jueves, 25 de mayo de 2023

"Olga Alexandrovna Lander"

BLOg DE NOTAS

Olga Alexandrovna Lander
Samara, Rusia. 1909-1996



Fotografía bajada de la red.

















<<Cuando morían… Cómo miraban… Cómo…>>









“Papá, ¿para qué sirve una guerra?”


Irina Nikoláevna Zínina,

soldado, cocinera









          <<Mi primer beso…

          >>El subteniente Nikolái Bielojvóstik… Ay, me he puesto roja, y eso a pesar de que estoy hecha una abuelita. Entonces era joven. Muy joven. Creía que… A nadie, ni siquiera a mi mejor amiga, le confesé que estaba locamente enamorada. Locamente. Era mi primera amor… ¡O tal vez el único! ¿Quién sabe?… Yo creía: “Nadie de la unidad sospecha nada”. ¡Antes nadie me había gustado tanto! Si alguno me gustaba no era lo mismo, era menos. Y él… Hacía mis cosas y pensaba en él constantemente, a cada minuto. Ese… era el amor verdadero. Lo sentía. Todos los síntomas… Ve, ya me he vuelto a poner roja como un tomate…

          >>En su entierro… Yacía sobre una capa militar de lona, le acababan de matar. Nos encontrábamos bajo el fuego alemán. Había que enterrarlo deprisa… En ese mismo momento… Vimos unos abedules añejos, elegimos uno, estaba un poco más allá de un roble grande. El abedul más alto. Allí… Traté de recordar los detalles para después poder regresar y localizar su tumba. Cerca había una aldea, la carretera se bifurcaba… ¿Sería posible acordarme? ¿Cómo lo lograría si en ese mismo momento estaba viendo que uno de los abedules comenzaba a arder?… ¿Cómo? Había llegado la hora de despedirnos de él… Me dijeron: ¿Tú primera!”. El corazón me dio un salto, comprendí… que… todos sabían mis sentimientos. Todos lo sabían… Tuve un pensamiento fugaz: ¿tal vez él también lo sabía? Allí estaba… Dentro de nada le bajarían al foso… Le cubrirían de arena… Pero me alegró enormemente pensar que tal vez él lo sabía. ¿Y yo le había gustado? Como si todavía estuviera entre los vivos y pudiera responderme… Me acordé que en Nochevieja me había regalado una chocolatina alemana. Tardé más de un mes en comérmela, la guardaba en el bolsillo.

          >>Toda mi vida he vivido con este recuerdo… Aquel instante… Las bombas caían… Él… tendido sobre aquella capa militar… Ese momento… Y yo tan alegre… sonreía para mis adentros. Parecía una chiflada. Me alegraba porque él, quizá, sabía de mi amor…

          >>Me acerqué y le besé. Antes no había besado a ningún hombre… Era mi primera vez…>>


Liubov Mijáilovna Grozd,

técnica sanitaria









          <<Ya estoy llorando.. No puedo retener las lágrimas…

          >>Una vez entramos en una casa, dentro no había nada, dos bancos de madera desnudos y una mesa. Creo que ni siquiera había una jarra para beber agua. A la gente se lo habían quitado todo. Solo había una imagen santa en un rincón y un paño de lino colgado debajo.

          >>Los dueños eran dos ancianos. Uno de los nuestros se quitó sus botas, sus peales eran tan viejos y estaban tan desgarrados que no conseguía envolverse los pies con ellos. Fuera llovía, el suelo estaba lleno de fango, y las botas de aquel hombre estaban rotas. La anciana se levantó, se acercó a la imagen santa, descolgó el paño y se lo entregó al hombre: “¿Hijo, cómo vas a andar así?”.

          >>No había nada más en aquella casa…>>


Vera Safrónovna Davídovna,

guerrillera









He visto más muertos que árboles…


Tamara Stepánovna Umniáguina,

cabo mayor de la Guardia, técnica sanitaria









<<En el gueto vivíamos rodeados de alambres de púas… Recuerdo incluso que aquello ocurrió un martes, por alguna razón me fijé en que era martes. Un martes… No recuerdo ni el mes, ni la fecha. Pero fue martes. Estaba trajinado en casa y pasé por delante de una ventana. En un banco frente a nuestro edificio estaban sentados un chico y una chica, y se besaban. A su alrededor no había más que masacres y fusilamientos. ¡Y aquellos dos se besaban! Esa escena tan pacífica me dejó perpleja…

         >>En el otro extremo de nuestra calle, era una calle pequeña, apareció una patrulla alemana. También lo vieron todo, tenían un campo de visión perfecto. No me dio tiempo de comprender nada… Claro que no lo tuve… Un grito. Un gran estruendo. Unos disparos… Yo… me quedé en blanco… El primer sentimiento fue de terror. Solo vi que el chico y la chica se levantaron y al instante estaban cayendo. Los dos a la vez.

          >>Y después… Pasó un día, el segundo…, el tercero… No podía dejar de pensar en ellos. Tenía que entenderlo: se estaban besando en la calle, no en casa, ¿por qué? Querían morir así… Sabían que de todos modos morirían en el gueto y prefirieron morir de otra manera. Claro que era amor. ¿Qué otra cosa podía ser? ¿Qué podía ser?… Solo amor.

          >>Se lo he contado… ¿Verdad que ha quedado una historia bonita? En la vida real experimenté pavor… Sí…. ¿Qué más? Deje que lo piense… Ellos luchaban… Buscaban una muerte bonita. Estoy convencida de que fue su elección…>>


Liubóv Eduárdovna Krésova,

miembro de una organización clandestina









<<Llegué a Berlín. En la pared del Reichstag escribí: “Yo Sofía Kuntsévich, he venido hasta aquí para matar a la guerra”.


Sofía Adámamovna Kuntsévich,

cabo, instructora sanitaria de una compañía de tiradores







Fotografías de Olga Alexandrovna Lander.

Textos, extraídos de “La guerra no tiene rostro de mujer”, de Svetlana Alexiévich.



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