“Cultura S.L.”
Narrow, 2014.
Erwin Wurm.
“No es analfabeto aquel que no sabe leer, sino el que sabiendo leer, no lee” (Popular).
No es cierto que la cultura nos vuelva mejor persona. ¿De qué me ha valido, de qué me vale saber que apenas sé nada -de qué a la Europa liberal todo su pensamiento si fue conseguido a costa de expolio, guerra y opresión-?. Valga mi propia deriva hacia la intransigencia frente a la mediocridad del vulgo, cada día me ofusco más que una sociedad con recursos suficiente para dar y repartir se dedique con ceguera y egotismo a un sinfín de actividades hedonistas luctuosas y crematísticas, y sin sentido, antes que usar tal cúmulo de medios al desarrollo humanista solidario y filantrópico. Decía Isaac Asimov: “Hay, y siempre ha habido, un culto a la ignorancia. El tocón del antiintelectualismo ha sido un hilo constante tejido a través de la vida política y cultural, alimentado por la falsa creencia de que la democracia significa que mi ignorancia vale tanto como su conocimiento.” Lo poco aprendido hasta día de hoy me hace contemplar con desánimo la actual arrogancia y desvirtuamiento que se está llevando a cabo sobre el mundo del arte contemporáneo por aquellas partes interesadas pero mayormente por aquellotra masa ignorante que la soba y consume y la mete en el mismo saco que sus anodinas otras actividades lúdico sociales.
Captura de pantalla: de Yanayata Fa Silva.
Navegando la red hallé una noticia que no bien supe digerir, hallándose entre el elogio y la pena, dice así: “Los recolectores de basura en Ankara, Turquía, comenzaron a notar un creciente número de libros que se tiran. En lugar de dejarlos terminar en vertederos, comenzaron a rescatar los libros. Inicialmente, compartían los libros con colegas y familias. A medida que la colección crecía, decidieron crear una biblioteca pública en una fábrica de ladrillos abandonada dentro del distrito de Çankaya. La biblioteca ha sido un gran éxito. Ofrece una amplia gama de libros e incluso tiene una biblioteca móvil construida en un camión de basura convertido para llega a más personas. Se ha convertido en un centro comunitario, un lugar para promover la alfabetización y la alegría de la lectura…”. No sé si esta noticia es digna de elogio hacia al humilde y degradado socialmente colectivo de los basureros -“manipuladores de residuos” dixit normativamente a día de hoy- o más bien supone un fuerte varapalo a ese otro estrato de la sociedad acomodado, afortunado y reconocido por el grado de su poder adquisitivo que le capacita hasta para desechar las obras de la literatura como otro bien más de consumo cualquiera, la burguesía apabullante. Resulta similar a la paradoja de Hans Christian Andersen: “El mundo entero es una serie de milagros, pero estamos tan acostumbrados a ellos que los llamamos cosas ordinarias”. Un libro, un cuadro, una obra de arte son un milagro, no la quimera de la zarza ardiendo en el arbusto o ni siquiera la bajada de las tablas de una ley divina escritas sobre piedra, pero si lo son por gracia de la divina mano del hombre, en suma son su pírrica magna conquista sobre este su efímero suelo y en medio de la hostil compañía del resto de los humanos que se ceja impunemente en creer que el mundo se creó para sí mismo. Dicha iniciativa bibliográfica no es exclusiva de estos anónimos héroes, también en la provincia de Teruel, comunidad del Aragón vaciado, hay un pequeño pueblo con el agraciado nombre de Libros que hace ya algún tiempo propuso la reactivación de su pequeña biblioteca a través de la donación por parte de entidades y/o particulares de sus excedentes literarios, pasados cuatro años el proyecto continúa vigente y en activo, y de agradecer que incluso les lleguen ejemplares adquiridos ex profeso para la iniciativa.
Años atrás también, aunque algunos más, era habitual el oficio de comercial de editoriales, quienes puerta a puerta vendían enciclopedias o suscripciones de colecciones de clásicos o/y temáticas, a cómodos plazos en tantos meses que se sobreponían el último con la siguiente y que sufragaba aquella emergente clase baja que éramos entonces. El salón de las casas estaba organizado hacia la perspectiva del nuevo receptor-pantalla que nos invadía también, pero además contaba con la preeminencia de la consabida Salvat, Larousse o la más elitista y numerosa Espasa, que también el prestigio ocupaba espacio. Ímprobo esfuerzo social e individual que antepuso sus pocos medios de entonces en formar y culturizar a la generación venidera, vástagos que con grandes sacrificios contaron-mos con una alfabetización reglada y medios en detrimento de lo superfluo y ocioso. Hoy sin embargo deja testados sus bienes a esotra siguiente quienes se encuentran con aquel material cargado del estigma de objeto inservible, ni siquiera los libreros de antiguo pueden absorber tal cantidad de documentos y los rechazan de manera sistemática incapaces de recolocarlos en el mercado. Y sin embargo se publica día a día más que nunca, incluso cuando cada vez tengamos menos tiempo y paciencia -causados por los neohábitos telegráficos y ortográficos de la red- para leer. Así resulta anecdótico que ya llevara tiempo pensando en lo que iba a ser de mis libros sin mí, cuando yo no esté, mi pequeña colección-mi gran tesoro mi gran museo del conocimiento, y mientras tanto mi amigo Fer me comenta un día que intenta donar su especializada biblioteca aquí y allá y repetidamente es rechazada. Así que he decidido lasamente no preocuparme, ya no estaré.
Supongo que en el futuro próximo no tendrán el mismo problema, basta con aplicar las nuevas maneras -con un simple clic del teclado irá a la papelera cuando suceda el deceso del propietario- y para evitar errar dos veces en el mismo desatino y desocupar el espacio en el micro-salón del futuro se descargarán una aplicación virtual que les narre en sólo quince minutos la sinopsis de todas aquellas obras dignas de citarse en cualquier conversación -me pregunto cuál si ya no se conversa…- y así no llenar de más ni el hogar ni la mente con eso que llaman cultura, saberes, o juicio propio, y a la par “convertirte en el hombre más interesante”. Si no es que ya alguien lo inventó… y como aplicación lo comercializó… Tal vez lo utilicen los nuevos analfabetos de mañana, aquellos que sabiendo leer no leen -dice Ray Bradbury que “hay peores crímenes que el quemar libros, uno de ellos es no leerlos”-.
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Captura de pantalla.
“Las albarda”, Pierre Subleyras.
Pareciera que utilizáramos tan sólo a la cultura como aquel pintor y amante de la esposa de unotro colega del gremio. Cuenta la fábula de La Fontaine que éste, celoso y desconfiado, planea pintarle en el pubis a su mujer un burro, así si aquella osara caer en la infidelidad el frotamiento del coito causaría el borrado del susodicho tatuaje. Concertaron así pues ambos amantes que resolverían la cuestión después de la coyunda volviendo a repintar lo borrado en el mismo lugar y con la misma forma -representación que podemos ver documentada en cuadro de Pierre Subleyras-, aunque fuera por mor del acaloramiento o las prisas el caso es que le añadieron a susodicho pollino una alforjas que el original no portaba, y las cuales sirvieron al astado esposo para adivinar lo que ya sospechaba. O lo que sospechamos ya todos a estas alturas sobre el mundo del arte, que se utiliza para un traicionarnos.
Como por ejemplo(s): “Pan, pijo y habas es un proyecto fotográfico que nace de un marco familiar concreto. El trabajo se desarrolla en torno a las relaciones de afecto que se dan en un contexto periférico radicalmente masculinizado donde tienen lugar la cría y el adiestramiento de palomos de competición”. Malu Reigal, su novel autor, se cuenta entre los seleccionados por el festival Art Photo Bcn para participar en su área de “Visionados 2024”. Aún hay quien opina que “En este esfuerzo por visibilizar que el arte es importante nos hemos tomado demasiado en serio”, como nos dice Brenda J. Caro Cocotle. Así acerca de la profesionalidad contemporánea del artista continúa, “el debate sobre las problemáticas del trabajo cultural se encuentra bien asentado en la esfera pública: desde los modelos de autoexplotación -la empresa de uno mismo, el extractivismo del creador intelectual de la kreatópolis de la economía naranja y su compinche el empresario cultural- hasta las nuevas formas de contratación, perfectamente legales pero cuestionables -la figura del proveedor de servicios, tan caro a las instituciones mexicanas, quien tiene las obligaciones de un asalariado pero no las prestaciones y menos los derechos-. ¡Así que Manu se toma el arte demasiado en serio!, o Mónica Egido, otra neoartista. En su proyecto “FOMO” se desnuda, se inmortaliza, se agacha y hasta viste a un árbol con un abrigo o del horizonte cuelga unos calcetines, todo un abordar “la ansiedad en la generación milenial” a la par que un pleno explorar “su impacto en la salud física y mental” de la misma. Como se ve no cabe otra respuesta frente a su obra que la gran pregunta: ¿Pero, qué hicimos mal, nuestra generación, para obtener estos paupérrimos resultados?. A pesar del apoyo por parte del novo Art Photo Bcn, del aval elitista del festival PhotoEspaña organizado por la empresa cultural La Fábrica, o de la promoción del ubicuo portal Cultura Inquieta, a pesar de que “ser profesional pareciera ser comprometerse mucho: dejar la vida personal a un lado, ceder los tiempos de descanso, trabajar horas extra sin remuneración” como insiste Brenda, el resultado es éste, algo incomprensible -y lo defino así para ser generoso-. Pero así mismo es Brenda misma quien nos proporciona la clave de tal resultado: “la gente joven en el campo del arte apuesta por la seguridad antes que la incertidumbre”, o como años ha definía Fer: “artistas con Seguridad Social”.
Lo que ignora este breve generación acomodada -tras el inexpugnable muro de la individualidad digital- es que eso ocurre en todos los ámbitos del mundo laboral neoliberal, los derechos que generaciones anteriores tardaron siglos en conseguir, la apatía, abulia y desidia de esta neo-generación-digital las ha arrasado en un tris, su pasividad y arrogancia les ha abocado a asumir prácticas laborales con formatos de neo-escalvitud, la explotación como emprenderías o la creación como mercancía. Lo recibido -hogar, estudios, ocio, tiempo y dinero- sin conciencia de clase les ha valido para encontrarse de lleno con un mundo hostil que no tiene compasión y que les va a explotar hasta que la siguiente generación les de el relevo, extenuados y en la ignorancia más que la impotencia. Y si tal panorama de abuso laboral ocurre en el día día del mundo real de pan o hambre -en todas las eras todos los tiempos todas las sociedades- qué decir cuando perciban que aquel otro exclusivista mundillo del arte es el circo mediático donde pulula a sus anchas la élite económica.
Post “Art Photo Bcn” de Facebook.
Fotografías de Malu Reigal.
Captura de pantalla.
Post “Cultura Inquieta” de Facebook.
Fotografías de Mónica Egido.
Capturas de pantalla.
Según Borges de todos los inventos de la humanidad el mayor es el libro, por encima de todos, del resto, seanse el fuego, la rueda, la electricidad u otros. Puede que pecara de gremial, aunque no se le puede negar la sagacidad. Afortunadamente sus acólitos son múltiples a través de los tiempos, Carl Sagan se unió a él en su percepción y afecto: “La escritura es quizás el más grande de todos los inventos de la humanidad, uniendo a personas, ciudadanos de épocas lejanas, que nunca se conocieron. Los libros rompen las cadenas del tiempo y son la prueba de que los seres humanos realmente pueden hacer magia”, o tal como Ray Bradbury que los convirtió en personas, seres parlantes, hombres-libro, mujeres-libro, alienados como donquijotes huyendo del fuego censor de unotra realidad o distopía. Cierto que cualquier pintor preferirá destacar el propio marco de su expresión, un músico el acuerdo del sonido, la presencia del volumen excitará a un escultor y la luz dará vida al fotógrafo, pero para todos el Arte resultará el mayor invento que ha podido producir la mente humana. Pero el Arte no es una fábrica, lo términos “producir”, “obra”, “elaborar”, o “mono de trabajo” confunden al neófito, o aún siquiera al imberbe. La misma ambigüedad manifiesta de cualquier representación artística deja ese poso de maniobrabilidad que confunde su interpretación, si no se tiene un mínimo de cuidado y lucidez caeremos en la kreatópolis de Brenda, o peor aún, en la vanidosa ingenuidad de Malu o Mónica -y tantos tantos otros-. Afortunadamente hay islas en mitad del océano que nos salva y refugia, a veces áridamente o en otras en profesa armonía con el esplendor de la naturaleza, que se ose abrir una librería en el árido entorno de la desidia cultural -que creen nuevos acólitos, nuevos lectores de la vida, nuevos espíritus, que acojan el testigo del relevo-, sean surgidas tras los escombros de nuestra sociedad de consumo vertiginoso o después del bombardeo de la inmaterialidad digital, es casi poesía
Niño leyendo entre las ruinas de una librería de Londres
durante la campaña de alemana de bombardeo, el Blitz de 1940.
Fotografía anónima.
Recientemente un compañero me alababa el trabajo de unotro común que días atrás nos había mostrado con orgullo un cuchillo de caza que desde el forjado, pasando por el tallado de la empuñadura de asta de cérvido, hasta la marroquinería en cuero del forro, había perpetrado en su totalidad. “J. es un artista”, sentenció R. con acólito orgullo. Sin desmentir el valor de la pieza quise puntualizar que no se trataba de una obra de “arte”, que a lo sumo era un excelente objeto de “artesanía”, argumentándole que el Arte era algo más que una pieza de utilidad, a lo que con prontitud me devolvió la pelota cuestionándome si ponía en duda que el acueducto de Segovia entrara entonces en dicha consideración. Hay un antigua refrán que viene al caso: “quien se acuesta con niños, amanece mojado”. Reconozco que no era el foro adecuado, pero argumentaré en mi afán especulativamente didáctico, aunque mi error consiste en que a día de hoy al poseer todos un acceso ilimitado a san Google lo confunden con sapiencia, con cultura, con vanidosa razón, o en palabras de Rafael Argullol: “El uso de las tecnologías más innovadoras viene acompañada por la insultante pobreza de pensamiento”. La cultura pop que constantemente nos es bombardeada desde el mundo mediático -el cual todos creemos poseer y sin embargo él es quien no hace reos- se encuentra llena de falsas aserciones y encaminada a converger en una arrogancia individualista e infinita, uno de su vertiente más extendida es el hacerle creer al sujeto que Just do it, y su formato preferido es el concurso especializado amateur -donde nos vivimos lo que no vivimos-, habiéndolos en múltiples especialidades, desde la forja, la cocina, la restauración, la otra restauración, o la música, y para que nos entendamos: las canciones que acuden al algo ya más elitista concurso de canción ligera de Eurovisión no son lo mismo que la 9ª Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Por eso el argumentario imposible de exponer por falta de interés más que de tiempo es que un acueducto inicialmente es una obra civil -genéricamente y sin desvirtuar, es el paradigma de toda la arquitectura-, su fin inicial no es estético ni artístico sino utilitario, en su época tal vez ni llamara la atención por su multiplicidad y prosaicidad -más allá de las excepcionalidades inventivas vanguardistas-, pero que el azar de la pervivencia de la singular pieza a través de las sucesivas civilizaciones y su carga de representatividad de aquella otra de la que procede y que veladamente nos muestra y admiramos la hace cargarse de la cualidad antropológica de un rincón muy importante de nuestra cultura, satélite en ese vigoroso concepto de Arte. No todos los cuadros que se pintan logran ese estatus, ni siquiera la mayoría de libros escritos se salvan de la criba intelectual, y no digamos aquella fútil técnica fotográfica que aspira eternamente a su reconocimiento -y que injustamente fue suplantada por aquelotro 7º espurio hijo suyo que no es más que una industria de estrellato ideológico-. Como acertadamente sintetizó Julio Cortázar: “La cultura es el ejercicio de la identidad” -permítaseme añadir a título personal que cultura además es más que aprender, olvidar-. Vivimos inmersos en la dicotomía del fulgor banal de las redes que nos proporciona la percepción de un conocimiento inmediato, pero que no es igual a tal, ni a aquella otra cultura ancestral que se adquiría a través del tiempo y esfuerzo, necesarios para dar a posteriori vida a un humanismo in-progress. A día de hoy lo que premia es la síntesis inmediata y efímera vertida en la red, que hace superflua toda el antes o/y después de cualquier proceso informativo o formativo, o aún peor, la vecindad de otras frases flotando en el mismo vacuo vacío a la que aportamos la misma atención y el mismo valor, como aquella del “poeta, ensayista, orador, lingüista, abogado, notario público y pedagogo” Manuel Gayol Fernández quien tan apasionado de los libros aparenta ser y se enardece con esta flor de la obviedad: “La literatura es el arte de la palabra”. Así que ser enciclopedista no garantiza nada, y si ningún currículo avala ninguna declaración imaginemos el daño que puede llegar a hacer una indiscriminada vox populi, o la impunidad de la red.
La página oficial del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía a través de Carmen Fernández Aparicio nos “ilustra”: El trabajo de Carl Andre* surgió de un concepto constructivista definido por el artista a principios de la década de 1960 como "la generación de diseños globales mediante la multiplicación de las cualidades de los elementos constituyentes individuales". Trabajando a partir de módulos multiplicables como ladrillos, bloques de madera o placas de metal, Andre construyó un concepto de escultura como lugar , en el que las obras se basaban en unidades geométricas sin rastro de la figura y eran reflexivas, sin mostrar ningún signo de intervención humana o subjetiva del autor. A partir de 1966, Andre aplicó estos principios a la producción de estructuras de piso utilizando placas de metal, como Field , Equivalents y otras obras construidas con placas de acero o aluminio. El año siguiente introdujo la idea de alternar materiales como zinc, acero, plomo, cobre y mármol en una sola obra. Entre estas obras se encontraba Magnesium Copper Plain , que comprende 36 placas cuadradas que alternan entre magnesio y cobre. La obra aborda la idea de que el color real del material es una parte integral de sí mismo, un concepto que resalta el enfoque del minimalismo en las formas como autónomas, sin contenido latente. La historiadora del arte Lucy Lippard opinó que “una escultura pintada de gris es más 'coloreada' que una escultura de piedra gris”. La obra formó parte de la gran instalación del Guggenheim de Nueva York en 1970, titulada 37th Piece of Work. Y yo, como unotro santo Tomás incrédulo estético ignorante, viendo un simple tablero de ajedrez…
* ¿dónde quedó el acento? (Nota del suscriptor).
Carl André
Quincy, Massachusetts, EEUU, 1935
(Cobre y magnesio simple)
La “Fuente” de Marcel Duchamp fue la obra temprana de un iconoclasta, de un genio, de un Artista, quien ya en 1917 se enfrentó al convencionalismo de sus coetáneos academicistas, gremio y público, y fue una innovación, una provocación, una ruptura, en un medio genuinamente creador, en el medio genuinamente creador. Subvirtió en una sola pieza cánones estéticos, conceptuales, formales, lingüísticos y ontológicos, y no hubo marcha atrás, pero ¿realmente se entendió, se entiende a día de hoy?. A día de hoy, pasado más de un siglo, por el estado actual del mundo del arte da la impresión de que produjo más mal que bien, que su interpretación aportó más desconcierto que progreso, que desde entonces la reproducción y proliferación de neoartistas como Mónica Egido, Carl André o Erwin Wurm es vacua cuando no nula cuando no más de lo mismo en un ininterrumpido infinito de referencias a la fuente -como el angosto y pueril neoWC “Narrow” del encabezamiento de esta página- porque pareciendo fácil lo difícil preferimos quedarnos en el umbral y nos negamos a entrar en el mundo de lo difícil porque no resulta fácil. Y aunque el esfuerzo resulte ingrato a priori luego se torna revelador, esclarecedor, gratificante, pero sin embargo lo que resulta imperdonable es el secuestro mercantil de nuestros tiempos, ese gremio que todo lo encubre con un barniz de palabrerío neoacademicista, que bien conocen los del oficio que el revestir de aura su endogámico y elitista entorno excluye al neófito que ha de contentar sus ansias de estatus social aparentando a través del consumo turístico, pero además relegar a esotra minoría acólita y asombrada a un eremitismo anónimo en una periferia de autoconsumo-placer mientras asiste apenada por aquella herejía de mercachifles adorando falsos bellocinios y/o invisibles trajes nobiliarios.
El Arte no tiene nada que ver con las actividades comerciales del homo-burgués, ni siquiera del homo renacentista o el clásico heleno, el Arte trata sobre “El origen del mundo” -entiéndaseme-, no hay Arte si no roza el misterio de la vida, si no se preguntan las preguntas sin respuesta, si no loa lo incomprensible, lo inasible, el tema y los temas fuera del nuestro alcance, la vida, la muerte, el tiempo, los espacios, el universo infinito y su espejo las inconcebibles moléculas, el amor y el desamor y así mismo la razón y la sinrazón, de ahí la filosofía nacida del ocio **, los sentimientos innatos, los colores de la naturaleza, el deseo de las especies, la vorágine de los relojes, el vértigo de la realidad, el goce de la imaginación, el placer de la belleza, o el miedo y la desazón plasmados en obras, cuadros, arias, odas, o piedra, papel o lienzo. Eso son los ingredientes con los que se fabrica el Arte. El Arte es intuición, aproximación al misterio, a lo inexplicable, el ligero temblor que nos produce la vida, el estar vivo y ser consciente y acariciarla entre temblores de placer y miedo entre incapacidad y dislate entre asombro y asombro entre el hecho de nacernos y morirnos entre actos y pensamientos entre el todo y la nada. Y si alguna obra nuestra nos arrima a ello la llamamos obra maestra, literatura, escultura, poesía prosa música cielo o infierno o simplemente ARTE.
No conlleva el presente exordio la intención de convencer, más bien la de explicarme, a mí mismo. Lleva el ser humano milenios intentando dilucidar la existencia de los dioses y a día de hoy no existe respuesta clara, por ello permítaseme concluir diciendo que si bien los dichos populares no son literatura sino refranes entre ellos existe la genialidad, como aquel que dice que si no conoces el por qué de los libros inútil resulte el explicártelo.
** “Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al estado ni a la iglesia, que tienen otra preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. la filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza del pensamiento bajo todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la filosofía, que se proponga la crítica de todas las mistificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Hacer del pensamiento algo agresivo, activo y afirmativo. hacer hombres libres, es decir, hombres que no confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral o la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?” (Gilles Deleuze).
“El origen del mundo”, Gustave Courbet.
y para que conste este texto “Cultura S.L.” de enriqueponce fue redactado en este-aquel presente-pasado de 2024.