miércoles, 15 de noviembre de 2023

"la duda del artista"

EL CAJÓN deSASTRE






"la duda del artista"




         (…) Nos interesa, como veis, esa riqueza que la obra no encierra, la duda del artista. Y nos es indiferente si éste tiene nombre y apellido, legados por las crónicas, o si lo consideramos anónimo, pero, más responsable todavía de las creaciones que aquellos que dejaron estampada su firma para la posteridad.

          Entre estos últimos, entre los anónimos, también se considera feliz, como Sófocles, el Maestro de las Sombras. Otros han poseído muchas cosas. Él sólo una: las sombras. No recuerdo quien lo inició en el aprendizaje. ¿Su padre?, ¿su abuelo? Tal vez nadie, tal vez lo aprendió una tarde ante la sombra de un árbol o persiguiendo su propia sombra. Su pasión fue creciendo. La luz tenía todo el prestigio, pero la sombra era la auténtica vida de la luz. Cada sombra contenía una luz distinta. Se hizo coleccionista de sombras y, con el tiempo, también escultor de sombras. Las sombras podían esculpirse en la intimidad. Prosperó, aunque únicamente ante sus propios ojos. Y es feliz porque nadie sabe que es tan rico, por consiguiente, nadie le envidia.






(…)


          ¡Si en ese tiempo que le resta supiera lo que verdaderamente le contó la extraña desconocida a Sócrates! No lo que Platón dijo que Sócrates había dicho, sino lo que salió de la boca de aquella. Nunca lo sabremos, Ni Goethe ni nosotros. Sin embargo, en esta estancia del museo discurren una voces colgadas en el tiempo que se refieren a aquella mágica noche en que Sócrates se encontró con la sabia desconocida. Ésta le cuenta al filósofo en qué consiste la belleza de los cuerpos y por qué es más importante la de las conductas y mucho más todavía la de las ideas. Sócrates está conmovido porque la voz de la mujer es maravillosa. Pero todas esas cosas, más o menos, ya las sabe. La sacerdotisa va a explicarle en qué consiste la Belleza en Sí. Sócrates se emociona, pues ningún hombre con anterioridad ha tenido tal honor. De pronto sopla un fuerte viento que se lleva las palabras. Sócrates, ensordecido, no puede oírlas pese a que ve moverse los labios de la mujer. Desesperado, Sócrates exclama <<¡Repíteme qué es la Belleza en Sí, pues el sonido del viento me ha impedido oírlo!>>. Ella sonríe encantadoramente, y desparece.





(…)


          No obstante, un museo como el nuestro, al que no se exigen obras sino espectros es de continuo una paradoja y muy pronto nos enteramos de que los condenados pueden tener asimismo dulces sueños. El Maestro de la Luz es uno de ellos. Cuando era aprendiz de pintor en Amberes mató a un comerciante que le había provocado en la calle y como castigo le encerraron en una mazmorra para siempre. La familia del comerciante exigió que la celda no tuviera luz alguna para que le aprendiz no pudiera pintar. Como era una familia poderosa de la ciudad, los deseos fueron cumplidos. Pero el Maestro de la Luz continuó pintando en su mente. Con los años un carcelero compasivo le entregó papel para dibujar y pasado más años obtuvo lienzos, pinceles y colores. Aunque pintaba en plena oscuridad, su dominio de la luz era portentoso. Sus telas, llenas de una mágica luminosidad, llegaron a manos de un rico coleccionista que, sobornando a algunos consejeros del tribunal, consiguió la liberación del Maestro de la Luz. Mañana será excarcelado. El Maestro de la Luz hurga en su bolsillo. Allí tiene la navaja con que esta tarde se arrancará los ojos, pues, una vez fuera de prisión, quiere seguir investigando la esencia de la luz.





Texto, extraído de “Visión desde el fondo del mar”, de Rafael Argullol.

Obras, “El imperio de las luces”, de René Magritte. 




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