Win Wenders
Düsseldorf, Alemania. 1945
Autorretrato, 1975. |
"Disparar fotos"
Disparar fotos. Sacar fotos es un acto en el tiempo en el que algo se saca de su propio tiempo y se traslada a otro tipo de duración. Se suele suponer que lo que se capta en ese acto se halla ENFRENTE de la cámara. Pero no es cierto. Sacar fotos es un acto en dos direcciones: hacia adelante y hacia atrás. Sí, en el acto de sacar fotos también se dan <<culatazos>>. No es mala comparación. Del mismo modo que el cazador alza el rifle, apunta al ciervo que tiene delante, aprieta el gatillo y cuando sale la bala por la boca el culatazo le lanza hacia atrás, también el fotógrafo es lanzado hacia atrás, sobre sí mismo, cuando dispara. La fotografía es siempre una imagen doble, que muestra, a primera vista, su tema, pero en un segundo vistazo -más o menos visible, <<oculto tras él>>, por decirlo así- muestra el "ángulo inverso": la foto del fotógrafo en acción. Pero del mismo modo que al cazador no le alcanza la bala, sino que sólo siente el culatazo de la explosión, tampoco la lente capta, de hecho, esa contra-imagen contenida en cada foto. (Aunque permanece, un tanto inextricablemente, en la foto, como una impresión invisible del fotógrafo que se revela en la química del cuarto oscuro...)
¿Qué es entonces el culatazo del fotógrafo? ¿Cómo nota uno su impacto? ¿Cómo afecta al tema y qué rastro deja en la fotografía? En alemán hay una palabra muy reveladora para este fenómeno, una palabra conocida en diversos contextos: "EINSTELLUNG". Significa la actitud con la que alguien se acerca a algo psicológica o éticamente, esto es, la manera de sintonizar con algo y de <<asimilarlo>> después. Pero "Einstellung" también es un término que viene de la fotografía y el cine, y que significa tanto la "toma" (una toma concreta y su encuadre) como el modo de ajustar la cámara en términos de la apertura y la exposición con las que el cámara "saca" la foto. No es casual que (al menos en alemán) la misma palabra defina a la vez la actitud y la foto así producida. Cada foto refleja sin duda la actitud de quien la ha sacado.
Así que el culatazo del fusilero se corresponde con el retrato del fotógrafo, más o menos visible "detrás de la foto", sólo que, en vez de captar sus rasgos, define la actitud del fotógrafo hacia aquello que haya podido estar delante de él (o de ella).
La cámara es por tanto un ojo capaz de mirar hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo. Hacia adelante, de hecho, sí que "dispara una foto"; hacia atrás registra una vaga sombra, una especie de rayos-x de la mente del fotógrafo, pues mira directamente a través de los ojos de éste (o de ésta) al fondo de su alma. Sí: hacia adelante, una cámara ve su tema, hacia atrás ve el deseo de captar, en primer lugar, ese tema concreto, mostrando así de manera simultánea LAS COSAS y EL DESEO de ellas.
Cada segundo, en algún lugar del mundo, alguien da a un disparador y capta algo porque a él (o a ella) le fascina cierta LUZ o ROSTRO o GESTO o PAISAJE o ATMÓSFERA o simplemente porque la SITUACIÓN quiere ser captada.
Los temas de la fotografía, evidentemente, son incontables, cada segundo que pasa los multiplica al infinito. Aun así, cada momento de la toma de una foto, dondequiera que ocurra en el mundo, es un acontecimiento único cuya unicidad la garantiza el incesante paso del tiempo. (Incluso las tropecientas instantáneas turísticas de las sesiones especiales de "fotos protocolarias" son, cada una, un acontecimiento irrepetible. Hasta en sus momentos más triviales y banales el tiempo sigue siendo irreversible.)
Lo asombroso de cada fotografía no es tanto que "congele el tiempo" -como suele pensar la gente- sino que por el contrario el tiempo vuelve a demostrar con cada fotografía HASTA QUÉ PUNTO es imparable y perpetuo.
Cada fotografía es un memento mori. Cada fotografía habla de la vida y de la muerte. Cada "imagen captada" tiene un aura de sacralidad, trasciende el ojo de su fotógrafo y supera todas las capacidades humanas. Cada foto es también un acto de creación fuera del tiempo, desde la perspectiva de Dios, por decirlo así, que recuerda ese mandamiento cada vez más olvidado: "No te harás imagen tallada alguna".
Sacar fotos (mejor dicho: tener el increíble privilegio de sacar fotos) es "demasiado bueno para ser cierto". Pero de la misma manera es demasiado cierto para ser bueno. Sacar fotos es siempre un acto de presunción y de rebelión. Sacar fotos, por tanto, enseguida infunde codicia y, con menor frecuencia, modestia. (Ésa es la razón de que la "jactancia" sea una actitud mucho más habitual en fotografía que la "humildad".)
Así, si una cámara dispara en dos direcciones, hacia adelante y hacia atrás, fundiendo ambas imágenes de modo que la parte "trasera" se disuelve en la "delantera", permite que el fotógrafo, en el momento mismo de disparar, esté delante con los temas en vez de separado de ellos. A través del "visor", el que mira puede salir de su cascarón y ponerse "al otro lado" del mundo, y de ese modo recordar mejor, entender mejor, ver mejor, oír mejor y amar más intensamente (y también, ay, despreciar más intensamente. El "mal de ojo", al fin y al cabo, también existe.)
En el interior de cada fotografía también está el comienzo de una historia que empieza con "Érase una vez...". Cada fotografía es el primer fotograma de una película. A menudo, el momento siguiente, el disparo soltado al cabo de unos instantes, es decir, la imagen posterior, está ya rastreando el desarrollo de esta historia en su propio espacio y en su propio tiempo. Así que a lo largo de los años, al menos para mí, sacar fotos se ha ido convirtiendo cada vez más en "rastrear historias" (...) Con cada segunda imagen el "montaje" está ya en marcha, y la historia anunciada en la primera imagen empieza ahora a canalizarse por su propia dirección, definiendo su sentido del espacio y presagiando su sentido del tiempo. A veces aparecen nuevos actores, a veces el supuesto papel principal resulta no ser más que un papel secundario, y a veces no hay ninguna persona en el centro, sino un paisaje.
Creo firmemente en el poder de construir historias que tiene los paisajes. Hay paisajes, ya sean ciudades, desiertos, montañas o costas, que literalmente piden a gritos que se cuenten "sus historias". Las evocan, incluso hacen que ocurran. Los paisajes mismos pueden ser personajes protagonistas, y la gente que hay en ellos, extras.
Creo con idéntica firmeza en el poder narrativo del attrezzo. Un periódico abierto, tirado como al descuido en la esquina de una fotografía, ¡cuántas cosas puede contar! ¡Una valla publicitaria al fondo! ¡El coche oxidado que asoma por un lado de la imagen! ¡Una silla! ¡En una posición que indica que tan sólo hace unos instantes ha debido de haber alguien ahí sentado! ¡Un libro abierto sobre una mesa con medio título legible! ¡El paquete vacío de cigarrillos en la acera! ¡La taza de café con la cuchara dentro! En las fotografías, LAS COSAS pueden ser serenas o tristes, incluso cómicas o trágicas.
¡Y no digamos la ropa! En muchas imágenes, es la parte más interesante. ¡El calcetín caído en torno al tobillo de un niño! ¡El cuello alzado de la camisa de un hombre al que sólo podemos ver desde atrás! ¡Manchas de sudor! ¡Arrugas! ¡Parches zurcidos y remendados! ¡Botones que faltan! ¡Una blusa planchada con esmero! ¡La vida de una mujer resumida toda ella en su vestido, su vida entera mostrándose en los sufrimientos de un vestido! ¡El drama de una persona expresado por un abrigo! La ropa indica la temperatura de una imagen, la fecha, la hora del día, tiempo de guerra o tiempo de paz.
Y todo ello aparece frente a la cámara UNA SOLA VEZ, y cada fotografía convierte esta VEZ en una eternidad. Sólo A TRAVÉS de la imagen captada se vuelve visible el tiempo y en el lapso de tiempo ENTRE el primer disparo y el segundo emerge la historia, una historia que, de no ser por estas imágenes, habría caído en el olvido para toda esta misma eternidad.
De la misma manera que, en el preciso instante de sacar la foto, queremos desaparecer y entrar en el mundo y en las cosas, el mundo y las cosas se abalanzan ahora desde la fotografía sobre el que la mira, buscando sobrevivir y durar ahí. Es "AHÍ" donde suceden las historias, en el ojo del que mira.
(...)
Fotografías y texto, extraído de EXIT 3, de Win Wenders.
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