Nico: el "puto amo"
Imagen: "El Intermedio" (Programa de TV, presentado por el Gran Wyoming). |
El pequeño Nicolás, con tan sólo 20 años, ha logrado poner a la sociedad española en la incómoda situación entre la admiración, el estupor y la vergüenza. En plena crisis global/capitalista/occidental, acentuada en la Europa meridional donde el neo-liberalismo intenta entrar a pasos de un elefante en una cacharrería, y en un país que se debate entre un pseudo-recate financiero, una expoliación ciudadana de hechos y derechos, y una galopante corrupción encabezada por la chirigota de la clase política -antiguos caciques hoy reconvetidos en demócratas de medio pelo- surge la figura del "insigne infante Nicolás" reencarnando al más preciado de los pícaros de nuestro Siglo de Oro: "El Lazarillo de Tormes". Con sus tretas, promesas y sobornos no tan sólo ha llegado a encandilar a sus compañeros de colegio elitista -embadurnados ellos de brillantina, embutidos en jerseyes Lacoste y tan embobados en el aparentar, con el éxito y sus otras menudencias- sino que además engatusó a empresarios, gobierno y corte en tejemanejes no menos infantiles como los de ellos mismos.
Nico con José María Aznar, ex-Presidente de España. ("El régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva" declaraciones del 2012 en la campaña previa la la invasión de Iraq) |
Pero no es mi intención aquí enumerar sus andanzas, ni tan siquiera hacer crónica ni apología de sus fechorías -ya lo hizo Quevedo explícitamente más y mejor antaño- sino destacar uno de sus métodos que, aunque no novedoso, cumplió a las mil maravillas la función para el que lo elaboró: su álbum de fotos. Este bufonesco punto en la i de la corruptela latina y sin vergüenza alguna se hizo fotografiar con cada uno de los personajes que dicen ser alguien en la vida pública/política del momento, y con ellos elaboraba una agenda/hoja de contactos y suplantación que le servía de pasaporte para abrir la puerta del siguiente financiero, alcalde, presidente, ex-alto cargo y hasta de la cúpula del nuevo monarca hispalense. Y a través de una ficticia empresa de nuevo emprendedor, con la que traficaba en favores e influencias a comisión, avaló con sus posados la mascarada de un máster en mentiras.
Tampoco pretendo aquí alabar su ingenua originalidad. Ya desde Francis Galton o Arthur Batut con sus seres totales, Nanci Burson y las icono/star, Cindy Sherman y sus féminas estereotipadas, Joan Fontcuberta y la falsa certificación, Woody Allen con su múltiple personalidad, Yasumasa Morimura a través de la reencarnación ubicua, u otras propuestas de desenmascaramiento artísticas, antropológicas o amateurs -que hoy encontramos en la red fácilmente- han sido múltiples y específicas las maneras en que a través de la fotografía alguien ha querido mentir sobre sí mismo u otros, o ser un algo más allá de quien se es de hecho. Sin ir más lejos ya cada uno de nosotros mismos frente al objetivo cargamos con la culpa original al pretender posar otro ser, distinto, más público y aceptado, desde el mismo momento en que tememos ser inmortalizados por un instante -de hecho hay una profesión muy específica y lucrativa de este acto: el negocio de ser modelo de la falsa perfección-. Pero el construirse una vida avalada por la certificación absoluta de la imagen fotográfica y hacer un uso lesivo -o no- de ello, hay que reconocer que es una genialidad personal del pequeño Nicolás. Osadía tan sólo comparable en mi aprecio -no en el aspecto ético por supuesto- a aquel fotógrafo ciego, australiano, cuya referencia ahora duerme perdida entre los millones de líneas que guardan mi biblioteca y que jamás he podido volver a hallar.
En contra de lo que pareciere, las herramientas de Nico no fueron el descaro, las mentiras, su agenda, contactos, triquiñuelas o el dinero. Su fuerza radicó en utilizar fotografías que no dicen nada y que por lo tanto no saben mentir pero tampoco decir la verdad, en usarlas como cheques en blanco que todos deseaban firmar, como Visas-Oro que a todos deslumbraban, como tarjetas de visita que abría la puerta de Alí-Babá, o como recomendaciones mudas en una corte donde todos alavaban el traje nuevo de un rey desnudo. Y lo hizo con el arma más inocente pero de mayor manipulación masiva que la tecnología nos ha proporcionado, la que causa más estragos ciegos -a pesar de su visibilidad- y daña colateralmente que cualquier enfermedad mortal: la fotografía. Porque ésta es capaz de transformarnos en laicos creyentes a su pesar y debido a su potencial, pero mayormente porque somos unos analfabetos visuales -como los ojos nos vienen de serie damos por hecho que sabemos ver, y obviamos que hay múltiples maneras de mirar, por lo que los variables modos de ver no implícitos son una carencia que estamos obligados a subsanar si deseamos alcanzar una higiénica cultura general-. Aún así es resaltable que en su método fuera un profano al medio, e instintivamente no recurriera a la metodología digital del photoshop, ni tan siquiera usó la manipulación del collage, por contra reafirmó rotundamente su presencia a través de la característica instantánea analógica para conseguir una autenticidad incuestionable, pues con cualquier otra técnica podría haberse visto desenmascarado socarronamente.
Si en vez de enseñar a nuestros niños a leer y escribir por obligación les inculcáramos devoción no llegaríamos al fracaso intelectual una vez adultos. Instalados ahí usamos únicamente estos conocimientos para signar documentos de propiedad, o leer simplezas manipuladas y desinformativas, o para empaparnos de artículos hedonistas en formato tecnicolor de supuestos bienestares materiales -pareciera que la única diferencia entre niños y adultos de esta sociedad radicara cada vez mas en el precio de sus juguetes-. La fotografía es sí es inocente pero su uso puede ser perverso -por eso no es nada extraño encontrarse hasta los de este mismo gremio disparando fogueo con sus cámaras/colt-, en sí misma no narra nada pues carece de semiótica pero provoca un cúmulo de historias en nuestra mente más allá de su origen, por sí misma es incapaz de especificar fecha o lugar pero es una nave nodriza que traspasa tiempos y espacios, ella misma no es más que un objeto oxidado de un fiel reflejo o una sombra pero su luz es capaz de cegarnos, aunque debido a su uso indiscriminado, ubicuo, democrático y sencillo encubre todos sus matices pervirtiendo una fortaleza excelsa, y por eso usada o visualizada por manos inocentes puede poseer un poder desmesurado.
Así, cuando Nicolás se propone lo que se propone, ni piensa ni duda que el único medio de garantía a su alcance es un álbum de retratos, pero lo que ignoraba es que el aval de sus posteriores actos ya no será responsabilidad de aquél, que la vida social está más allá de las ideas o los propósitos, que fuera de la imagen fija está la caótica e impredecible vida real, y que si todo este quehacer hubiese sido un proyecto artístico simple y llanamente yo me apuntaría a lo que un compañero suyo declaró entusiasmado: ¡Es el puto amo!. Pero habiendo sido Nico educado en el hostil ambiente del hedonismo individualista, el éxito fácil, el materialismo sentimental, la cortedad altruista, la ceguera intelectual, la interesada filantropía y/o el credo monetarista, por contra le abogo un futuro fuera de los libros de historia o arte, y sí creo que acabará en cambio en un lugar donde sientan sus fueros todos los "chorizos" de este patrio suelo -tan productivo en cerdos ibéricos-: un consejo de administración.
Texto de enriqueponce.
Fotografías del álbum de Francisco Nicolás Gómez Iglesias.
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Nico viral :
Imágenes bajadas de la red.
No deberían detenerlo, lo tendrían que poner a dar conferencias.
ResponderEliminar:))))
jajajajaj.... sí, y abrir una suscripción para erigirle un monumento en "el valle de los caídos de los esperpentos" jajajajaj
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