lunes, 23 de febrero de 2015

"Cultura S.A."





OPINION.es






"CULTURA  S. A."




Alfred Nobel.
     


          La actualidad en su fugacidad -símil ella a una instantánea por caduca- entra todos los días por nuestra ventana a través de múltiples plataformas para informarnos de este nuestro complejo mundo, pero además dejándonos un rescoldo de pensamientos, dudas o temores. Luego, con el tiempo, muchas de sus cuestiones, que en ese momento parecieron importantes, se vuelven intrascendentes, aunque los trasfondos nunca se apaguen. Digo, aclarado esto, que la actualidad del ayer -la de Noviembre de 2014, ya alejado aquél día- nos dejó el rechazo de Colita a "Premio Nacional de Fotografía", hecho y motivos que no deseo pontificar aquí, y sí sin embargo cuestionarme algunas de esas derivaciones que provocan tales otorgamientos o renuncios. Intentaré desmadejar un conciso análisis de las ramificaciones que me provocan los argumentos de ambos bandos, el oficial y los congratulados, de cualesquiera de los premios a la cultura -siendo el paradigma de éstos el Nobel no puedo evitar el observar lo paradójico que fuera instaurado por el inventor de la dinamita-.



Colita.

          Soy consciente de las necesidades de aliento y reconocimiento que tenemos los seres para avanzar por entre los recovecos que se nos presentan en nuestras acotadas vidas, y también comprendo el derecho que nos acoge como ciudadanos para exigir a los dirigentes su responsabilidad con los impuestos, pero dudo profundamente que ciertas nubes de hoy no nos traigan inevitablemente las tormentas de mañana. Abanderar, para defender la cultura, las mismas formas con las que prestamos pleitesía a la estructura económica me produce desazón, cuando menos. Por eso no me extrañaría que la deriva que sufren paulatinamente las artes hacia aquellas iguales maneras nos llevará inevitablemente al arrepentimiento.


Ceremonia de entrega de los premios Nobel.


          Los premios no son más que la punta del iceberg en una estructura cultural elitista. Su parafernalia y adjudicación sirven casi únicamente al mundillo endogámico de la ambición de sus gestores, y poco de sus efectos resbalan hacia los mudos y sordos espectadores transmutados en vulgares consumidores. Para alguien de ya reconocido prestigio por su trabajo cultural, artístico o intelectual, incluir en su curriculum el listado de medallas concedidas me parece superfluo, cuando no denigrante, porque todo aquel esfuerzo, salido del mono de trabajo del pensamiento se debiera a un otro fin, más altruísta, humanista, menos pagano y crematístico, incluso menos hedonista. Independientemente que a todos nos place dormir con el estómago lleno bajo un techo: de verdad ¿es necesario tal reconocimiento, casi siempre pre-póstumo y material, cuando ya se está sacio?. Pareciera así más un fin que un medio.
          Tengo la sensación de que todo ese circo no está montado en favor de la cultura, ni que tampoco ésta les importe mucho -ni tan siquiera se sabe bien lo que es ella-, y que no interesa tanto ésta en ese mundo como otras cuestiones más prosáicas. Últimamente no se para de exigir una serie de reivindicaciones cuyos argumentos no acabo de entender bien, una de ellas esta pataleta -hay otras- de renuncia al galardón en pos del giro de la política oficial de subvenciones; otra es la reducción de impuestos sobre la actividad del consumo cultural -ambas muy loables, por supuesto-, pero me desconcierta que el trasfondo nos sitúe en una reafirmación de un lobby más económico/industrial que cultural del medio, y no en un firme posicionamiento de autoafirmación e independencia del mismo frente a los poderes políticos y económicos.
          El mecenazgo en cuestiones tan laicas no es novedad ninguna, pero la reivindicación del gremio en pos de una estructura empresarial me deja un tanto perplejo. Pareciera que el bosque de la cultura ya no pueda ver sus árboles. Cierto que hay ya creado un conglomerado complejo y mercantil de intereses con sus necesidades y ambiciones, pero ¿es éste el único camino?. El MNCARS (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) "sufre" con sus recortes en su ultra-millonario presupuesto y se ve obligado a parecerse cada vez más al Guggenheim -abocado éste a exponer alta costura o Harley-Davidsons entre sus paredes como un parque temático más, o como una arquitectura vacía de utilidad-. En otro lado las concejalías de cultura de los ayuntamientos se inclinan a priorizar el gasto de sus presupuestos en fiestas a costa del vaciado de sus "obsoletas" bibliotecas, así como siempre el Ministerio de Cultura ha flirteado dubitativo en sus alianza con los de Deporte o Educación. Pero, ¿es lo mismo olvidarse de beber que beber para olvidar?.


Portada National Geographic, Agosto 1972.


          Tuve amistad tiempo atrás con alguien que me planteó: "Para hacer fotografías ¿hace falta saber de fotografía?", terminó haciendo una exposición con imágenes pequeñas para ver cómo encajaban en grandes marcos. Conocer la historia no exime de cometer los mismos errores, pero algo ayuda para evitarlo si disponemos de documentación plural y erudita, y la cultura mediática tan de moda no es suficiente. National Geographic publicó como portada ya en 1972 el descubrimiento de la última tribu virgen del planeta -los Tadasay en Filipinas-, pero que resultó ser la mejor escenografía jamás montada por unos ignorantes aborígenes para el consumo de la superior cultura occidental. También en comedia acabó la interpretación de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) en su exceso de celo recaudatorio de los derechos de sus representados cuando llegó al paroxismo de cobrar sus dávidas en las peluquerías de barrio por acompañarse durante su oficio de un transistor. Y el mítico icono del por-rock Bono, líder de la banda U2, mientras promocionaba humildemente macro-conciertos benéficos para los desfavorecidos de África, producía en cambio sus discos en un Oriente carente de derechos laborales, importándolos y comercializándolos luego en Occidente a través de un paraíso fiscal.


U2


          Presiento que el giro mercantil que inunda la cultura capitaneado por sus gestores y realizadores terminará en iguales privatizaciones que la Sanidad y Educación cuando el mundo financiero aprenda a gestionar esos beneficios crematísticos -y continúen ciegos a su peso humanista-. Pero con ello entonces tendremos que replantearnos su significado y valores, aunque esto no sea nada nuevo tampoco: El 7º Arte nunca dudó en su esencia industrial sin delegar de su reivindicación cultural -y así nos va con su colonización subliminal y permanente-. Y esta dualidad es el motivo de su condescendencia con la mesurada piratería, a pesar de su daño colateral económico, mientras se respete su base benéficamente empresarial. Mientras tanto sus maneras se trasvasan a otros modos de arte más ancestrales, abocando éstas cada vez más en tipos de realización dependientes, por encargo y pre-tasadas -bienales, ferias, premios, etc.-, tal como ahora ya se subasta su historia en las elitistas y oligárquicos estrados de Sotheby´s o Christie´s.


Christie´s
Fotografía:Kevin Mackintosh.


          La cultura que se nos viene encima está más interesada en el consumo que en la creación, más preocupada de la estructura y derechos que implicada en su introspección y evolución, más arrimada al poder y a los éxitos circunstanciales y efímeros que anhelada de conocimiento. Son demasiados los titiriteros de este teatro deseando salir en la foto o sacar beneficios y pocos los elegidos para cargar con la cruz del estigma, pero empeñarse en peleas contra molinos no es más que repetir la historia después de no haber entendido nada de un libro que nunca se leyó, y sí en cambio sabemos de él por la reseña de su solapa. La cultura ni empieza ni acaba en ningún premio.


Mafalda
Ilustración de Quino.

  


Texto de enriqueponce.
Imágenes bajadas de la red.




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