martes, 15 de abril de 2025

"Rothko vs Goya"

ARTEsana





Capilla Rothko
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Houston, Texas, EEUU.

(Fotografía bajada de la red)



          Para Rothko, los cuadros tienen su luz propia. De ahí proviene la importancia de la iluminación de las pinturas, del espacio donde se colocan las telas. El pintor hubiera deseado escoger los lugares donde debería permanecer su obra, y cuando pudo hacerlo, probó en la medida de lo posible de desmaterializar la superficie de la pared. Le gustaba, con este objetivo, que las pinturas más grandes fueran destinadas a las habitaciones más pequeñas. La Capilla Octogonal estaba concebida como la realización última de estas ideas.
          A mí me recuerda otra gruta y otras pinturas negras que hay en el origen del arte moderno: las de Francisco de Goya, aunque en este caso no podemos acceder, si no es con la imaginación, al lugar original. Si pudiéramos entrar en aquella Quinta del Sordo donde su inquilino solitario, Goya, había pintado un enigmático conjunto de catorce pinturas, sentiríamos con toda probabilidad una cosa completamente diferente de la que ahora sentimos cuando las contemplamos en el Museo del Prado. Naturalmente que esto pasa en buena parte de la historia de la pintura, de manera que podríamos jugar con la idea de una historia imaginaria que nos trasladase a los lugares originalmente pensados por los artistas. Pocos artistas reconocerán, seguramente, el entorno actual de sus obras. Tampoco Mark Rothko tuvo la fortuna de ver coronado su trabajo en la Capilla Octogonal.
          La pinturas negras de Goya, realizadas en las paredes de la Quinta entre 1819 y 1823, debían abalanzarse, claustrofóbicamente, sobre su creador y espectador. Las reconstrucciones de la casa y de la distribución de las pinturas nos permiten concluir que Goya, como Rothko, intentaba obtener un efecto de invasión de la mirada, de manera que no fuera posible sustraerse al poder de aquellas obras. En la gruta sagrada de Goya, en apariencia concebida para él mismo, tiene lugar la epifanía del arte moderno.
          Si desde nuestro mirador actual examinamos estas catorce pinturas negras, no podemos evitar la tentación de advertir en ellas, in nuce, las líneas maestras que han vertebrado el arte moderno. Como en un milagro visual, en estas pinturas descubrimos el expresionismo, el surrealismo, la abstracción; descubrimos la rotura de la tradición y la propuesta de nuevas tradiciones; descubrimos la invitación a la subversión lingüística permanente. Todas las violencias de las pinturas de la Quinta del Sordo apuntan a lo que serán las violencias del arte moderno.
          Entre las dos grutas, la de la Quinta del Sordo y la de la Capilla Octogonal, se despliega un camino largo y contradictorio, pero en El perro de Goya ya hay el despojo y la luz de Rothko.
          No obstante, observando las pinturas negras de Goya como una epifanía, casi me es imposible no ver las pinturas negras de Rothko como una consumación. Uno de los poderes más misteriosos de la capilla de Houston empuja al visitante hacia esta instancia, tal vez nebulosa pero persistente: en este tabernáculo laico y semioscuro parece que estén guardados las semillas, la plenitud y el sacrificio del arte moderno. En este lugar se acaba una historia y emerge el embrión de otra historia que, en buena parte, ya es la nuestra.
          Goya y Rothko son puntos de inflexión. Antes del primero, el arte occidental todavía no es plenamente libre; después del segundo, consumado el experimento de la libertad, el arte deja de ser <<occidental>> -mimético, representacional- para sumirse en un mundo totalmente diferente de aquel, genuinamente europeo, que dio a luz a la modernidad. Entre los dos momentos, de una gruta a otra, podríamos entrever el desarrollo del sentido trágico, de la ironía que ha marcado los mejores estadios del arte moderno. También podríamos advertir, una vez más, su estigma apocalíptico y su conformismo utópico: un arte que sin dejar de ser arte, quiere ser también conocimiento, un arte que sabiendo que es ilusión, quiere ser también verdad.

Texto, extraído de "Maldita perfección", de Rafael Argullol.









Infografías recreación la Quinta del Sordo bajadas de la red.













Fotografías de Jean Laurent.
Obra de Francisco José de Goya y Lucientes.


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