domingo, 6 de octubre de 2013

"Eduardo Chillida"





ARTEsana




Eduardo Chillida
San Sebastián, 1924-2002




Fotografía de Alberto Schommer.






















La aprehensión del espacio es instintiva, es una experiencia corporal: antes de pensarlo y definirlo, lo sentimos. El espacio no está fuera de nosotros ni es una mera extensión: es aquello donde estamos. El espacio es un donde. Nos rodea y nos sostiene pero, simultáneamente, nosotros lo sostenemos y lo rodeamos. Somos el sostén de aquellos que nos sostiene y el límite de lo que nos limita. Somos el espacio en que estamos. Dondequiera que estemos, estamos en nuestro donde; y nuestro donde nos sigue a todas partes. Es más fiel que un perro y más fiel que nuestra sombra misma, que nos abandona cada noche. El donde nunca nos abandona ni nosotros podemos abandonarlo: somos consubstanciales, nos confundimos con nuestro espacio. No obstante, estamos separados: el espacio es lo que está más allá, al otro lado, lo cerca-lejos, lo siempre inminente y nunca alcanzable. Es el límite que, al tocarlo, se deshace para reaparecer, inmediatamente, más allá o más acá. La frontera donde yo termino y empieza lo otro, lo ajeno, está en perpetuo movimiento. Erosión continua: a medida que penetro en mí, me alejo de mí; yo mismo soy mi lejanía, ando detrás de mí como en un país desconocido. Y más: un país que se hace y se deshace sin cesar. Lo ilimitado lima todos los límites. Contradicción más sensible que mental: el espacio no es pensable sino tocable pero, apenas lo tocamos, se desvanece. Esta experiencia es universal y cotidiana.


















Obra de Eduardo Chillida.
Texto extraído de "Sombras de obras" de Octavio Paz.






No hay comentarios:

Publicar un comentario