domingo, 15 de marzo de 2020

"La mirada evidente"

OPINION.es



“la mirada evidente”


“Boulevard du temple”, 1939
Louis Daguerre

          Tuvo que pasar casi una década desde la aparición de la primera imagen fotográfica “Point de vue du Gras” de Joseph Nicéphore Niépce en 1826 para que en una de ellas apareciera por vez primera una persona. Los larguísimos tiempos de exposición que exigían aquellos ancestrales procesos impedían la fijación de los seres vivos por la dinámica de su discurrir, así en aquella primera toma de la historia se necesitaron ocho horas de luz sobre la placa que portaba la cámara oscura, e igualmente la toma del “Boulevard du Temple” que Louis-Jacques-Mandé Daguerre obtuvo en 1838 exigió de unos quince minutos. Pero el acaso o la premeditación de este último hicieron que en ésta se fijaran las figuras de dos transeúntes que durante ese mismo periodo de tiempo permanecieron estáticos, se trata de un hombre al que un limpiabotas está atendiendo. Lo que hoy resulta tan obvio en aquellos principio era un reto técnico de incalculable dificultad, a pesar de haber comenzado ya a dar unos inciertos primeros pasos estos eran lentos y vacilantes y probablemente más llenos de decepciones que de hallazgos. Pero por encima de la extraordinaria conquista que supuso la plasmación de la figura humana lo que no pudo ni intuir ni pretender su autor con ello fue la insinuación subrepticia a través de ella de la naturaleza efímera de la vida, de las gentes, de los tiempos, su impermanencia eterna, la transitoriedad tan sólo capaz de ser fijada a través de un estatismo temporal localizado, un caduco estarse en un acotado y determinado espacio casual. No es el primer requiebro que nos ofrece los anales de la historia, a veces queriendo encontrar otra ruta oeste a las Indias se descubre un continente, otras con la ambición de superar un reto técnico se escribe con luz la sustancia de la incorpórea materia que nos reviste.


“The Pond-Moonlight”, 1904
Edward Steichen

          El 14 de febrero de 2006 la casa Sotheby’s de Nueva York subastó una ampliación de “The Pond-Moonlight”  de Edward Steichen en casi 3 millones de dólares, poco más de un siglo después de su datación inicial, 1904. Resultó entonces el valor más alto ofrecido por una fotografía. Sin embargo las altas cotizaciones pecuniarias que se adjuntan a las obras de arte realmente tal consideración más la minusvalora y desprecia que ensalza, es no haber entendido nada sobre ellas. Retrospectivamente Steichen etiquetaría aquella época suya, génesis de dicha imagen, como impresionista sin saberlo, su atención a la emoción había dotado al artista de cierto grado de dominio sobre las reacciones emocionales a ciertos efectos de representación, sin embargo estaba interesado en capturar los que él mismo llamaba efectos románticos a través de luz, protagonista primordial a través del misterio de sus cambiantes matices y sombras. Lo que ansiaba aquel autor, como todos al fin y al cabo, a través de la fotografía de la naturaleza era trasponerla a ella misma como arte, humildemente imitarla, representar una huella fiel de aquella. Pero si este conflicto es inherente y ancestral en el mundo del arte, en la fotografía resultó ser un retruécano complejo de resolver, y mientras se arrastraba detrás de paradigmas ajenos y ya establecidos, buscaba de su propia voz a través de una idiosincracia aún no desvelada. Si a éste autor y sus contemporáneos les hizo falta casi un siglo para dar un pequeño paso en la resolución de tal nudo gordiano, ha hecho falta posteriormente otro mismo lapso de tiempo para darnos cuenta que la Fotografía ni es arte ni deja de serlo, pues por propia ontología es la propietaria congénita de la ambivalencia de pertenecer al ambiguo mundo de la ficción y la realidad, del arte y el documento, del racionalismo científico y el humanismo metafísico a la vez.


“The Steerage”, 1907
Alfred Stieglitz

          En Junio de 1907 Alfred Stieglitz captó la imagen más trascendente para la controversia Pictoralismo versus Realismo en que se debatía el gremio fotográfico desde su nacimiento. En contra de la apariencia “The Steerage” no es una instantánea de la llegada al Nuevo Mundo, previo paso por la “Ellis Island”, sino que fue obtenida a bordo de un barco con destino Europa en unas vacaciones familiares de su autor, así mismo tampoco hay acuerdo entre eruditos sobre la inmediata o postrera toma de conciencia por parte de Stieglitz del logro en su particular evolución, pero realmente ambos hechos son sólo la parte visible del iceberg. Más importante que suponer únicamente un cambio fundamental en el pensamiento artístico de su autor, que lo fue, representa el punto de inflexión para el resto de los acólitos, puesto que desde entonces aquel estilo pictórico que perseguía con afán representar la belleza dejó paulatinamente paso al enfoque directo de la fotografía que podía representar al arte con la vista fija en la vida cotidiana. Aquella imagen seguía unos patrones más cercanos a prototipos cubistas o abstractos que propiamente del medio, y sin embargo su particular fragmentación de luces y sombras, y sus formas en un desequilibrado equilibrio constituirán a la postre la biblia de la emancipación de la fotografía. Y lo hizo fijando la vista sobre un tema que aunque equívoco es, fue y será universal: la emigración. Todos en este mundo somos viajeros en el tiempo, emigrantes de nuestra infancia, inmigrantes hacia un espacio de incierto destino. Pero “The Steerage” más que ruptura o metáfora de personas viajando en busca del acomodo de un nuevo mundo es la constatación de todos lo seres huyendo en pos del ignoto sucederse.


“Blind Woman”, 1916
Paul Strand

          La mirada es un bien intangible, obvio, el arma de cualquier fotógrafo, aunque por sí sola es impotente. Tampoco ver y mirar resultan sinónimos, hay que saber ver, se aprende a mirar, la mirada evidente aparece después de la información. Nada peor que la ceguera. En 1916 Paul Strand realizó una serie de espontáneos retratos callejeros, directos, fieles, realistas, que integraban el documentalismo social con las maneras modernas de la representación fotográfica, una desviación radical de las anteriores formas del forzado retrato de época. Su fotografía directa seguía el postulado que la élite de la época comenzaba a ver e implantar como evidente. Su centro de encuentro y difusión era la “Galería 291” donde, desde la gestión de Alfred Stieglitz, se encontraron las fuerzas de vanguardia del arte europeo de entonces con la emergente nueva visión americana desde 1905 a 1917. Allí fue donde Strand entró en contacto también con Edward Steichen y el resto de los fotógrafos de Photo-Secession y su revista Camera Work quien le dedica por entero su último número en 1917. Este punto de inflexión haría que viera su trabajo como una respuesta para entender la críptica nueva pintura que venía desde la vieja Europa, a la vez que le alentaba en su particular manera de representar la Nueva York contemporánea con una mirada fresca y libre de convencionalismos. Así había llegado hasta su imagen más emblemática “Blind Woman” que resulta a la postre trasunto del mirar fotográfico, paradoja ineludible del gremio que se debatía entre la interpretación apolínea o la mirada directa, entre la representación bucólica o la sinceridad prosaica, entre ser ciego al ver o evidente al mirar. 




Texto de enriqueponce 2020.
Fotografías de los autores citados.



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