jueves, 25 de septiembre de 2025
lunes, 15 de septiembre de 2025
"La nueva Verónica"
La nueva Verónica
Imaginemos la tierra desierta. No es fácil. Estamos demasiado habituados a nuestra propia presencia, a las huellas que el trabajo humano ha dejado en la naturaleza. Incluso en los campos. Basta con que nos ocultemos tras un árbol y acechemos cuidadosos. Con un pequeño esfuerzo, y si hemos elegido bien el lugar, se adivina que es un planeta despoblado de hombres y, también ahora, de todos los animales de pelo y pluma que nos hacen buena o mala compañía. Quedan sólo los insectos, que son bichos duros e indiferentes. Pero despoblar ciudades es otra cosa. Las calles resultan interminables, las fachadas de las casas van a derrumbarse. Y reinan el silencio y el miedo.
Imaginemos que en esta tierra, de donde todos los hombres han huido y en la que todos los hombres han muerto ya, desciende una nave, cápsula o platillo volante, y que unos cuantos seres, de esos que la ficción científica nos promete, vienen a enterarse de qué gente vivió aquí. Si tienen tendencias necrófilas o arqueológicas, desenterrarán cuerpos y reconstruirán formas; si traen ya con ellos, o aquí se les pega, el virus del arte, tienen los museos sin guardas ni cicerones; si les cupo en suerte el don de lenguas, hay al menos un millón de novelas y diez billones de poemas que lo dirán todo de quien los escribió y los leyó -o no leyó.
Pero hay en Hiroshima un muro, una pared, la pared de una casa. El 6 de agosto de 1945 contra ella se proyectó, y allí quedó grabada, la sombra de un hombre. Y como no hay sombra sin luz, hubo una bomba antes, una claridad súbita, una oleada de calor. El hombre que allí estaba absorbió las radiaciones como una esponja y sirvió de antepecho a la ola de calor, y fue a chocar contra el muro. Desapareció el hombre. Dejó la sombra, la marca, la dimensión que ocupaba en este mundo. Su pequeña dimensión que al mundo daba sentido, su pequeña alegría, su profundo e irremediable dolor.
En Hiroshima hay un muro. Esos seres de otro planeta que he traído en esta crónica a colación, si tuvieran inteligencia y fueran capaces de indignarse, se juntarían ante aquella nueva rígida Verónica, aunque al decir este nombre no sepan, en rigor, lo que está diciendo, y fundarían una religión nueva, la de la protesta contra la fría locura, la de la revuelta contra la crueldad enloquecida.
Y no tendrán ya ojos (si es que los tienen) para la belleza de las pinturas y de las estatuas, y de los campos restituidos (¿para qué?) a su verdad natural.
Y harán un magnifico auto de fe de las oportunidades pedidas por los antiguos habitantes de este globo.
Y el muro de Hiroshima será mirado como el más fiel retrato del hombre, boca silenciosa y única por donde pasan los gritos del dolor y los aullidos del odio, Verónica rugosa donde fue a acogerse este viejo rostro del hombre que a sí mismo se lamenta -y se acusa.
José Saramago, “De este mundo y del otro”.
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“La sombra” , Hiroshima. Fotografía FFAA USA 20nov1945. |
viernes, 5 de septiembre de 2025
"estudio de nubes sobre lago Victoria"
“El tiempo. Todo. Locura”
microcuento, anónimo.