escultor que siente de alguna
manera la forma que yace en un bloque de piedra; la piedra no está en blanco, sino que es una
envoltura que él sólo puede deshacer. En lo referente a su estado mental creativo, el fotógrafo
probablemente está más emparentado con el escultor, que trabaja la piedra o la madera, que con el pintor. El fotógrafo siente que el mundo visual o que todo el mundo de los hechos se encuentra
como escondido bajo envolturas. A menudo dobla una esquina diciéndose a sí mismo “aquí hay una
foto”, y si no la consigue, se considera insensible. Puede buscarla día tras día hasta que la imagen se
hace visible. Nada ha cambiado, excepto él mismo; aunque, para ser sinceros, algunas veces debe
esperar hasta que la luz cree la magia.
Este estado mental es difícil de explicar a quien no lo haya experimentado. Sensible podría
ser la palabra. Sensibilizado es quizá mejor, ya que no se trata sólo de un estado mental sensible,
sino también del esfuerzo que realiza el fotógrafo para alcanzar esta condición. Receptibilidad es un
buen término, si con ello queremos decir una apertura de la mente de la que se deduce comprensión
y entendimiento de todo lo visible. El fotógrafo se proyecta en todo lo que ve, identificándose con
todo para poder conocerlo y sentirlo mejor. Para alcanzar este estado en blanco es necesario un
esfuerzo, quizá incluso una disciplina. Fuera de este estado, el fotógrafo ama y odia intensamente, y
es consciente de las áreas de su indiferencia. Fotografía lo que ama porque lo ama, lo que odia
como protesta; y puede dejar a un lado lo que le es indiferente o fotografiarlo con cualquier técnica
y composición que domine.
Fotografía y texto, extraído de "El ojo y la mente de la cámara", de Minor White.
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