miércoles, 1 de julio de 2015

"Shomei Tomatsu"






BLOc DE NOTAS





Shomei Tomatsu
Nagoya, Japón. 1930-2012




Foto bajada de la red.


















"Conocimiento del infierno"








me siento en un sofá frente a un televisor apagado, la antena es un arbusto de aluminio, los únicos árboles que dentro de poco poblarán la ciudad, el país, el continente entero, el Amazonas será una selva virgen de antenas, un tipo entrado en años se instala a mi izquierda, se afloja el pijama, me apoya la mano abierta en la rodilla. Me gusta este programa me informa él, después del himno del final con la bandera es lo que más me gusta. La pantalla sin imágenes se parece al día fuera de aquí, viscosa y muelle como el lodo sudoroso de un animal. Mi mujer me quiere matar, me susurra el tipo entrado en años al oído, siempre que me plancha la ropa echa veneno en la plancha, basta con oler las camisas para pillarle la fechoría, menea la calva desilusionado. Todas son unas zorras todas son unas zorras. Una de las mujeres despeinadas se acomoda en la silla frente a nosotros, con los ojos fríos e inmóviles como ojos de cristal, sus piernas peludas me espeluznan, los brazos peludos, el bigote, un tendón o una vena se le hincha y se le deshincha en el cuello. Mírela, me susurra el viejo, también pertenece a la pandilla. El teléfono empieza a sonar con timbrazos discontinuos, angustiosos, apremiantes. ¿No lo avisé?  me pregunta triunfante el viejo que procedía en su cabeza a raciocinios que se me escapaban, la única solución es desconectar el frigorífico antes de acostarnos. Un enfermero levantó el auricular, Urgencias dijo y se quedó escuchando callado, mientras escuchaba intentaba limpiar a duras penas una mancha en la bata En cuanto pueda dijo, se mojaba el pulgar en la lengua y frotaba. Señor enfermero anunció el caballero entrado en años, esta mujer nos quiere matar. El cielo se asemejaba a una frente lechosa, a una frente uniformemente lechosa. El enfermero salió sin responder. Va a tomar medidas concluyó el caballero entrado en años muy satisfecho. Un auxiliar vino a llamarme, no era el mismo de la víspera. Venga al médico dijo. Yo tengo una conspiración que transmitir reveló el viejo. Vas a tener que aguantar la conspiración un poco más respondió el auxiliar, ven tú el de los pantalones mojados. La mujer peluda abrió la boca de repente El tío se ha meado dijo ella y recayó de inmediato en su mudez vacía. El tipo se ha meado, el tipo se ha meado, el tipo se ha meado, protestaban mis piernas arrastrándose por las baldosas, el médico era diferente también a no ser que fuese el mismo pero con una barba canosa postiza y una pipa llena de tabaco Gama humeando como un carguero. Cuál de ellos es este preguntó el médico revisando una serie de fichas. Siéntese ahí dijo una enfermera. La familia lo trajo anoche con una carta, aclaró una voz a mi espalda, muy alterado. Nunca he estado alterado, digo yo, soy la serenidad en persona. El tabaco Gama suelta una bocanada complaciente Entonces según tú qué fue lo que pasó. Vinimos engañados, mis zapatillas y yo. Tus zapatillas, se asombra el tabaco. Siempre que voy descalzo por la noche al cuarto de baño me constipo le digo yo, ¿a usted no le ocurre lo mismo? Tú que crees, me pregunta él. Creo que usted me molesta, digo yo, ese tabaco suelta un tufo de mierda. El enfermero se apresuró a retirar el cenicero de cristal de encima del escritorio y lo colocó en lo alto de un armario, muy lejos de mí. Por qué estás tan enfadado pregunta el médico con una afabilidad de mal agüero. Porque ustedes me están hinchando los cojones y aunque me doy cuenta, y me quejo, de que me están hinchando los cojones acabo pidiendo disculpas. Así no entiendo nada, gime el tabaco Gama, sigo sin saber lo que ha sucedido. Estamos empatados que yo tampoco lo sé, le respondo, ¿y si usted fumase otra clase de hierbajo? El enfermero del teléfono me toca la espalda Cómo te llevabas en casa con tu familia. En casa con mi familia, pienso, siempre fue la misma lata, levantarse trabajar acostarse, levantarse trabajar acostarse, y los domingos el paseo en coche a la Cruz Quebrada, pero en lugar de eso digo No es asunto suyo, asunto suyo es devolverme las zapatillas y dejarme ir lo más deprisa posible, no tengo que decirle nada a nadie, ni dar justificaciones, ni explicaciones, ni contarles cómo son las cosas, soy la serenidad en persona, la serenidad de las serenidades en persona, me tocan los cojones y yo mansito como una oveja muerta, no protesto, no acuso, no tengo motivos de queja de nadie, sólo quiero marchar ábranme la puerta. Le han dado la medicación que está marcada preguntó el tabaco Gama al enfermero, el tipo escupe finito para toda esta dosis lo mejor es darle dos más a ver. Dos más qué digo yo. La lluvia a fuerza de desteñir los colores ha vuelto el día completamente blanco como un carrete de fotos estropeado donde se distinguían vagamente los contornos de las casas, suma de líneas indecisas horizontales y verticales que se esfumaban. Vitaminas, hombre, afirma el médico, vitaminas para que se te deshinchen los cojones, ponerte bien, fuerte como un roble. Ya no entro otra vez en el mismo juego, respondo, no me pillan desprevenido. El enfermero me agarra de un lado, el auxiliar del otro, un segundo enfermero que ordenaba ampollas en un armario me afloja los pantalones. Huele a meado que apesta, comprueba, a meado podrido que apesta. Siento el frío del algodón en las nalgas y después el alambre ardiendo que me perfora la carne, me llevan a la habitación, me desnudan, me tumban en la cama y empiezo a desaparecer despa-
          -Recita un poema del que
cito de mí mismo, a diluirme, a evaporarme. Mis zapatillas vuelvo a gemir, si quisiera hacer pis por la noche me constiparía seguro, me pasaría estornudando toda una semana en el trabajo
























Fotografías de Shomei Tomatsu.
Título y texto, extraído de "Conocimiento del infierno", de António Lobo Antunez.




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