José Manuel Ballester
Madrid, 1960.
Fotografía bajada de la red. |
"Ya no somos nosotros quienes pensamos el objeto,
sino el objeto el que que nos piensa a nosotros."
Menos mal que los objetos que se nos aparecen siempre han desaparecido ya. Menos mal que nada se nos aparece en tiempo real, ni siquiera las estrellas en el cielo nocturno. Si la velocidad de la luz fuera infinita, todas las estrellas estarían allí simultáneamente, y la bóveda del cielo sería de una incandescencia insoportable. Menos mal que nada pasa en el tiempo real, de lo contrario nos veríamos sometidos, en la información, a la luz de todos los acontecimientos, y el presente sería de una incandescencia insoportable. Menos mal, que vivimos bajo la forma de una ilusión vital, bajo la forma de una ausencia, de una irrealidad, de una no inmediatez de las cosas. Menos mal que nada es instantáneo, ni simultáneo, ni contemporáneo. Menos mal que nada está presente ni es idéntico a sí mismo. Menos mal que la realidad no existe. Menos mal que el crimen nunca es perfecto.
Los seres y los objetos son tales que en sí mismos su desaparición los cambia. En este sentido nos engañan e ilusionan. Pero también en este sentido son fieles a sí mismos, y nosotros debemos serles fieles, en su detalle minucioso, en su figuración exacta, en la ilusión sensual de su apariencia y de su encadenamiento. Pues la ilusión no se opone a la realidad, es una realidad más sutil que rodea a la primera con el signo de su desaparición.
Un objeto fotografiado no es más que la huella dejada por la desaparición de todo el resto. Desde lo alto de ese objeto excepcionalmente ausente del resto del mundo, tenemos una vista inexpugnable sobre el mundo.
La ausencia del mundo presente en cada detalle, reforzada por cada detalle, como la ausencia del sujeto reforzada por cada rasgo de un rostro. También podemos obtener esta iluminación del detalle mediante una gimnasia mental, o una sutileza de los sentidos. Pero en tal caso la técnica opera sin esfuerzo alguno. Tal vez sea una trampa.
En el horizonte de la simulación, no sólo ha desaparecido el mundo sino que ya ni siquiera puede ser planteada la pregunta de su existencia. Pero es posible que esto sea una treta del propio mundo. Los iconoclastas de Bizancio eran personas sutiles que pretendían representar a Dios para su mayor gloria pero que, al simular a Dios en las imágenes, disimulaban con ello el problema de su existencia. Detrás de cada una de ellas, de hecho, Dios había desaparecido. Es decir, ya no se planteaba el problema. Quedaba resuelto con la simulación. Lo mismo hacemos con el problema de la verdad o de la realidad de este mundo: lo hemos resuelto con la simulación técnica y con la profusión de imágenes en las que no hay nada que ver.
www.josemanuelballester.com
Fotografías de José Manuel Ballester.
Cita y textos, extraídos de "El crimen perfecto", de Jean Baudrillard.
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