jueves, 25 de julio de 2019

"Martín Chirino"






ARTEsana




Martín Chirino
Las Palmas de G.C. 1925-2019




Fotografía de José Aymá.








"...mi vida no consiste en hechos; mi vida es mi pensamiento."










          Si he experimentado momentos de entusiasmo, se los debo al arte; y, sin embargo, ¡qué vanidad es el arte!, querer pintar al hombre en un bloque de piedra o el alma en palabras, los sentimientos a través de sonidos y la naturaleza sobre una tela barnizada...
          No sé que poder mágico posee la música; durante semanas enteras he soñado en el ritmo cadenciado de una melodía o en los amplios contornos de un coro majestuoso; hay sonidos que penetran en mi alma y voces que me funden en delicias. Me gustaba la orquesta retumbando con sus olas de armonía, sus vibraciones sonoras y este vigor inmenso que parece tener músculos y que muere al final del arco; mi alma seguía la melodía desplegando sus alas hacia el infinito y ascendiendo en espirales, pura y lenta, como un perfume que se eleva hacia el cielo. Me gustaba el ruido, los diamantes que destellan a las luces, todas estas manos de mujer enguantadas y aplaudiendo con flores; miraba el ballet chispeante, los vestidos rosas ondulantes; escuchaba el ruido cadencioso de los pasos al andar; miraba cómo se separaban débilmente las rodillas con los tallos inclinados.
          Otra veces, recogido ante las obras del genio, sacudido por las cadenas con las que nos ata. Entonces, entre el murmullo de estas voces, el aullido pretencioso, ese zumbido lleno de encantos, ambicionaba el destino de estos hombres fuertes que manejan a la multitud como el plomo, que la hacen llorar, gemir, trepidar de entusiasmo. ¡Cuan vasto debe ser el corazón de aquellos que hacen entrar al mundo en él, y cómo se aborta todo en mi naturaleza! Convencido de mi impotencia y de mi esterilidad, soy víctima de un odio celoso; me decía que eso no era nada, que sólo el azar había dictado estas palabras. Arrojaba al cieno las cosas más altas, que envidiaba.
          Me había mofado de Dios, bien podía reírme de los hombres.
          Sin embargo, este humor sombrío era solamente pasajero, y experimentaba un verdadero placer en contemplar el genio resplandeciente en la morada del arte, como una gran flor que abre un rosetón de perfume ante un sol estival.
          ¡El arte!, ¡el arte!, ¡qué bella vanidad!
          Si sobre la tierra y entre todas las nadas se adora una creencia, si hay algo de santo, de puro, de sublime, algo que vaya con este deseo inmoderado de lo infinito y de lo vago que nosotros llamamos alma, es el arte. ¡Y qué pequeñez! Una piedra, una palabra, un sonido, la disposición de todo eso que llamamos lo sublime. Quisiera algo que no tuviera necesidad de expresión ni de forma, algo casi tan puro como un perfume, casi tan fuerte como la piedra, casi tan inasible como un canto, que fuese a la vez todo eso y nada de ninguna de estas cosas. Todo me parece limitado, restringido, abortado en la naturaleza.
          El hombre, con su genio y su arte, no es más que un miserable mono de algo más elevado.
          Yo quisiera lo bello en lo infinito y allí no encuentro más que la duda.














"Hombre que quiere comprender lo que no existe, y hacer una ciencia de la nada; 
hombre, alma hecha a imagen de Dios, 
y cuyo genio sublime se detiene ante una brizna de hierba 
y no puede resolver el problema de una mota de polvo."






Obra perteneciente a la colección de la Fundación Martín Chirino, 
situada en el Castillo de La Luz en Las Palmas de G.C. 
Texto y citas extraídos de "Memorias de un loco", de Gustave Flaubert.
Fotografías de enriqueponce.



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