viernes, 15 de julio de 2022

"Dino Valls"

ARTEsana






Dino Valls
Zaragoza, 1959





Fotografía bajada de la red.






















          Todos los cadáveres son un ecosistema. Cada pájaro que ha caído, cada pez que ha acabado en tierra, cada ballena varada en la playa, cada tronco en descomposición o cada flor arrancada están destinadas a dejar de ser un conglomerado de moléculas gigantes, el sistema más complejo de todo el universo conocido, y convertirse en un amasijo de moléculas orgánicas más pequeñas. El proceso de descomposición está impulsado por los carroñeros, en la naturaleza empieza con buitres y moscas azules y acaba con hongos y bacterias.
          ¿Qué hacen las hormigas con sus cadáveres? Muchas especies transportan hasta el nido a los miembros de la colonia que han quedado gravemente heridos en el campo y allí se los comen. Si las heridas son moderadas, puede que les permitan vivir y curarse. A la mayoría de las hormigas guerreras que mueren en la batalla fuera del nido nunca se les lleva de regreso a casa. Acaban en las mandíbulas y picos de los depredadores.
          Una hormiga que muere en el interior del nido por su elevada edad o por enfermedad, simplemente se detiene o se cae de lado con las patas encogidas. En la mayoría de los casos, se le permite permanecer en ese lugar. Tras unos pocos días, una compañera la recoge y la saca del nido o la lleva hasta un montón de desechos acumulados en una de las cámaras. En esta cámara cementerio también se tiran toda una serie de desechos, entre ellos, los restos incomestibles de las presas. No se celebra ceremonia alguna.
          Cuando estaba empezando a estudiar la comunicación química en las hormigas se me ocurrió que, seguramente, los cuerpos de las muertas eran reconocidos por las demás por el olor de su descomposición. La señal que provoca que las hormigas se encarguen de eliminar el cadáver debe de ser una o varias de las sustancias que sólo están presentes en los insectos muertos. Si hemos demostrado que las hormigas vivas utilizan ese tipo de moléculas para poner en marcha un comportamiento social instintivo al servicio de la colonia, ¿por qué no también una vez muertas?
          Tuve la fortuna en esa época de encontrar un relato publicado en el que se identificaban las sustancias halladas en cucarachas muertas. Utilizando este trabajo como guía, me decidí a averiguar cuáles eran las sustancias químicas que estimulan el comportamiento necrofórico (eliminación de los cadáveres) en las hormigas.
          Primero trituré cuerpos de hormigas en descomposición. Coloqué gotitas de este material en <<muñequitos>> a modo de réplicas de hormigas muertas hechos de motas de bálsamo del tamaño de las obreras. Cuando las introducía en los nidos de las colonias de laboratorio de hormigas, las obreras los cogían y los llevaban rápidamente a la pila de desechos. Así pues, tenía un bioensayo que funcionaba, el paso esencial en la experimentación biológica. Al mismo tiempo, obtuve muestras sintéticas, químicamente puras de las cucarachas podridas. Durante un rato, el laboratorio olía débilmente a una mezcla de morgue y alcantarilla. (Dos de las sustancias, por ejemplo, eran los terpenoides indol y escatol, elementos que aparecen en las heces de los mamíferos.) La mayoría de las sustancias probadas causaban excitación y conseguían que las hormigas dieran vueltas en círculos  de forma agresiva, pero no provocaban que retirasen el cuerpo inmediatamente. Mientras que los pedacitos de bálsamo tratados con sustancias olorosas que colocaba en el nido eran atacados o simplemente ignorados, aquellos que portaban indol o escatol eran recogidos y transportados al cementerio.
          No hay procedimiento que le resulte más placentero a un biólogo que un experimento funcione. Este fue exitoso, al menos en el caso de las hormigas recolectoras de Florida, y lo repetía para que lo vieran las visitas hasta que empecé a aburrirme. Así que me planteé una nueva pregunta: ¿qué sucedería si embadurnase a una obrera viva y sana con una de las sustancias producto de la descomposición de los cuerpos?
          El resultado fue muy satisfactorio. Las hormigas obreras que se topaban con sus compañeras embadurnadas las recogían, las llevaban vivas al cementerio, las tiraban allí y se marchaban. La enterradora se mostraba relativamente calmada, como si fuera algo habitual. Los muertos han de ir con los muertos.
          Las hormigas embadurnadas hicieron lo que tú y yo haríamos si nos disfrazáramos de zombis: nos daríamos un baño. Es lo que suelen hacer las hormigas cuando cae sobre sus cuerpos un material no deseado. Hacen pasar los segmentos exteriores flexibles de las antenas, los funículos, a través de estructuras en forma de peine que poseen en las patas delanteras. Se chupan tanto como pueden el cuerpo y las patas con sus lenguas con forma de yema. Enrollan en gáster, la parte trasera del cuerpo tan hacia delante como les es posible, y lo limpian y lo lavan. Se dan un típico <<baño fórmico>>.
          Luego regresan a los compartimentos principales del nido. Si se han quitado de encima la suficiente sustancia necrofórica, son aceptadas de nuevo. Si no es así, sus compañeras las vuelven a llevar al cementerio. Continúan lavándose y puede que otras las ayuden. Esperan. Con el tiempo, si han podido eliminar los contaminantes o al menos se han disipado lo suficiente, se vuelven a unir a los vivos.





















www.dinovalls.com






Obra de Dino Valls.
Texto "Muertos vivientes", extraído de "Historias del mundo de las hormigas", de Edward O. Wilson.




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