jueves, 12 de febrero de 2015

"Un nombre y dos fechas"







LA C(r)ÓNICA LUZ
UN bAZAR DE OBRAS









"UN NOMBRE Y DOS FECHAS"















          Las alquerías de los campesinos se acurrucan como animales que buscaran cobijo en la tierra para pasar la noche. Todo se mueve: los alerces, los helechos, los pinos de Caledonia, el brezo, los arbustos de enebro, la hierba segada. Y luego, entrando en la tierra, el agua: los ríos que discurren hacia el mar, el mar que llena los lagos con sus mareas. Y en medio de los dos, de la tierra y el agua, el viento. Y sobre todo, el viento del noreste. El graznido de los gansos salvajes en el cielo es como una medida efímera, un modo de contabilizar, en otra álgebra, todo este movimiento.
          Hay castillos, líneas que podrían ser y han sido defendidas, muertes, pero no hay últimas fronteras. Por eso se pueden pescar arenque en un agua rodeada de colinas cubiertas de helechos. Por eso parece que el cielo es más humano, más hospitalario, que la tierra. Aquí, entre la tierra y el cielo hay algo parecido a una orilla. Y del mismo modo que la orilla del mar huele a algas, así también esta orilla huele a un tiempo no contado.
          El tiempo no contado pesa debido al sentimiento de pérdida que encierra. Las Highlands lloran a los desaparecidos, sobre todo a aquellos que se vieron forzados a desaparecer. El número de los que fueron expulsados de la tierra durante las <<Highlands Clearances>> se inscribe en el inconsolable álgebra de los gansos.
          Entre las isla más cercanas a la costa occidental se encuentra Gigha. Hace quinientos años, los isleños construyeron una pequeña ermita en el extremo sur de la isla. Allí estuvo durante tres siglos, luego quedó abandonada y se convirtió en una ruina. Alrededor de la ermita hay un cementerio. Las tumbas no son muy diferentes de las que se ven en los cementerios europeos. En muchas está registrada la muerte de varias generaciones: el nombre, las fechas de nacimiento y defunción y el lugar de esta última si no ha ocurrido en la isla. Un nombre y dos fechas. Esto es todo lo que queda registrado. Ni una palabra acerca de lo que sucedió entre una y otra, aparte del hecho escueto, implícito de la supervivencia.
          En uno o dos siglos, la sal, la lluvia, los líquenes y el viento terminarán borrando las letras más profundamente grabadas. ¿Para qué inscribir ni siquiera entonces el nombre y las dos fechas? Podríamos hacernos la misma pregunta en cualquier otro cementerio, pero aquí, en la isla, la respuesta es más clara.
         Las inscripciones no son para los vivos. Quienes no olvidan a los muertos no necesitan que se los recuerden. Lo que está inscrito es una forma de identificación, y las identificaciones se dirigen a terceras personas. Las lápidas son cartas de recomendación, dirigidas a los muertos, relativas a los que acaban de partir y escritas con la esperanza de que éstos, los que nos han dejado para siempre, no tengan que recibir otro nombre.
           Desde el cementerio, tú y yo mirábamos hacia el estrecho, hacia el mar, hacia el cielo encima del mar y hacia las montañas cubiertas de helechos en la lejanía. La costa está allí inclinada y sugiere el paso hacia afuera de un nacimiento: hacia el Atlántico abierto. Hacia este lugar de nacimiento viajan los muertos nómadas. Están tan cerca que podríamos hablarles. Pero los vivos no hablan la lengua de los muertos. Los muertos no leen nuestros cuentos.


¿Cae la noche más tarde
en tu isla?
¿Voy caminando delante tuya acaso
para que no muerda una culebra
tus pies con sandalias?

Nunca se logra mantener el equilibrio.
por eso las estrellas callan
sin darnos una explicación.

¿Cómo va a competir
una estación
contra
el calendario de tu ausencia?

¿Cómo medir
el raudal
de mi luz enmarañada
en la montaña
de lo que ha sido 
y será?

Nunca se logra mantener el equilibrio.
Sin embargo, ni tus ojos ni los míos
tanteándose en la noche
muestran signos de vértigo.

















Tras la tapia, 2014.






John Berger
Londres, 1926.









Fotografías de enriqueponce.
Título y texto "UNA VEZ EN LAS HIGHLANDS"
extraído de "Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos",
 de John Berger.

(Los destacados en cursiva y negrita 
son de quien suscribe este blog, 
no en el original)

















2 comentarios:

  1. Me encanta leer a Berger! Muy buena serie acompaña su texto.
    un abrazo

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    1. gracias, mil... es un placer compartir contigo el placer de leer a Berger.

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