sábado, 5 de octubre de 2024

"El rostro de alguien capaz de matar con la escritura"

EL CAJÓN deSASTRE







Fotografía de David Octavius Hill y Robert Adamson.




18 de diciembre de 2004. BCN. Ha venido a Casa Genovesa el escritor mexicano Juan Villoro para hacerme una propuesta original. Se trata de hacer un libro de fotografías, con cien imágenes acompañadas de textos de cien comentaristas de todo el mundo. Las fotos proceden de una riquísima colección que se encuentra en la Ciudad de México. Una comisión ha seleccionado un centenar de ellas. Lo singular de la propuesta estriba en el hecho de que cada uno de los comentaristas elegidos recibe una fotografía escogida al azar. La idea me ha gustado.

         Luego, cuando Villoro me ha entregado la que me correspondía, me he quedado un tanto decepcionado. Era una fotografía antigua, de 1845, en la que se veía a un degradable individuo con cara de tener una llaga en el estómago. El tipo iba vestido al modo romántico y en la imagen resaltaba el banco del cuello de su camisa sobre un fondo tenebroso. Su piel era pálida y los cabellos lacios intentaba disimular la calvicie. estaba delgado, demacrado. En el pie de la foto se indicaba su nombre, John Gibson Lokhart, y el de sus fotógrafos, David Hill y Robert Adamson. Era la primera vez que veía escritos estos nombres. He aceptado porque era un buen retrato, aunque el retratado fuera tan inquietante. Villoro me ha dicho que únicamente debía escribir treinta líneas y que ya me llamaría desde México para recordarme la fecha de entrega.


(…)


          19 de diciembre de 2005. BCN. Ayer recibí una llamada desde México en la que me reclamaron amablemente mi texto para el libro de fotografías. Ha pasado un año desde el encargo que me habían hecho a través de Juan Villoro. Me había olvidado por completo del tema, y también de la cara del individuo que estaba en la foto. Ni siquiera he ido a buscar la carpeta donde la guardé. Tengo escasas ganas de volver a verlo.

          

(…)


          21 de diciembre de 2005. BCN. He escrito, por fin , el texto para el libro de fotografías mexicano. Esta mañana, tras un año, he ido a ver el retrato del deprimente desconocido, Lokhart. Luego he intentado saber de quién se trataba. Lokhart, Lokhart: nadie se llama así en la Enciclopedia Británica, y en Internet uno que se llama así es muy posterior a 1845. ¡Quién diablos será este Lokhart! Me he pasado el día dándole vueltas. casi por un milagro, en medio del alud de nombres, he acertado el enigma en la propia Enciclopedia Británica.

          ¡Faltaba una c! ¡En el pie de foto que me habían pasado faltaba una c! El nombre correcto del individuo era John Gibson Lockhart ¡Y era él!

          Por la noche he escrito el comentario.

          <<Durante años me pregunté cómo podía ser el rostro de alguien capaz de matar con la escritura. Tenemos muchos candidatos para ocupar la cara de un asesino con navaja o pistola y tampoco nos faltan pistas para llegar a las facciones del que mata firmando documentos, pero tenemos menos experiencia respecto al autor de una crítica. Y sin embargo, Lord Byron había sido contundente. John Keats, who was kill’d off by one critique. Otros habían afirmado algo semejante. Shelley dedicó todo un poema a esta cuestión. Se decía que no había sido un solo hombre el autor de la crítica, sino un colectivo, dirigido, eso sí, por una mano que tenía la mayor autoridad. ¿Qué rostro correspondía a esa mano? Shelley, en su poema, alertaba: Live thou, whose infama is not thy fame!

          >>¿Cómo era el hombre que, insinuaban los poetas, mató a Keats con una crítica? Claro que Keats murió en Roma de su tuberculosis y pudiera ser muy bien que los poetas contemporáneos inventaran aquella lúgubre historia para defenderse de las críticas futuras. En cualquier caso, la sospecha era fascinante y durante años me interrogué sobre el dibujo físico y moral de aquel individuo. Shelley: Hot Shame shall burn upon thy secret brow.

          >>A mi alrededor había, desde luego, quienes con sus textos hacían méritos para ser abrasados por la ardiente vergüenza. El crítico que ensalza o hería para agradará a su patrón o aquel, joven todavía, que militaba en las huestes del resentimiento: gran musa, el resentimiento, inspiradora del veneno que ha recorrido miles de páginas! He visto críticos dispuestos a la tarea pero ninguno tenía la apariencia de haberlo conseguido. No era fácil ser aquel dead and viperous murderer al que aludía Shelley.

          >>Se necesitaba una cara excepcional. No era fácil, pero con los años la encontré. La tengo delante: dura, oblicua, cortante como el acero. Está ahí en el magnífico retrato que David Octavius Hill y Robert Adamson le hicieron al crítico John Gibson Lockhart en 1845. Tengo enfrente al hombre que buscaba.Como todo, el hallazgo ha sido fruto del azar que, al convertirse en destino, deja de ser azar. Era necesario que Juan Villoro me trajera, de México a Barcelona, un retrato y un encargo para que apareciera el espectro de mi perseguido.

          >>Remorse and self-contempt shall cling to thee. El remordimiento y el desprecio de ti mismo se aferrarán a ti: así Shelley te ha arrojado al infierno. Sin embargo, ahora te veo enjuto y elegante en esta añeja fotografía y siento algo parecido a la disculpa. Te veo disimular torpemente la calva para la posteridad y casi siento simpatía. Has debido pasar horas en el vestidor para ocultar tu sufrimiento ante el fotógrafo.

          >>Tienes, John Gibson Lockhart, el rostro seco del condenado sin remedio. Y la condena es saber que, aunque escribiste aquel artículo en el Blackwood’s Magazine que te dio un éxito inmediato, y luego tuviste honores y poder, nunca alcanzarás siquiera la sombra de John Keats. Tu condena es morir definitivamente a cada instante en que Keats vive para siempre. Y eso deja huella en una fotografía.





Texto, extraído de “Visión desde el fondo del mar”, de Rafael Argullol.

Fotografía de David Octavius Hill y Robert Adamson.



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