KAULAK
Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo
(Dalton Kaulak)
Madrid 1862-1933
Autorretrato. |
Alfonso XIII |
Se tiene, en general, del arte del retoque fotográfico, un concepto muy equivocado.
Hay quien cree que todos los negativos lo necesitan, y hay, á la inversa, quien opina que, retocar un negativo, es echarlo á perder. Y, ni unos ni otros tienen razón. Existen clichés que dan muy buena prueba sin el menor retoque, y otros que lo necesitan en grado superlativo. El negativo diestramente obtenido de un paisaje, de un edificio, de un plano, de un cuadro, de una estatua, de un modelo elegido para estudio, etc., etc.. si no tiene puntos ni manchas, y, además, está justo de exposición, para nada, en efecto, necesita del retoque. Se producen, no obstante, á diario, negativos que pueden calificarse de perfectos, de modelos verdaderos, y que requieren que se les tapen algunos puntos, que se les den algunas ligeras veladuras en los claros, etc. No pueden, pues, dictarse sentencias absolutas ni en pro ni en contra del retoque que, unas veces es innecesario, otras conveniente y otras indispensable.
Pero, donde más se discute y controvierte las ventajas é inconvenientes del retoque, es en el género retrato que, naturalmente, es el que cultivan con preferencia los fotógrafos profesionales. Y, respecto de esta especialidad, y dicho sea con perdón de los aficionados á la goma que opinen lo contrario, ya me atrevo á afirmar que, el retoque sensato, bien entendido y artístico, es absolutamente ineludible.
No hay que confundir, al anatematizar el retoque, lo que es un complemento de la fotografía, lo que es un perfeccionamiento de la imagen, con lo que, á veces, es su destrucción. No es retocar, sino echar á perder clichés, el retocar á la buena de Dios, borrando unas cosas y acentuando otras, como hacen algunos retocadores dignos de..... lástima. Pero, el estudiar la imagen producida por la luz sobre la placa, el suavizar determinadas asperezas y durezas inesperadas, el suprimir detalles innecesarios cuando no nocivos al efecto definitivo de la prueba (como las manchas ó pecas de la piel), el modelar y recorrer el dibujo que pudo ser incorrecto ó defectuoso en el original y salió, por consiguiente, defectuoso en la imagen, el atenuar contrastes demasiado violentos causados hasta por el distinto poder fotográfico de los colores que se han fotografiado, el envolver y fundir en totalidades armónicas lo que puede ser desbarajuste de líneas, hasta enmendar, corregir y embellecer el natural, como debe hacer el que sea capaz de ello...... todo esto es retocar en el sentido legítimo y laudable de la palabra, y todo esto es lo que pueden y deben hacer los buenos fotógrafos. La misión es alta y no todos pueden desempeñarla; pero, eso no quiere decir que deba proscribirse. Son pocos, poquísimos los buenos fotógrafos retocadores Hay, aun entre los buenos retocadores de oficio, muchísimos que no tienen idea de lo que debe ser el retoque y retocan rutinariamente, quitando cosas que no estorban y aun, en casos, hacen falta y dejando otras que son ociosas y hasta contraproducentes. Yo he conocido retocadores habilísimos que creían de buena fe que, el retocar bien una cabeza, consiste en tapar con lápiz todas las arrugas del retratado, dejando la cabeza convertida en una naranja mandarina, sin más líneas que las de los ojos y la boca. Esos camaradas ignoran que, antes de dar un toque de lápiz, precisa enterarse del carácter y del tipo de lo que están retocando, para sostener, y aun acentuar si hiciera falta, lo personal y característico de la imagen, y desvanecer y aun borrar cuanto estorbe ó desdiga de ese carácter principal que ha de dominar en la imagen. Esos colegas ignoran, también, que hay arrugas que favorecen, que hay bocas grandes más hermosas que otras afectadamente chicas, que el borrar una comisura puede aniquilar una sonrisa que pudiera ser el principal encanto de un retrato, que hay cortes criminales, y que los detalles mismos que, en unas partes de la figura afean, en otras favorecen. Yo he visto retocar clichés de niños desnudos, con una implacable prolijidad, anulando las más delicadas bellezas de forma, destruyendo las carnosidades, que son el principal encanto de la carne joven y quitándoles de la cara lo que, precisamente, daba sensación de juventud y de alegría. Estas barbaridades no serán jamás retoque: serán crímenes de leso arte. ¿Dónde, en qué casos, pues, está el retoque indicado?..... El retoque bien entendido y artístico en todos. Señalemos un caso, por ejemplo. El cliché del retrato de un caballero de media edad. La imagen ha reproducido exactamente la forma del retratado. La lente que enfocó maravillosamente hasta el tejido del traje que llena el retratado, ha enfocado igualmente las imperfecciones del cutis. Se cuentan, en el cliché, las piedras de que está compuesto el alfiler de la corbata; pero, se cuentan del mismo modo, las arrugas que bordean los ojos. El caballero tiene (va de ejemplo) en la cabeza, 250 canas que, como es natural, salen negras, para dar luego blanco en las pruebas; pero como la luz en los retratos suele venir de arriba, y cada pelo que brilla á la luz es blanco (hágase la prueba), resulta que el caballero sale en el retrato con 500 canas, es decir, 250 más de las que tiene. Y esto, sumado á las arrugas, á las imperfecciones del cutis, á las venosidades de las manos, al posible aumento, por la postura, de la soto-barba, y á mil detalles más que, en la imagen fotográfica se advierten sin que se adviertan en el natural sacan al retratado más viejo de lo que real y efectivamente es. La máquina ha copiado con la fría inconsciencia con que opera la materia. Ha sido un espejo fiel de lo que pusieron ante ella, sin razonarlo, sin copiar más que la forma, sin apoderarse del espíritu. Y aquí, es donde el retocador-artista, debe suplir las deficiencias de la fotografía, suprimiendo las canas que aumentó el reflejo de la luz, atenuando las arrugas que la inmovilidad hace parecer profundas y mayores, fundiendo incorrecciones que no son necesarias y que afean, cortando lo que estorbe y haciendo, en una palabra, lo que hace el verdadero artista cuando pinta el natural. El natural copiado exacta, matemáticamente, como él es, no será jamás arte. Mienten los modernistas que así lo proclaman. Y la fotografía, si aspira a ser arte, no debe limitarse á producir imágenes copia absoluta y servilmente iguales á la forma del natural. La vida no es sólo forma y línea: la vida es algo que está encerrado entre la forma pero que es infinitamente superior á ella. Hay vida porque hay alma: y el que no atine á dar expresión de alma á lo que pinte ó fotografíe, no será ni pintor ni fotógrafo á la moderna; será un pinta-monas y un mequetrefe; nunca un artista.
No es que yo entienda que con el retoque pueda darse alma á la silueta gráfica estampada en un cliché; pero, sí se puede despojar á la imagen de su rigidez material, para prestarla esa apariencia de vida que es condición indispensable del buen retrato.
Y la responsabilidad de los fotógrafos modernos, es ahora mayor que cuando, antiguamente, todavía se pintaba en España. Hoy, que apenas hay pintor que produzca un buen retrato, quedan los fotógrafos como única esperanza de la gente. Y por ello, deben afanarse más en perfeccionar su arte logrado, á fuerza de retoque (en la negativa y en la positiva del que más tarde hablaremos) que, los retratos, sean lo que deben ser, lo que eran, en pintura, antes de sobrevenir el chubasco modernista.
Benito Pérez Galdós |
José Echegaray |
Santiago Ramón y Cajal |
"El niño de la silla" |
"Madre e hijo" |
"Retrato de mi madre, Esperanza de Juan" |
Fotografías y texto, extraído de "La fotografía moderna", de Antonio Cánovas.
"Un plagio a Velázquez" |
Estudio-galería de Kaulak. |
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