EL CAJÓN deSASTRE
Esta es Czeslawa Kwoka, 14 años, una niña.
Fue ejecutada en Auschwitz el 18 de febrero de 1943, una jeringa de fenol inyectada directamente en el corazón. Justo antes de su ejecución fue fotografiada por un compañero prisionero, Whilhem Brasse.
Aquí la vemos forzada y aterrorizada, ella ni siquiera hablaba el idioma de sus verdugos y había perdido a su madre unos días antes. Cerca de 250 niños fueron ejecutados en Auschwitz-Birkenau.
Su rostro atormentado es el resultado de la decadencia política y moral de muchas personas. Todavía hay individuos que buscan destruir lo que es humano a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Mira, están alrededor.
"Neologismos"
Y qué cuando crecimos en dictadura.
Cuando los recuerdos,
esos pocos recuerdos que tenemos de la infancia,
cuando los recuerdos
son equivocados. Porque no era
que nuestra amiga, o amigo,
ya no quería jugar
o tenía que estudiar el resto de la vida, y por eso.
No era no.
No era que nos recetaban Plidex como caramelos
porque nos ponía nerviosos la escuela,
la maestra, el maestro, las filas de varones y de nenas,
es normal, con esto se le va a pasar.
Nos recetaban, sí, pero no era por eso. Lo sabíamos, nosotros lo sabíamos
pero incluso así creíamos que era.
No era que las calles estaban vacías salvo por niños jugando
porque el resto de la ciudad trabajaba. No.
No había hombres de la bolsa ni el juego de escondernos en casa a algunas horas.
Aunque sí había hombres de la bolsa. Y jugaban.
Pasamos la infancia construyendo torres con fichas de dominó
que se caían, que todo el tiempo se caían.
Pero no era por falta de paciencia, de equilibrio.
Hoy sabemos* que eran las fichas,
las fichas las que no encajaban.
Cuando los recuerdos,
esos pocos recuerdos que tenemos de la infancia,
cuando los recuerdos
son equivocados. Porque no era
que nuestra amiga, o amigo,
ya no quería jugar
o tenía que estudiar el resto de la vida, y por eso.
No era no.
No era que nos recetaban Plidex como caramelos
porque nos ponía nerviosos la escuela,
la maestra, el maestro, las filas de varones y de nenas,
es normal, con esto se le va a pasar.
Nos recetaban, sí, pero no era por eso. Lo sabíamos, nosotros lo sabíamos
pero incluso así creíamos que era.
No era que las calles estaban vacías salvo por niños jugando
porque el resto de la ciudad trabajaba. No.
No había hombres de la bolsa ni el juego de escondernos en casa a algunas horas.
Aunque sí había hombres de la bolsa. Y jugaban.
Pasamos la infancia construyendo torres con fichas de dominó
que se caían, que todo el tiempo se caían.
Pero no era por falta de paciencia, de equilibrio.
Hoy sabemos* que eran las fichas,
las fichas las que no encajaban.
[* tr. Arg., Bol., Bra., Chi., Par., Ur. Neologismo utilizado por los nacidos en la década de 1970 que implica la voz condicional. De a ratos, sabemos. Suponiendo que lo sabemos.]
No había que callar o inventar
cuando preguntaban por nuestras familias. Había.
Pero no había que hacerlo porque a ellos, los que preguntaban,
no les interesaba. Sí les interesaba.
No era que nos cambiaban el nombre
y la fecha de nacimiento a nosotros,
porque si era a un amigo era a nosotros,
que nos cambiaban el nombre y la fecha de nacimiento
porque había sido un error y había que componerlo.
No componían el antes, sino el después.
No era que se fue y no volvió, era que se lo llevaron.
No era que está en el norte, como si el norte fuera un lugar, una casa, una estufa prendida, una taza de sopa, un libro abierto. Está en donde no hay estufa ni taza ni sopa ni libro,
ni lugar.
No era que está en un país al norte, y mezclábamos Suiza con Suecia y México con Canadá. No era pero creíamos.
Y señalábamos el norte señalando para arriba, sin saber que estábamos señalando el cielo.
No era que nos hacíamos pis en los pantalones
porque no controlábamos la vejiga. La controlábamos.
A ella sí.
No era que terminamos siendo hipocondríacos para llamar la atención.
Terminamos siendo porque crecimos con la muerte en cada silencio.
Y señalábamos el cielo pensando que señalábamos el norte.
Y no era, sobre todo no era
y nunca sería,
que había que entender,
que un día íbamos a entender.
No había que callar o inventar
cuando preguntaban por nuestras familias. Había.
Pero no había que hacerlo porque a ellos, los que preguntaban,
no les interesaba. Sí les interesaba.
No era que nos cambiaban el nombre
y la fecha de nacimiento a nosotros,
porque si era a un amigo era a nosotros,
que nos cambiaban el nombre y la fecha de nacimiento
porque había sido un error y había que componerlo.
No componían el antes, sino el después.
No era que se fue y no volvió, era que se lo llevaron.
No era que está en el norte, como si el norte fuera un lugar, una casa, una estufa prendida, una taza de sopa, un libro abierto. Está en donde no hay estufa ni taza ni sopa ni libro,
ni lugar.
No era que está en un país al norte, y mezclábamos Suiza con Suecia y México con Canadá. No era pero creíamos.
Y señalábamos el norte señalando para arriba, sin saber que estábamos señalando el cielo.
No era que nos hacíamos pis en los pantalones
porque no controlábamos la vejiga. La controlábamos.
A ella sí.
No era que terminamos siendo hipocondríacos para llamar la atención.
Terminamos siendo porque crecimos con la muerte en cada silencio.
Y señalábamos el cielo pensando que señalábamos el norte.
Y no era, sobre todo no era
y nunca sería,
que había que entender,
que un día íbamos a entender.
Fotografías de Wilhem Brasse.
Poema "Neologismos" de Ana Lissardy.
[Texto extraído de un comunicado en una red social]
[Un neologismo es, dentro de un determinado idioma, una palabra o expresión relativamente reciente y aislada que se está haciendo de uso corriente, sin llegarlo a ser del todo aún. Con frecuencia se relaciona con una innovación técnica o cultural en la sociedad. Una palabra nace generalmente cuando surge una nueva realidad que exige ser nombrada, por ejemplo inventos y descubrimientos, y también para nombrar nuevos fenómenos políticos, económicos o culturales.]
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