jueves, 15 de octubre de 2020

"Mohammad Sorkhabi"

BLOg DE NOTAS




Mohammad Sorkhabi
Irán, 1985



Fotografía bajada de la red.























 





          La imagen es as-sura, y no tenemos actualmente otra palabra para decir <<fotógrafo>> que musawwir. Todo el mundo ha podido darse cuenta de la irritación de funcionarios, guardianes de edificios oficiales y policías cuando uno se pasea por un país árabe con una máquina fotográfica. No me refiero a la prohibición, que existe en todas partes del mundo, de fotografiar en los museos. Me refiero a esa agresividad exagerada que se da en nuestros países contra quienes se pasean con una máquina fotográfica por una medina. No sé cómo se ganan la vida los fotógrafos en los países árabes, pero cada vez que he tratado de sacar una foto de un árbol, una puerta o una mosca la cosa ha terminado mal. Un joven egipcio decidió prohibirme fotografiar la Esfinge en 1987. Lo tranquilicé, pues era mucho más fuerte que yo, dándole la máquina, como se hace con un niño, para apaciguar su irritación. Pero me sentía humillada y, sobre todo, cansada; me estaba fastidiando las vacaciones. Le pregunté tímidamente en qué perturbaba yo al al-kawn (el cosmos). Después le dije llorando que me oprimía (yazlim), y que yo era débil, que es la mejor manera de desarmar a un hombre árabe. Mi verdugo me devolvió la máquina, murmurando con apuro: <<No sé>> (la adri). Sin embargo, debería saber: <<Los más castigados por Alá el día del juicio final serán los musawwirun>>, nos dice Bujari en su Sahih. Los ángeles, explica, no entran nunca en una casa donde hay un perro o unos tasawir. Y tasawir es todo aquello que los seres humanos producen (yasna'un), toda reproducción de lo humano. Pero así fue como comenzó el culto a los ídolos: los seres humanos labraron imágenes que se pusieron a adorar a continuación.
          Sería un antepasado lejano de los árabes, Luhayy, <<el primero que introdujo el culto de los ídolos en la Ka'aba>>. Habría visitado Siria y, al ver a la gente adorar objetos, les habría preguntado: <<¿Qué hacéis?>> (ma hada?) Ellos le habrían respondido: <<Los utilizamos para mendigar la lluvia al cielo y para vencer a nuestros enemigos>>. entonces les pidió que les dieran algunos. Después volvió a La Meca y los colocó alrededor de la Ka'aba.
          La prohibición de reproducir en imágenes a los seres humanos liga para siempre en nuestro subconsciente dos cosas que han emergido como los soberanos de la modernidad teleinformática: la imagen y el individualismo. La creación, lo imaginario y la singularidad son otras tantas facetas de esa energía tan fabulosa y tan peligrosa que encierran los espejos y los sueños. El jayal, nos dice Ibn Manzur, <<son esas imágenes que te parece (tashabbaha laka) que existen, ya sea en la vigilia (al-yaqza) o en sueños (hulum) [...] y por eso llamamos a la sombra en el espejo, jayal, así como a la que nuestro cuerpo proyecta en el suelo>>. Todas las palabras que quieren decir <<crear>>, como jalaqa, y bada'a son peligrosas y están condenadas. Cualquier innovación es una infracción en el orden de las cosas. De hecho, nos dice Ibn Manzur, jalaqa (crear), en el caso del ser humano, es sinónimo de mentir (kazaba). Tres palabras siguen siendo esgrimidas aún hoy como hachas por los defensores de la fe, kafir, mulhid y zindiq, que significan todo lo mismo: desviarse del buen camino. El fanatismo religioso, como cualquier sistema autoritario, es portador de violencia en la medida en que las palabras funcionan como guillotinas. Al que habla en nombre de Dios le basta con acusaros de mulhid (ateo) o kafir (infiel) para convertiros en blanco legítimo de castigos. Y resulta que, en esa desviación con relación al grupo, es donde la creación y la innovación tienen lugar, de ahí el interés de examinar tranquilamente cada una de esas palabras para extraer su esencia e identificar sus matices.
          Es inquietante constatar que kufr (infidelidad) es casi lo inverso de fikr (pensamiento); en cualquier caso, ambas proceden de las mismas letras, pero vueltas del revés, desplazadas, como en los sueños y en los lapsus. El kafir es el que borra, el que disimula los favores recibidos, es, dice el Lisan, el ingrato que no agradece a Dios que le ha trazado el camino. El zindiq, tomado del persa, es el que no cree en el más allá (la yuminu bi-l-ajira) ni en la unicidad de Dios (wahdaniyyat al-jaliq). Es el que <<vuelve las cosas demasiado estrechas para él mismo (yu dayyiqu'ala nafsir) ya que se priva de la eternidad>>. Por un efecto de espejos, los tres términos se van a reflejar en el agujero negro: en el abismo satánico. Zindiq, sinónimo de mulhid y kafir, significa <<caer bajo la influencia de Satán>>, Shaytan, quien, como se sabe, actúa en el terreno de hawa, el deseo y las pasiones. Todo lo que se siente constreñido en los hudud, los límites que protegen la ciudad, es satánico.
          Una de las definiciones de Shaytan (el diablo), según el imán Ibn Kathir en su comentario de la fórmula ritual que pronunciamos diez veces (al menos) al día, <<A'udu Billahi mina ash-shaytan>> (Evoco la protección de Alá contra Satanás), es: <<En lengua árabe, Shaytan proviene de la raíz shatana, que quiere decir alejarse del comportamiento humano habitual y desmarcarse, saliéndose, de alguna forma, de la fila>>. Esta definición de Shaytan es importante, porque nos recuerda la esencia del orden, los términos del contrato social y el significado de la rebelión: <<Shaytan es el rebelde; ya sea entre los seres humanos, los demonios o los animales, todo lo que se rebela es shaytan. A Sahytan se le llamó así porque es subversivo (mutamarrid), porque abandona, en su comportamiento y sus actos, el comportamiento común a todos, el que conduce al bien>>. En ello reside la reflexión y el debate planetario que los musulmanes están llamados a emprender, el de la relación entre el bien y la reflexión individual, el problema del interés público y del desarrollo individual. Pues esa fue la alternativa que se planteó en La Meca el año 8: el interés público (la paz) contra el interés individual (ahwa'). Si la disyuntiva es la misma en nuestros días, su solución no pone en juego los mismos parámetros, ni las mismas dinámicas, ni exige las mismas soluciones. Las condiciones de desarrollo económico y cultural son tales que no hay ninguna necesidad de mutilarnos, sea de lo que sea. Si los Parlamentos árabes empiezan a funcionar, si la gente participa en el debate democrático para discutir sobre carreteras y escuelas que hay que construir, y empleos que hay que crear, se tendrá una visión diferente de la libertad de pensar de la que tuvieron nuestros desgraciados antepasados yahilíes.







Fotografías "Luto por el padre" de Mohammad Sorkhabi.
Texto, extraído de "Islam y democracia", de Fátima Mernissi.



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