viernes, 25 de marzo de 2022

"Berenice Abbott"

LOS CAZADORES deMENTES



Berenice Abbott
Springfield, Ohio, USA. 1898-1991





Autorretrato
París, 1925











STEINMETZ era jorobado,
          hijo de un litógrafo jorobado.
          Nació en Breslau en 1865, a los diecisiete años se graduó en el Gymnasium con mención honorífica y enseguida ingresó a la Universidad de Breslau para estudiar matemáticas;


          para Steinmetz las matemáticas eran como la fuerza muscular, las largas caminatas por las colinas, el beso de una muchacha enamorada y las interminables tardes de cerveza compartida con los amigos;
          del mismo modo que los trabajadores y los estudiantes pobres sentían sobre sus espaldas rectas el peso implacable de la sociedad, él lo sentía sobre su espalda deforme; fue mienbro de un club socialista y editor de un periódico llamado La Voz del Pueblo

          Bismarck estaba instalado en Berlín como un gran pisapapeles para proteger el nuevo feudalismo alemán y defender a sus amos los Hohenzollern.
          Como temía que lo metieran preso, Steinmetz se escapó a Zúrich; y en Zúrich sus matemáticas sacudieron la siesta de los profesores del Politécnico;
          pero la Europa de los ochenta no era el mejor lugar para un estudiante alemán sin un céntimo, con la espalda quebrada y la cabeza llena de cálculo simbólico y asombro por la electricidad -que nos es sino las matemáticas hechas energía-,
          y para colmo socialista.

          Así fue como con un amigo danés zarpo hacia Norteamérica en la tercera clase del Lo Champagne, un viejo vapor francés;
          después de vivir en Brooklyn se trasladó a Yonkers, donde consiguió un trabajo de doce dólares por semana a las órdenes de Rudolph Eichemeyer, exiliado alemán desde el cuarenta y ocho, que era inventor, electricista y dueño de una fábrica donde producía máquinas para confeccionar sombreros y generadores eléctricos.
          En Yonkers concibió la teoría de los terceros armónicos y la ley de la histéresis, que establece en la fórmula de las relaciones múltiples entre el calor metálico, la densidad y la frecuencia cuando en el centro de un magneto sometido a corriente alterna los polos cambian de lugar.
          Fue la ley de la histéresis de Steinmetz la que hizo posibles todos los transformadores que vemos en cajitas, en los tejados de las casas y el los postes de alta tensión que hay por todas partes. Los símbolos matemáticos de la ley de Steinmetz son el patrón del cual nacen todos los transformadores.

          En 1892, cuando Eichemeyer vendió la compañía que daría origen a la General Electric, Steinmetz fue incluido en el contrato junto a otros artefactos valiosos. Steinmetz fue durante toda su vida uno de los tantos artefactos pertenecientes a la General Electric.
          Al principio el laboratorio estaba en Lynn, pero más tarde fue trasladado a Shenectady, la ciudad eléctrica, y con él el pequeño jorobado.

          La General Electric le consentía todos los caprichos, le permitía ser socialista y tener un invernadero lleno de cactos, iluminado por luces de mercurio, le permitía tener cocodrilos, cuervos parlanchines y lagartos, y el departamento de publicidad difundía la imagen del mago, el hechicero benefactor que conocía los símbolos capaces de abrir la puerta de la cueva de Ali Babá.
          Steinmetz sacaba una fórmula de la manga y a la mañana siguiente surgían mil fábricas nuevas y las dinamos cantaban una melodía de dólares y los transformadores guardaban un silencio de dólares,
          y el departamento de publicidad derramaba historias lúbricas en los oídos del público americano y Steinmetz se convirtió en el diminuto mago
          capaz de provocar en su laboratorio una tormenta en miniatura, hacer funcionar correctamente los trenes de juguete, conservar la carne fresca en el congelador, mantener encendida la lámapara de la sala y la luz de la calle y el reflector y el gran haz giratorio que por las noches orienta a los aviones de Chicago, San Luis, Nueva York y Los Ángeles;
          así que le permitían ser socialista y pensar que la sociedad humana podía perfeccionarse tal como se perfecciona una dinamo, y le permitían ser germanófilo y escribirle a Lenin una carta ofreciendo sus servicios, porque las matemáticas son esa ciencia abstracta que desarrolla fórmulas con las cuales se construyen talleres, fábricas, redes de metro, luz, calor, resplandor solar, pero en ningún caso relaciones humanas que puedan poner en peligro el dinero de los accionistas o los sueldos de los dirigentes.

          Steinmetz fue un mago famoso que para hablar con Edison tuvo que pulsar un aparato Morse que éste apoyaba en las rodillas porque Edison era sordo como una tapia y viajó por el Oeste
          pronunciando conferencias que nadie comprendía y habló de Dios con Bryan en un tren
          y cuando se encontró con Einstein atrajo a un enjambre de reporteros que no lograron enterarse de lo que esos hombres decían;
          y Steinmetz fue el artefacto más valioso que tuvo en su haber la General Electric
          hasta que se consumió y murió.















Fotografías de Berenice Abbott.
Texto, extraído de "El paralelo 42", de John Dos Passos.







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