Lo figurativo y lo abstracto
Si consideramos el arte del siglo XX, la aparición de la abstracción ha ampliado sin duda el ámbito de las artes plásticas al proporcionar a la pintura nuevos procedimientos y medios de expresión. Tras enfrentarse a los procedimientos de la pintura tradicional, el punto, la superficie, la línea, el color y la luz, ha producido imágenes totalmente nuevas en una superficie de dos dimensiones.
Cézanne, el iniciador de la pintura moderna, fue el primero en mostrar estas posibilidades, pero sin negar la figuración. Al mismo tiempo, sugería disimuladamente otra posibilidad: el recurso a la abstracción, sin por ello alejarse de la imagen. Sugerencia descuidada por numerosos pintores abstractos posteriores ultravanguardistas. Más tarde, la abstracción geométrica y el dripping no han conservado más que el aspecto decorativo de la forma, abandonando la imagen, o no recurriendo más que a las propiedades intrínsecas de los colores y de los materiales utilizados. Picasso, por su parte, continuó fielmente, pese a los innumerables cambios aparentes, defendiendo la imagen con tenacidad.
Kandinsky y los pintores de la abstracción lírica comprendieron este límite: toda imagen abstracta no es necesariamente una pintura que se pueda mirar. Desde que la abstracción traspasó esta frontera, no ha logrado hacer nacer una imagen ni suscitar sentimientos. Si no queda rastro de los sentimientos, si no se trata más que de la forma, uno está obligado a basarse en el aspecto decorativo o recurrir al lenguaje para proporcionar una explicación. El sentido de este tipo de abstracción es demasiado débil.
Si Soulages es tan interesante es porque discernimos en su obra efectos de luz, porque encontramos sensaciones visuales que despiertan la imaginación. Los occidentales, que no conocen el sentido de los ideogramas, consideran las caligrafías chinas como obras abstractas y llegan a sentir la respiración y el alma del pincel y la tinta. La imagen y el gusto son el alma de la pintura abstracta; si no, la diferencia con los motivos gráficos proporcionados por la ciencia y la técnica sería mínima. Las constelaciones y los mapas meteorológicos -a escala macroscópica-, las imágenes captadas por el microscopio electrónico -a escala microscópica-, así como los fractales matemáticos fabricados por ordenador, por muy maravillosos que sean, no emocionan al hombre y son incapaces de reemplazar al arte.
En el curso de su trabajo, el artista corre el peligro de cruzarse con tal o cual azar, tal o cual motivo, que pueden proporcionarle nuevas posibilidades plásticas. Sin embargo, el azar o el hecho de seguir sus caprichos no es arte, sino todas las huellas dejadas en el mundo natural y por las acciones humanas merecedoras de ese nombre, y el arte no sería más que una denominación.
Detrás de ciertas formas artísticas que se aproximan al grado cero se desarrolla un narcisismo sin límites. El narcisismo está presente de forma natural en cada individuo; la cuestión es saber hasta que punto puede ser controlado. No se trata de ocultar la inspiración nacida del azar o del capricho, sino, por el contrario, de ponerlas al servicio de la creación artística.
Lo formal y lo informal, la regla y la ausencia de reglas, la aspersión y la fluidez son procedimientos artísticos posibles, y la abstracción ha enriquecido de este modo el lenguaje pictórico. A veces, una parte o un detalle de una imagen figurativa, una vez agrandado, se aproximan a lo abstracto. No existe una demarcación definitiva entre lo abstracto y lo figurativo, y no es necesario oponerlos. Los dos lenguajes plásticos se encuentran y se funden; en lo figurativo hay abstracción y lo abstracto se ha introducido en lo figurativo; el espacio entre lo abstracto y lo figurativo puede proporcionar al pintor un vasto campo de exploración.
Romper la línea de demarcación absoluta entre lo figurativo y lo abstracto es también batir en brecha la división histórica del arte en estratos sucesivos. La categorización del arte impone adherir al artista una etiqueta que permita distinguirle a primera vista. Los artistas deben rechazar ese tipo de clasificación. Incluso en la pintura, las posibilidades de innovación plástica están lejos de haberse agotado, y anunciar prematuramente el fin de tal o cual género de arte en el arte moderno y contemporáneo es una ingenuidad muy en boga. La pintura no ha alcanzado la edad de su noble muerte, la larga tradición de la pintura figurativa no ha concluido y los potenciales de la pintura abstracta aguardan a ser más explorados.
La unión y la mezcla de la figuración y la abstracción ofrecen a la pintura una nueva orientación, porque entre la representación figurativa tradicional y la expresión abstracta moderna existe un universo oscuro de sentimientos que se abre en el interior del hombre, un mundo que las artes plásticas no han mostrado aún en toda su extensión.
El inconsciente que abordan el Aduanero Rousseau y el surrealismo acaba de comenzar a explorarse, y los procedimientos plásticos tradicionales de los surrealistas son insuficientes para penetrar la tenuidad de las sensaciones y el proceso de evolución de los sentimientos. Si no se contenta con la autonomía del formalismo, sino que se convierte en una forma de penetrar los trasfondos de los sentimientos humanos y de ir a captar las metamorfosis incesantes, la abstracción será un medio de expresión eficaz.
Los deseos y las sensaciones del hombre, sus sentimientos y sus pulsiones, sus inquietudes y sus preocupaciones pueden hacer surgir toda clase de visiones interiores. La artes plásticas han utilizado diversos procedimientos de expresión y de representación para revelar el mundo real, los sueños y las visiones quiméricas y, mediante la abstracción, han dado rienda suelta directamente a los sentimientos. Pero el pasaje furtivo de esas visiones interiores se sitúa entre lo figurativo y lo abstracto, o se entrecruzan uno y otro, sin que eso sea muy claro; su cohesión y su tensión, sus sombras y sus luces son como una casa móvil, una grieta que se abre, una contracción uterina, una dilatación armónica. El punto de convergencia entre el inconsciente y las sensaciones ¿no es precisamente el lugar donde debe penetrar el arte?
Las visiones interiores, que sobrepasan el intelecto y los conceptos, no pueden estar disociadas de la experiencia sensible. Hace falta recurrir al arte para abordar los lugares que la razón no puede alcanzar. Y la forma de expresión artística, sea figurativa o abstracta, sigue siendo un medio, y no una finalidad en sí.
Gao Xingjian, en "Por otra estética seguido de Reflexiones sobre pintura".
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