Shirin Neshat
Irán, 1957
Autorretrato. |
"Un rayo de sol"
Durante todo ese tiempo, despojándose de su individualidad, se convertiría en el símbolo viviente que podían usar como escarnio los predicadores y moralistas, y al que podían señalar como prueba viviente de la fragilidad femenina y de sus pecaminosas pasiones.
Así los jóvenes puros aprenderían a mirarla, con su letra escarlata flameando sobre el pecho -a ella, hija de padres honorables, a ella, madre de una criatura que llegaría un día a ser mujer, a ella, que fue inocente un día-, como la figura, el cuerpo, la realidad misma del pecado.
Y sobre su tumba, la ignominia que con ella arrastraría sería su único epitafio.
En sus relaciones con la sociedad, nada la hacía sentir que perteneciese a ella. Los gestos, las palabras e incluso el silencio de aquellos con los que entraba en contacto sugerían, a menudo expresaban claramente, que era una mujer proscrita, y tan sólo como si viviera en otro mundo o se comunicara con la naturaleza con otros órganos y otros sentidos que el resto de la humanidad.
Permanecía ajena a los intereses morales, pero cerca de ellos, como un fantasma que vuelve a visitar el hogar familiar y no puede hacerse ver ni sentir; ni sonreír con las alegrías familiares, ni sufrir con las penas de la casa, o, si lograba manifestar su prohibida participación, sólo despertaba terror y una horrible repugnancia.
Estas sensaciones, en efecto, y el más amargo desprecio, además, parecían ser la única porción que conservaba del corazón universal.
El día era helado y sombrío. Grandes extensiones de nubes grises se agitaban apenas con la brisa, y entonces un rayo de sol titubeante podía quizá verse jugueteando solitario por el sendero...se retiraba siempre cuando ellas se le acercaban, y los lugares donde había danzado quedaban entonces más sombríos porque ellas habían tenido la esperanza de encontrarlos iluminados.
-Y espero que jamás lo llevarás -dijo Hester.
-¿Por qué no, madre? -preguntó Pearl deteniéndose de pronto al iniciar su carrera-. ¿No será natural que lo lleve cuando sea mujer?
-Corre, hija -respondió la madre-, y anda a agarrar ese rayo de sol. Pronto desaparecerá.
Pearl partió a gran velocidad y Hester sonrió al darse cuenta de que su hija, realmente, lograba atrapar el rayo de sol y, riendo, quedaba de pie en medio de él, iluminada por su esplendor, deslumbradora con la luz que refractaban sus rápidos movimientos. La luz se quedó rezagada junto a la niña solitaria, como si estuviera contenta de haber encontrado a alguien con quien jugar, hasta que su madre casi llegó tan cerca como para ingresar, también, dentro del círculo mágico.
-¡Mira! -respondió Hester, sonriente-, ahora puedo adelantar la mano y coger un poco de luz.
Al intentar hacerlo, el rayo desapareció; o, a juzgar por la alegre expresión que bailaba en los rasgos de Pearl, su madre podía haberse imaginado que la niña había absorbido ella misma toda la luz, y que emitiría de nuevo como un resplandor que iluminara su camino si se aventuraban por la sombra más tenebrosa.
Fotografías de Shirin Neshat.
Textos extraídos de "La letra escarlata" de Nathaniel Hawthorne.
Unas fotografías impactantes.
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog. Me quedo por aquí, con tu permiso.
Saludos.
la puerta está abierta, ven y quédate cuanto quieras.
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