jueves, 25 de junio de 2015

"Josef Koudelka"






LOS CAZADORES deMENTES






Josef Koudelka
Checoslovaquia, 1938



Fotografía de Andrew Henderson.


















          Todos los anteriores crímenes del imperio ruso tuvieron lugar bajo la cobertura de una discreta sombra. La deportación de medio millón de lituanos, el asesinato de cientos de miles de polacos, la liquidación de los tártaros de Crimea, todo eso quedó en la memoria sin documentos fotográficos y, por tanto, como algo indemostrable, de lo que más tarde o más temprano se afirmará que fue mentira. En cambio, la invasión de Checoslovaquia en 1968 fue fotografiada y filmada por completo y está depositada en los archivos de todo el mundo.
          Los fotógrafos y los cámaras checos se dieron cuenta de que sólo ellos podían hacer lo único que todavía podía hacerse: conservar para un futuro lejano la imagen de la violencia. Teresa se pasó siete días enteros en la calle fotografiando a los soldados y oficiales rusos en todas las situaciones que resultaban comprometedoras para ellos. Los rusos no sabían qué hacer. Habían recibido instrucciones precisas acerca de cómo debían comportarse cuando alguien les disparase o les tirase piedras, pero nadie les había dicho qué tenían que hacer cuando alguien les apuntase con el objetivo de una cámara.
          Sacó un montón de carretes. La mitad de ellos se los regaló sin revelar a los periodistas extranjeros (la frontera seguía abierta, los periodistas venían al menos por unos días y agradecían cualquier documento que pudieran conseguir). Muchas de aquellas fotos aparecieron en los más diversos periódicos extranjeros: había tanques, puños amenazantes, casas semiderruidas, muertos cubiertos con la ensangrentada bandera roja, blanca y azul, jóvenes que iban en moto a una enloquecida velocidad alrededor de los tanques y agitaban banderas nacionales con largos mástiles, jovencitas con faldas increíblemente cortas que provocaban a los pobres soldados rusos, sexualmente hambrientos, besándose ante sus ojos con viandantes desconocidos. He dicho ya que la invasión rusa no fue sólo una tragedia sino también una fiesta del odio, llena de una extraña (y ya inexplicable) euforia.




























          Tenía ganas de decirles que detrás del comunismo, del fascismo, de todas las ocupaciones y las invasiones, se esconde un mal más básico y general; para ella la imagen de ese mal es una manifestación de personas que marchan, levantan los brazos y gritan al unísono las mismas sílabas. Pero sabía que no sería capaz de explicárselo.









Fotografías de Josef Koudelka.
Texto, extraído de "La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera.




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