sábado, 5 de julio de 2025

"ese ruido"

OPINION.es




“Ese ruido”






Beata Zawrzel

Cracovia, Polonia.




          Cuenta Inés Fernández Arias, conductora del programa “Ecos y consonancias” en rne.clásica, que en sus años mozos conjunto a su cónyuge intentaban estudiar y profesionalizar su pasión por la música maldenominada clásica mientras los ruidos vecinales ciudadanos perturbaban molestaban se inmiscuían en sus prácticas y vocaciones, igualmente se invertía la dirección decibélica con sus constantes ensayos o deshoras de otrellos, así que tomaron la determinación de un peregrinaje a la arcadia ultramontana en pos del idilio de la soledad y el silencio. Y aunque del dicho al hecho hay un trecho consiguieron un cierto aislamiento donde comenzar a andar a la par que dieron vida a su primer hijo. Habitualmente estudiaban, practicaban y oían solo música clásica, sin embargo en una ocasión al encender el transistor la emisora debió haber sido trastocada por la asistente y surgió algo contemporáneo de entonces, posiblemente algo clásico de los ’60 que era lo que se escuchaba en los ’80, y el pequeño vástago que contaba ya con sobre los tres años preguntó: “¿Qué es ese ruido?”.

          Día siguiente misma hora 6:00 am hora dedicada a pilates hora radiofónica además de reposiciones ayer Inés hoy Luis Martín desde su “Sólo jazz” dedicado hoy a su vertiente free, en suma ruido. Casualidad coincidencia o azar, pero maticemos. Ya dediqué una larga reflexión a mi anhedonia musical en un anterior exhaustivo artículo y aún así cuando pienso en él veo más sus probables posibles malinterpretaciones que sus aciertos si los hubiere -Por el camino topé con esta reflexión del insigne don Ernesto Sábato que pareciera dedicada a aquél y que me sitúa en el más allá de una frontera que considero espuria pero que deseo constatar: “…si a alguien no le gusta Mozart o no le gustan los Beatles, debería esconderlo en lo más profundo de su alma y no decirlo nunca. Jamás hay que permitirse exhibir tal falta de sensibilidad ante música tan grandiosa”-. No se trataba no se trata de un juicio de valores, no pontificaba sobre ninguna esclavina jerárquica de valores o menosprecio, simplemente era es la sincera expresión de un estado de una sensación de un cupo de sensibilidad incrustada a base de tiempo educación cultura reflexión sosiego decisiones y lo que queda por el poso que es lo que te hace ser y estar en paz por ese breve espacio de tiempo y espacio que vivo viví y viviré. Así aquello era ruido para el infante de Inés porque jamás había oído nada igual y el free resulta ruido para mí por decisión, como ruido es todo aquello que no entendemos o no sabemos o no queremos aceptar, como ruido es todo aquello que no se ha acordado como cultural como ruido fueron las vanguardias las atonalidades las abstracciones los modernistas los simbolistas y aquellosotros en sus anacrónicos tiempos. Y la objetividad es por tanto y tan sólo un acuerdo, cultural social cómodo plácido como el mismo intelectual hispanoamericano apostrofa: “Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan mas”.

          Y sin embargo el ruido existe, y es incómodo perturbador soez y mayoritario. A través del portal digital esferapública que colombiano supongo y suscrito por Isabel Cristina Díaz vs Elkin Rubiano de quien ignoro sus supuestas o reales valías me arribó la propuesta el proyecto la obra “El Hueco” del también supuestamente artista Santiago Reyes Villaveces. Se trata de un exhaustivo despliegue de transposición en el interior de la “Galería Santa Fe” del caótico urbanismo callejero de “escaleras, rampas, baldosas, charcos y rejillas donde crecen plantas urbanas <<gozando de buena salud>>”, símil tal cual rua bogotana “rota y accidentada: la de la baldosa escupidora, la llanta que anuncia la ausencia de la alcantarilla, los niveles cromáticos y materiales del asfalto, del negro brillante hasta el barro”, en suma “el afuera que en este proyecto entra en la GSF es un afuera feo, caótico, vergonzoso, digno de no mostrarse, producto de la ineficacia institucional”. Me pregunto si perciben -artista articulistas curadores galeristas- la ironía de la conclusión crítica reivindicativa del papel de un estado fallido. Por supuesto el ruido no es sólo material, la obra, sino además es lingüístico, Isabel Cristina se vanagloria en la comparativa con el surrealista dadaísta vanguardista M.Duchamp, pero Elkin riza el rizo cuando propone que “Esta propuesta para Luis Caballero no solo hace referencia a los monumentales huecos de Bogotá (el fracaso de la ciudad), aunque su presencia sea importante dentro de la instalación, sino que también aborda el concepto del hueco en un sentido mucho más amplio. El hueco se convierte en fisura, en nicho, en vacío geológico, haciendo referencia a elementos como la laguna en la que se levanta Bogotá, e incluso a huellas históricas como el bombardeo al Palacio de Justicia”. Aunque no queda satisfecho el escriba y lo alza a una forma de Land Art bogotano tal la versión.6 de Gordon Matta-Clark por la gran reconfiguración espacial que lleva a cabo Santiago con esta exposición “al llevar la calle a la galería, se produce una inversión de significados tradicionales del arte y la ciudad. Lo urbano se convierte en arte, y el arte se convierte en un espacio de reflexión y experiencia perceptiva”.

          Quizá el único hueco que estemos creando sea el del pensamiento el de la historia el de la cultura, quizá si lo urbano se hace arte la ignorancia presencia el ruido jazz entonces tal vez quizás digo que quizá debemos deberíamos llamar a esto free-art. Digo pienso creo que si el arte es la cosa más sencilla del mundo la más banal la más procaz la más prosaica la más fea la más más, debemos deberíamos confesar que no necesitamos las galerías ni los museos para apreciarlo ni a críticos exégetas curadores o estetas para explicarlo, ni siquiera artistas para sublimarnos ni arte para preguntarnos exigirnos e inquietarnos, ni ruido que rellene ningún hueco.






“El Hueco”, de Santiago Reyes Villaveces

Galería Santa Fe, Bogotá.




          Supongo que a todos nos es conocida la expresión el miedo frente al lienzo vacío o su transposición el vértigo ante la página en blanco, hasta para dar forma coherente a esta breve opinión hace falta un alto grado de ambición humilde -aunque pareciera sencillo opinar no no lo es- por ello todo intento individual merece mis respetos toda ansia es loable todo intento resulta una proeza, pero la deriva de estos presentes tiempos se acerca más a un hipnótico espejismo de producción mercantilista con tintes ideológicos donde priman los valores hedonista superficiales efímeros economicistas, lo que deja huella e impronta de estupro falsaria estafa en su visibilidad en sus distintos templos de acogida contemporáneos. Por un lado esa dictadura exordio malaeducación malformación sobre el aspirante a artista que le impera en vestir la toga antes de crecerle la barba, y por el otro la invención del parque temático cultural que exige la rentabilidad por sobre todas las otras cosas. Conforme el historiador y crítico de arte galerista editor escritor y activista cultural -entre otros- Philippe Louis François Daverio “La gente suele ir a los museos y mirar cuatrocientos cuadros en hora y media. Vuelven con los pies así de hinchados y van en busca de una Coca-Cola para olvidar el experimento. Los lugares donde están los cuadros se llaman pinacotecas, igual que hay lugares donde están los libros, que se llaman bibliotecas. Nadie va a una biblioteca y lee todos los libros. Quien va a una pinacoteca, a un museo, debe ir a ver dos cuadros. Al principio, en mi opinión, incluso uno. El que hizo el cuadro a menudo tardó dos años en hacerlo. O incluso dos meses para hacerlo… ¿Qué me da derecho a mirarlo en veinticinco segundos?. Cuando estaban en la iglesia, la gente los veía desde que nacían hasta que morían: toda su vida. ¿Y ahora tienes que verlo en un minuto mientras corres hacia el el siguiente cuadro?”. Su resultado es el homo-vacacional-cultural que invade con desmesura cada rincón museo sala ciudad iglesia que le pongan al alcance con el mismo ansia que llena los no-lugares de tránsito gastronomía o solariegos. Y para cubrir esa demanda el ejército de burócratas que se llaman hoy gobiernos y que exhimidos de cubrir las reales perentorias y exigentes necesidades de sus votantes se vuelcan en extender recrear explotar el pan y circo romano en sus diversas y extensas maneras de deporte ocio cultura sin parar en mientes frente al arrollo poderoso de dondinero. La existencia de una industria se basa en oferta y demanda, y si no la hay la crea, y si algún obstáculo se interpone se elimina, y si hay daños colateral el fin justifica los medios.

          Pero el Arte nace del alma es espíritu trascendencia eternidad esencia idea cuerpo y sangre. Ted Lawson era un relativo joven norteamericano cuando ideó esta misma propuesta, creo dibujó planifico que un robot -una máquina de Control Numérico Computerizado- imprimiera un selfie con su sangre, el arte escrito con sangre, aunque dicen las malas lenguas que su ideario creativo no procede de tan divina inspiración, parece ser que su iniciática motivación nació al albur de hermanar un prosaico bolígrafo -supuestamente no se contentaba con que “Bic fino escribe cristal BIC cristal escribe normal”- con la susodicha máquina de marras, oséase aunar la artesanía prosaica de la tinta azul con la tecnológica impresora de sangre real. Según Liz Stinton desde la ecléctica plataforma digital Wired en el proceso concurre de forma inexcusable un intríngulis: “Hay un truco para hacer una buena pintura de sangre. La de Lawson implica mucha agua y una hamburguesa con queso antes de la sangría. "Descubrí que las comidas grasas facilitan el flujo", explica. Practicar mucho también ayuda. Lawson experimentó con dos selfies a tamaño real antes de terminar la pintura final. La pintura le llevó unas tres horas, pero Lawson afirma que la sangre total utilizada probablemente sea menor a la que donaría habitualmente. A pesar de describirse como aprensivo con la sangre y las agujas, el artista ha descubierto que si te clavas una aguja en el brazo suficientes veces, se vuelve más fácil ignorarla. «La sangre es solo un medio», dice. «Cuando te concentras en algo que no seas tú mismo, como al dibujar, se convierte en tinta y deja de ser sangre»” -lástima, digo yo-. Lástima que tal fin no concuerde con la génesis, de hecho el resultado es pobre parco insulso, como un dibujo hecho por una máquina, sin inteligencia ni sentimiento ni alma ni razón ni ni.




Ted Lawson

“Map not ter card”.



          Y sin embargo el arte esta lleno de estos ruidos, inconcluso fallidos y bienintencionados, y de silencios, vacíos plenos inmensos, porque él mismo es un proceso un camino el camino el sendero un tránsito un discurrir un vagabundeo una esperanza una oportunidad una estación un paso un murmullo un susurro el grito un clamor un estallido un estruendo el estallido y el estruendo, porque es todo y nada donde cabe ese todo y esa nada donde verter nuestros anhelos pensamientos frustraciones e intentos, donde guardar y concordar donde guardarnos y parapetarnos y donde concordar y desacordar donde creer y descreer. Desde aquella primera vez escrita en la tinieblas de una dura roca desde las estupefactas simiescas fértiles venus desde aquellos dioses jeroglíficos desta o unotra culturas mediorientales o/y clásicas desde aquellas otras biblias murales románicas góticas o/y renacentistas desde aquellas formas paraformas rupturas o disrupturas vanguardistas o desde las otras una y mil maneras de todas y cada una de las culturas que han sentado sitio en esta minúscula porción de transitoria y navegante tierra o planeta o satélite, desde entonces con conocimiento o sin él desde simios a homos desde salvajes a civilizados lo que hemos hecho lo que hacemos y lo que haremos es preguntar observar reflexionar deducir orar creer esperanzar esculpir escribir pintar trazar sobre un lienzo blanco sobre un incierto camino sobre la luz sobre la incertidumbre sobre el miedo en papiro en papel con la mano el pincel con el pie sobre la nieve como niños como un niño vaga camina traza juega deja un reguero transitorio fugaz inseguro frágil efímero como agua como nada como imagen como instantánea, como ruido, ese, para trazar afirmar certificar que “Cada uno de nosotros es por el momento la vida”, tal apuntó con humildad y sencillez sin ruido y con su rh positivo J.Saramago.




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