viernes, 25 de marzo de 2016

"Requiebros de memoria"






desCONCIERTO EN Mi memoria







"REQUIEBROS DE MEMORIA"

por enriqueponce.







prólogo.



          A modo de frontispicio comenzar con un corto verso de César Vallejo:

"Me moriré en París con aguacero
un día del cual tengo ya el recuerdo". (1)

          He querido empezar trastocando el lugar que ocupa la memoria en el tiempo porque aunque habitualmente éste pasa, sus fracturas quedan, desvelándose así lo incierto de su supuesta linealidad. Pablo Neruda le atribuye ciertas propiedades. "El tiempo lava y desenvuelve, ordena y continúa" (2), y tan ciertas son que luego al pasado tan sólo podemos hacerle quiebros con la memoria y la fotografía, frágil la una y precisa la otra.


Eugène Atget
"Au tambours, 1908".


          También Fernando Pessoa nos hace viajar en ninguna dirección cuando escribe: "...me acuerdo de él en el futuro con la nostalgia que sé que he de sentir entonces" (3). Tiempo y memoria confundidos, igual que ocurre con nuestras viejas fotografías, que provocan confusión al mostrar pretéritos suspendidos por la acción de la luz. Ellas son espacios acontecidos y reposos de lo evadido, perennes e inmóviles presentes que nunca más volverán a suceder más allá de nuestra propia imposibilidad de recreación sentimental.


John Coplans
"Autorretrato, 1984".


          Así en torno a la memoria y de forma ineludible, se asienta el concepto tiempo y el acto fotográfico. El tiempo "ese monstruo bifronte de condena y salvación" (4) según Beckett, realmente no existe, no existe más que el momento, éste presente, y ya no existe, estamos en otro, que rápidamente se agota para dejar paso al siguiente. La paradoja fotográfica consiste en la posibilidad de su captura, la de este presente inevitablemente caduco. Atraparlo y eternizarlo, y con ello señalarlo y significarlo como si en él hubiera algo excepcional. Y gracias a su conquista así sucede. Lo acontecido entonces declina en lo evadido y pasa a formar parte de lo recordable y testimoniable. Las fotografías hacen del tiempo punto de sutura entre dos espacios transitorios y efímeros. Un punto que, por un momento es un tiempo sin extensión y que se resuelve en lo que ya quedará como instante caminado.
          Las fotografías son unas prosélitas viajeras de tiempo, y portadoras en su huida de la memoria atrapada. Nacen en el presente y en él perviven, pero matan aquello que determinaron, a la vez que lo eternizan. La imagen fija en que ese algo se convirtió viaja desde su pasado a un futuro inmutable y perpetuo. Si son mágicas es por ello, por ese vagar temporal que nos provoca el desconcierto emocional de la rememoración, al cual sin embargo nos hemos acostumbrado con comodidad, pero del que no nos podemos desprender. Las imágenes fotográficas nos traen el ayer y el allá al ahora aquí. Y lo hace de forma descarnada frente a la tan influenciable y subjetiva memoria. Y si habitualmente las consentimos como certificadoras de los acontecimientos sucedidos, también las hemos de aceptar como rectificadoras de nuestro sentimental e interesado archivo personal.
           Opuesto al viaje hacia al pasado que hace la fotografía con nuestros recuerdos se encuentra el destino. Es éste el que se antagoniza a la memoria, no tanto el olvido, pues rememorar es mirar al pretérito, y allá quedó todo escrito, nada es ya mudable y se aleja inevitable. Por eso su opuesto es una vista hacia el tiempo venidero, desconocido e impredecible, un lugar no pisado todavía e imposible de atrapar jamás.



Roland Fischer
"Los Ángeles Portraits, 1989-90"




tiempo.



          Dice Octavio Paz que "el tiempo y sus apariciones son el agua de la memoria" (5). El tiempo es un tirano, fugaz, pasajero, intangible. Es un breve momento de exoneración, es un presente sucesivo, un temblor infinito.
          En una ocasión escribí sobre él y sobre mí:

Hoy alguien ha mandado detener los pájaros.
Hay días que no sé a dónde ir
al momento escapo por poco
luego no sé cómo salvar,
otros me hace mucho bien
después ni malo ni bien
luego hago todo lo que soñé
un instante después soy feliz,
otro día acabo cansado,
hay veces que no puedo respirar
otras pienso en el futuro.
Por momentos me cuesta la vida.
Los días no son nunca igual.

          El paso del tiempo es tan sólo degradación, son instantes que mueren inmediatamente a su formación, caducos desde el mismo momento de su discurrir. Por eso es una suerte que se haya inventado la fotografía antes de que el mundo continúe transformándose para siempre. Gracia a ella conservamos un pasado en blanco y negro, retenemos aquellas veces que el tiempo no supo preservar. Lo que palpita en cada imagen según Antonio Muñoz Molina es "el temblor de todos los presentes sucesivos, no desfigurados por la memoria, no convertidos en arqueología y no deteriorados por el tiempo" (6).


Walker Evans
"Country Church, South Carolina".


          El tiempo no es otra cosa que el derramarse lo eterno, por eso tiempos diferentes son sólo partes de un mismo tiempo. Todos vivimos en el mismo momento a horas diferentes, y los otros tiempos que se fueron han dejado rastros en la memoria, y por lo tanto siguen existiendo aunque de manera indeleble. De hecho el tiempo cuenta con existencia únicamente si está relacionado con los seres sensitivos. No es más que una metáfora del conocimiento con la que interpretamos las cosas. Así la vida consiste únicamente en lo que el hombre piensa todo el tiempo. Oigamos a Manuel Vicent: "...imaginé que la fracción más pequeña del tiempo siempre puede dividirse por dos hasta el infinito, (...) eso convierte al futuro y, por tanto, también a la muerte en algo inalcanzable. Si el último segundo de una vida se compone de infinitas partículas todas divisibles, la última de ellas contiene entera toda la historia del universo e incluye igualmente a la inmortalidad entre sus hazañas. (...) ...sólo con estar vivos ya somos inmortales" (7).
          Así pues el hombre vive en el tiempo, en el momento, en el presente continuo, en la sucesión de la inmortalidad del instante. Habita por definición en la forma más pura, intensa e inmediata del tiempo, en lo instantáneo. Tan sólo posee ese momento que sin embargo declina pretérito perpetuamente, por eso ha de acudir al porvenir en encuentro de otro momento. Aunque el futuro no tenga realidad si no es como certeza del presente, y el pasado no posea legitimidad si no es como recuerdo del presente. Así todo tiempo es solamente la partición de un único tiempo. El pasado ya ha pasado, el futuro no es predecible, y únicamente tenemos este momento y ya ha pasado, ahora ocurre otro momento. Y aunque cada acontecimiento ocurre en un momento, tiempos distintos son sólo tajos de un mismo tiempo. El tiempo es un ahora, un presente sucesivo e indefinido; no es él lo que cambia, sino algo contenido en sí mismo.
          Milán Kundera cree que "la gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro" (8), y aunque el tiempo no sea más que una condición anímica de nuestra intuición, únicamente posee validez objetiva en relación con los fenómenos físicos y exteriores. El tiempo es inherente al sujeto que lo adivina pues es la forma de resolución de toda experiencia individual. De esta forma se convierte en la representación necesaria que sirve de base a todas las intuiciones personales, pero no es algo que exista por sí mismo. No puede darse en nuestra experiencia ningún objeto que no esté sometido a la condición del tiempo, y eso que éste solamente posee realidad empírica, a la par que carece de certeza absoluta y trascendental.



Federico García Lorca con un año.
Anónima.


          Pero aunque no le sintamos éste pasa, y va dejando huellas en nuestro caminar. "Yo tengo un gran archivo en los recuerdos de mi niñez... -nos dice Federico García Lorca- ...es la memoria poética, y a ella me atengo. Las emociones de la infancia están en mí. Yo no he salido de ellas. Contar mi vida sería hablar de lo que soy, y la vida de uno es el relato de lo que se fue. Los recuerdos, hasta los de mi más alejada infancia, son en mí un apasionado tiempo presente" (9).

          Y es que el tiempo no existe, no es nada. Pero nos obstinamos en seccionarlo, cercenarlo, tajarlo -en segundos, décimas o milésimas-, y estas particiones tampoco son nada. Y es que el tiempo no es, aunque para manifestarlo busquemos excusas. Por eso en fotografía se resuelve en incidencia de luz que se revela en tonos. La fotografía es la acción de la luz a través del tiempo, en forma de sombras, y sobre unos materiales determinados. Es el tiempo de un ahora momentáneo, la imagen umbrosa de lo empírico, la huella de lo eterno intangible. La fotografía es la constatación de que el tiempo es, aunque no exista. Pero aunque realmente no sea, también es tan fácilmente perecedero como imposible de recuperar, por ello, por su imposibilidad constante, debiéramos aprender a apreciarlo tal como José Hierro hace:

Por qué te olvidas, y por qué te alejas
del instante que hiere con su lanza.
Por qué te ciñes de desesperanza
si eres muy joven, y las cosas viejas.
La orillas que cruzas las reflejas;
pero tu soledad de rio avanza.
Bendita forma que en tus aguas danza
y que en olvido siempre dejas.
Por qué vas ciego, rompes, quemas, pisas,
ignoras cielos, manos, piedras, risas.
Por qué imaginas que tu voz se apaga.
Por qué no apresas el dolor errante.
Por qué no perpetuas el instante
antes de que en tus manos se deshaga. (10)

          
Humberto Ribas
"Barcelona, 1987".


          Hay veces que al único vestigio de esa huella le queda tan sólo la posibilidad fotográfica, constituyendo así su única memoria. Son ellas una forma de representar el aspecto exterior de las cosas o personas, con verosimilitud y probabilidad, aunque sean una cosa que parece pero que no es, y es en el recorrido que va desde el referente a lo referido en donde se extravían. Es en ese espacio donde se hacen cargo de la pesada tarea de la memoria.

           Alrededor de las fotografías y su capacidad de inundarnos y ahogarnos en añoranza escribí en otra ocasión:

A veces un pensamiento pesa tanto que lo llevas a cuesta un mes
o más,
a veces
ocupa tanto espacio que se sale del papel.
A veces es tan largo que cansa nada más pensar en él,
otras veces es tan insistente que ni tu propia sombra quiere saber de ti,
traidora.
A veces te acuestas con él, y te levantas también,
hay veces que está ahí y no se quiere ir.
A veces no sabes decir
lo que te hace sentir.
A veces cae otro y ocupa su lugar
otro pensamiento, o sentimiento.
A veces recuerdas sin querer
otras, sin querer olvidas,
pero sólo a veces
cuando se trata de ella.
Hay veces que un pensamiento me devuelve al recuerdo,
a ella.
Otras veces
la devuelvo aquí
mirando su retrato,
aquél que hice cuando ella y yo sabemos.
A veces los pensamientos llegan solos,
pero mirando fotografías, solos vienen
siempre.



Pilar
Fotografía de enriqueponce.



fotografía.


          Una fotografía es la historia de un instante, uno acotado. Todo se acaba hoy, ahora, y sólo el tiempo pasado es el que resulta tiempo reconocible, pues el tiempo que viene nunca se detiene, no permanece jamás presente. Lo que las fotografías dan es tiempo pretérito suspendiendo la presencia. Son objetos -imágenes- que circulan dejando tras de sí, en un primer momento, el signo de la ausencia del lugar de donde provienen. Desaparecen de un sitio para reaparecer en otro.
          Fotografiar es transcurrir, ir de un lado a otro, pasar. Es una sucesión interrumpida que comienza en un punto y acaba en otro. Es trazar un camino, inventar, recordar, imaginar una trayectoria, ir hacia. Al fotografiar tomamos una decisión y luego corremos hacia ella: la decisión de la memoria, aunque ésta no está dentro de ninguna fotografía, sino afuera. Y aun así mirar fotografías es ir en su búsqueda.
          O como dice Joan Fontcuberta: "...condenados a fotografiar para olvidar: resaltamos unos hechos para postergar los intervalos anodinos y tediosos que fatigan el espíritu" (11). ¡Qué cosa tan fotográfica eso de la memoria!.


Andrés Serrano
"La morgue. Meningitis fatal, 1992".

          Una fotografía muestra la imagen de lo que apenas en otro lugar es reencontrable. Así se convierte en la representación de los recuerdos. Luego, de mucho mirarlas, poco a poco vamos volviéndonos olvidadizos, y las apariencias se convierten en realidades -aunque también las realidades son apariencias-, o eso se intuye por ellas. Así el efecto de las fotografías es doble o, para ser más precisos, contradictorio, puesto que niega y afirma simultáneamente: muestra para revelar y establece una estrategia de ilusión de carácter rememorativo. Por eso son tan reales los hechos que llamamos realidad, como ciertos los efectos de su ficción.
          Pero una imagen no vale mil palabras, es otra cosa. Es necesaria la palabra para analizar las imágenes, solamente argumentando se pueden entender éstas. El texto revela las cualidades intelectuales y emocionales que no se ven en las superficies. Dada la condición artificial de la representación, la fotografía deviene únicamente en ilusión de una presencia, a la par que enigma de su huida. Esa misma falsa condición es la que genera un espacio ficticio de posesión. Un espacio que es el ámbito de todas las posibilidades, un lugar de creación y configuración, el umbral en el que surge algo nuevo. Debemos reconocerlo como el sitio de lo posible.
          Así la fotografía ha colonizado el espacio con una forma, el tiempo devenido en forma. Su misión ha sido y es enclaustrar al pretérito en un espacio vacío. Uno anclado en un tiempo presente inexistente. Ahora gracias a ella el espacio es tiempo, y ese objeto nacido es un lugar donde todo sucede.
          Dice un breve poema de Juan Ramón Jiménez:

"¡Sólo queda en mi mano
la forma de su huída! ". (12)

          Corresponde a la metáfora más tierna y acertada que haya oído nunca acerca de la fotografía.


Félix Tournachon "Nadar"
"Sara Bernhardt, 1855".



          Tomar fotografías es colocar las cosas en un espacio que distancia, aunque contradictoriamente el alejamiento resultante une más que cualquier acercamiento. El tiempo presente nos obliga a atender en clave de conciencia a los impulsos cotidianos de este mundo cambiante. Pero para cuando se nos escapa, o simplemente cuando se vuelve inhóspito o incomprensible, recurrimos a la alegoría. Realmente con ninguna fotografía regresamos a la experiencia del acto, pues al mirarla estamos desposeídos de nuestro juicio, alguien ya lo tuvo por nosotros. Ese alguien reflexionó, juzgó y tomó la decisión en nuestro favor hace ya algún tiempo, y únicamente nos permite la aquiescencia intelectual del pretérito eterno, representado y visionado éste en un inquieto e ingrávido presente. Desde el ahora sólo nos queda entonces el aceptar, a la par que se nos niega la acción pues ya han sido tomadas las medidas y nosotros no estamos implicadas en ellas. Sin apercibirnos, su perfecta formulación nos dispensa de recibir la imagen en toda su intensidad, pues su legibilidad acentúa nuestros sentidos y nos equivoca.

          Acudo de nuevo a otra pequeña porción de mi poemario particular:


sólo me quedan de ti
tus recuerdos
, y las fotografías
que son lo mismo

pero
no es lo mismo.


Alegría
Fotografía de enriqueponce.


          La fotografía miente, con conciencia y con gran intensidad. La fotografía es una recreación reintrepretada de la realidad. Ellas documentan, constatan y desvelan, pero también construyen ilusiones y seducen por ello. Así en vez de limitarse únicamente a registrar la realidad se han transformado en norma de las cosas que nos rodean. Ahora cualquier cosa seleccionada por la fotografía se convierte en notable.
          Cada fotografía revela la dulce levedad con que todo se va de vuelta a lo oscuro. Contemplar imágenes es establecer una relación etérea con el original, pues mirar copias es un peregrinaje en busca de las percepciones evadidas de aquél día enfrentadas a la ansiedad amputada de un ahora aquí. Para las fotografías lo que pasó, pasó ya para siempre, igual que ese mundo que habita en continuo trance de esfumarse, y que una vez desvanecido no hay nada que lo haga volver. Por eso tomar una instantánea es participar de la mortalidad, vulnerabilidad y mutabilidad de lo representado. Así mientras el tiempo se pierde en el momento, en la fotografía en cambio se conserva aquella vez. Ellas son un punto en el tiempo, instantes, y la instantánea que pasa ya no vuelve más. Fotografiar da perennidad, pues capta el momento para retener la eternidad. A través de ellas...

(Llega el pasado a nuestro lado.
Ladra furioso, como un perro.) (13)

          ...verso de José Hierro de nuevo, o bien podríamos recordar un poema de Manuel Altolaguirre que descubrí en "Sombras de obras" de Octavio Paz y que nos ofrece esa angustia vital que nos recorre al enfrentarnos a la ubicuidad temporal de las imágenes:

 "Mírate en el espejo y luego mira
esos retratos tuyos olvidados,
pétalos son de tu belleza antigua,
y deja que de nuevo te retrate
deshojándote así de tu presente..." (14)



Graciela Iturbide
"Madonna. Villa de Guadalupe, Méjico 1988".





memoria.



          Continuando con la promiscuidad lírica podíamos comenzar a centrarnos en las derivaciones de la memoria con el pensamiento de José Saramago:

           "¿Qué inquietante memoria es la que me asalta de ser yo la memoria que tiene hoy alguien que ya fui, como si el presente fuese ser memoria de alguien que hubiese sido?". (15)




Robert Mappelthorpe
"Louise Nevelson, 1986".



          Afortunadamente este ensayo es simplemente metafísico, donde las fronteras son permeables y los límites más personales. Pero acercándonos un poco al pragmatismo me valdré de otras frases para sustentar la siguiente exposición. Hay una cita de la cual tengo un recuerdo impreciso pero que más o manos dice así:
           "Acabo de leer a Proust, ahora he de de desembarazarme de él".
          Insisto, no puedo aseverar su literalidad, como tampoco soy capaz de remitiros a su autor. Aunque tampoco he tenido intención de recurrir al archivo, como en el resto de alusiones que acompañan esta charla. He optado por vuestra benevolencia y complicidad.
          Pero además quisiera aportar otra referencia, ésta sí mucho más precisa. Procede del comienzo de una novela, puede que alguno de los presentes la reconozca:

           "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo...". (16)

           Puedo suponer que os resulte harto conocida a la mayoría de vosotros. Por supuesto que es el inicio de "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.


Hugo Brehme
Emiliano Zapata. México, 1911.


           Con este práctico ejemplo me sirvo para situarnos en el terreno de las matizaciones, así quisiera dejar constancia de la distancia habida entre los términos memoria y olvido, que aunque antagónicos también son indisolubles. Es como aquella definición de la música que dice que ella es esos silencios entre notas.
          Es digno de resaltar que la memoria justifica su existencia en su antónimo, en el olvido. No se puede concebir en toda su magnitud ningún concepto si no es gracias al enfrentamiento con su negación. Y aunque la desmemoria es lo suficientemente importante como para considerarla independientemente, aún más lo será cuando su excesiva prolongación es el producto de cuadros clínicos inquietantes y estremecedores. Perder algo es desafortunado, y lo será aún más si ello va a parar a lo ignoto. Los recuerdos se guardan en la memoria, pero ¿y lo olvidado?.
          Tan próximos a este páramo de lo inasible quizás fuera conveniente desear como Camilo José Cela no tener memoria: "...nuestros pensamientos eran lentos y marchitos, nuestros recuerdos eran traidores y marchitos, a mí me gustaría no tener ni pensamientos ni recuerdos pero no puedo, a mí me gustaría ser como las rosas y las madreselvas, que no tienen más que sensaciones..." (17)


Diane Arbus
Untitled I, 1970-1
 

          Pero como ello es inconcebible debiéramos intentar explicarnos algo tan etéreo como es la memoria, de hecho este alegato es un intento, aunque lo que nos resultará siempre imposible es localizar el lugar que ocupa en nuestra mente el olvido. ¿O es que no hay cabida en nuestra cabeza para los no-recuerdos?. Tal vez sea que estén afuera, perdidos, vagando en la indiferencia de nuestra atención, al arrojo de nadie. Quizás es que no existen al caducar nada más perder nuestro cuidado, o cuando se empujan unos a otros para hacerse sitio, y se ven desplazados y arrojados al exterior por nuevos aconteceres que ocupan el hueco abierto. Puede que el olvido no nos pertenezca a nosotros y nos empeñemos en considerarlo como algo propio cuando es ajeno. Pero entonces ¿dónde estaba ése recuerdo que nos asalta repentinamente después de muchísimos años, y que ahora despierta a causa de algún banal e inesperado incidente?, ¿dónde se escondía la remembranza que vuelve a nosotros en forma de momentos de nuestra niñez incitada por la nostalgia que provoca la edad?.
          Aunque posiblemente estoy sólo enumerando recuerdos embalsamados y latentes más que olvidados, pero entonces ¿qué lugar ocupa toda la memoria cuando se borra en un accidente traumático y nos lleva a la amnesia?. ¿Y desde dónde acude cuando la recuperamos?. O más dramática aún si cabe, cuando se pierde para no volver más, cuando se esfuma como si no hubiese existido, cuando se va para siempre, cuando nos ataca el Alzheimer.
          Cela en "Mazurca para dos muertos" describe con certeza lírica la pérdida de éste nuestro bien personal: "Sobre la casa de la señorita Ramona y también sobre los hombres y las mujeres baja una niebla que va borrando, una a una, todas las palabras que se dijeron y que aún flotaban en el aire, la memoria no resiste la prueba de la niebla, es mejor así". (18)



Manuel Sonseca
Leirosa, Portugal 1991.


          Cada uno de nosotros es su propia memoria, lo que nos es imposible es ser nuestro propio olvido. Es por ello que es tan terrible aquello que provoca la pérdida en vida de todo lo que somos. Negándonos lo que fuimos se nos lapida no tan sólo el pasado, sino inclusive presente y futuro.
          Según Roland Barthes "acordarse es constatar y perder por segunda vez lo que ya no volverá" (19). Esto nos supone la contradicción en la que moramos continuamente, añoramos lo inasible y a pesar de la imposibilidad nos es imprescindible recordarlo. Somos lo que hacemos, no hay un nosotros aparte de lo que hacemos y así construimos ese ser que es el producto de los recuerdos. Continuamente damos vida a recuerdos, las intrincadas líneas de cada existencia particular se compone de infinitos de ellos aparentemente arbitrarios. Recuerdos que yacen en objetos, personas, palabras, acontecimientos... para con ellos edificar un lugar etéreo y falaz en el que también vivimos, o como dice Paul Auster, "un espacio en que las cosas ocurren por segunda vez llamado memoria" (20), y que en definitiva supone nuestro ser presente.
          También Milán Kundera en un párrafo de "La insoportable levedad del ser" acude al resquicio de los recuerdos, pero aún va más allá y nos deja entrever el proceso de selección y rechazo que se produce al hacer uso de ella:

          "... :se veía con una chica joven en un apartamento que un viejo amigo suyo le dejaba todos los días hasta la medianoche. Al cabo de uno o dos meses ella le recordó uno de sus encuentros: al parecer habían hecho el amor en la alfombra, bajo la ventana, mientras afuera relucían los relámpagos y estallaban los truenos. ¡Habían hecho el amor durante toda la tormenta y al parecer había sido inolvidablemente bello!.
          Tomás casi se asustó: sí, recordaba que había hecho el amor con ella en la alfombra (su amigo sólo tenía en el apartamento una cama estrecha en la que no se sentía a gusto), ¡pero había olvidado por completo la tormenta!. Era extraño: podía recordar todas las citas que había tenido con ella, había registrado incluso, con precisión, el modo en que había hecho el amor (...), recordaba algunas frases que ella pronunció mientras hacían el amor (...), hasta se acordaba de cómo era su ropa interior, pero de la tormenta no sabía nada.



Edward Weston
Nude, 1923.


          Su memoria registraba, de sus historias amorosas, sólo la empinada y estrecha senda de la conquista sexual: la primera agresión verbal, el primer roce, la primera obscenidad que le dijo él a ella y ella a él, todas la pequeñas perversiones a las que había ido conduciéndola gradualmente y las que ella había rechazado. Todo lo demás (casi como con cierta pedantería) había sido eliminado de la memoria. Hasta había olvidado el lugar donde había visto por primera vez a aquella mujer, porque ese instante transcurrió antes de su propio a ataque sexual.
          La chica hablaba de la tormenta, sonreía al recordarla y él la miraba asombrado y casi sentía vergüenza: ella había vivido algo hermoso y él no lo había vivido con ella. El doble modo en que la memoria de los dos había reaccionado ante la tormenta nocturna contenía toda la diferencia que hay ente el amor y el no-amor.
          Al emplear la palabra no-amor, no quiero decir que tuviera una relación cínica con esa chica ni que, como suele decirse, no reconociese en ella más que un objeto sexual: por el contrario, la apreciaba como amiga, estimaba su carácter y su inteligencia, estaba dispuesto a echarle una mano siempre que lo necesitase. No fue él quien se comportó mal con ella, la que se comportó mal fue su memoria que, por su cuenta y sin la intervención de él, la expulsó de la esfera del amor.
          Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrara aquellos que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida." (21)

          La memoria es un lugar de donde nunca se puede salir, un verbo que sólo se conjuga en pasado, una compañera estúpida, una grata ilusión, el sueño de los insomnes. A veces la memoria es un recuerdo con forma de sonrisa, o de cara iluminada por el amor, o de un día gris lleno de lágrimas, o de camino sin horizonte al que aspirar.
          La memoria en ocasiones es un refugio, una concubina, entonces reconforta y acompaña. Pero también traiciona y abandona, así es entonces como una mala consejera.
          A veces es una excusa para no seguir adelante, y hay veces que es sólo un indicio, sin que consigas recordar con precisión. Un presentimiento forzado por la cola de un aroma, por una palabra inconsciente y descuidada, o por un breve y falaz gesto involuntario.
          La memoria en ocasiones es una imagen fija sobre un papel, preservada del tiempo, de la edad. Un retrato mostrando un ser distinto, un lugar encantado evocando un recuerdo. Es nostalgia. La memoria es lo fotografiado, lo escrito, lo ocurrido, lo hecho, el pasado -se recuerda el pasado, sólo lo acontecido, lo agotado-. La memoria es un encanto de lugar, un sitio preservado de lo no deseado.



Nancy Burson
Humanidad, 1993.


          Pero la memoria no existe, no es algo como tú o yo, como esta mesa, este papel. Es algo tan unívoco como irreal. Es distinta para cada cual, no es una, ni mil, no es cuantificable. 
          Es infinita. Además es fluida, variable, mutable, caprichosa, inagotable, inconsciente, ingobernable, inclasificable.
          La memoria es un paraje, un inconcreto lugar, aquel donde se guardan todos los secretos.


          Cuando un acontecimiento se enraiza en la memoria con el sabor de los sentimientos es difícil desprenderse de él. El tiempo amortigua la sensación pero no es cómplice de la disipación. Y aunque a veces sea más difícil el olvido que el recuerdo, lo complicado no es olvidar o recordar, lo realmente complejo es vivir el presente con la conciencia de la construcción de tus propios recuerdos. Pero "la memoria humana es terriblemente mentirosa, y cuando rememoramos el pasado, siempre lo hacemos a través del filtro deformante de lo que hoy conocemos: más que recordar lo que ocurrió (...) lo rehacemos" (22), son palabras de Rosa Montero. Así a cada acto, a cada paso que damos cada día edificamos nuestro propio pasado, ese que va a formar de manera paulatina e inexorable nuestro archivo.
          Pero ¿y el resto?, ¿a dónde marchan todos esos instantes vanos e intrascendentales que no tuvieron la suficiente firmeza para fijarse en nuestra memoria?. Me pregunto qué hace que algunos de esos momentos sean seleccionados y preservados, y en cambio otros simplemente desechados. También se lo cuestiona Juan Ramón Jiménez en su poema "El recuerdo" (23):


1
Este instante
que ya va a ser recuerdo, ¿qué es?.
Música loca,
que trae estos colores que no fueron
-pues que fueron
de aquella tarde de oro, amor y gloria;
esta música
que va a no ser, ¿qué es?.

2
¡Instante, sigue, sé recuerdo
-recuerdo, tú eres más, porque tú pasas
sin fin, la muerte con tu flecha-,
sé recuerdo, conmigo ya lejano!.
...¡Oh, sí, pasar, pasar, no ser instante,
sino perennidad en el recuerdo!.

y 3
¡Memoria inmensa mía,
de instantes que pasaron hace siglos;
eternidad del alma de la muerte!.
...¡Instante, pasa, pasa tú que eres -¡ay!-
este instante, este tú,
que ya va a ser muriendo, ¿qué es?.



Alfred Stieglitz
Dorothy Norman, 1931.


          Lo verdaderamente espantoso de la muerte no es que duela, de hecho morir no duele, lo que realmente nos pasa es que da espanto a los que no la "sufrimos", a los que no nos acontece pero la contemplamos como cercanos concurrentes. Igual nos sucede cuando asistimos de espectadores a esa terrible enfermedad que borra nuestros recuerdos. El Alzheimer da miedo porque vemos cómo los afectados se deshacen, se desvanecen, se pierden en el olvido. Regresan a la inlucidez casi muriendo vivos.
         Vuelvo a recurrir al antagónico para hablar sobre la memoria, pero es que aquello es casi más que ella misma. Busco entre mis viejos escritos y recupero el siguiente:

          ¿Qué es lo que he olvidado?.
          He olvidado cosas, gentes, lugares, un rastro de tiempo. Seguramente.
          Olvido lecturas, olvido gente, cosas, casos. Tiempo, acontecimientos, lugares. Olvido el pasado, cosas, vida, tiempo. Gente. Asunto grave el olvido.
          He olvidado la primera vez, las primeras veces, he perdido una noche. He desmemoriado la voz de mi padre, los sueños de noche y he renunciado a los de día. He postergado los sentimientos que duelen, cómo duele el dolor, cómo sienta el desamor.
          Ya no recuerdo muchos pensamientos, por qué me dejaste aquella vez, el futuro que anhelé.
         He descuidado un tramo sin rescatar.


Autorretrato
enriqueponce.

¿Cómo lo he olvidado? Por incuria ahogada en mi pasado, por inadvertencia diluida en el tiempo.
Porque sucesivamente lo acontecido declina en lo no existido.
En parte alguna queda la memoria, para desprevenidamente aparecer rememorando como si aún algo de aquello fuese posible. Corría el tiempo veleidoso cuando se me olvidó cualquier cosa, y no lo pude detener.
 ¿Dónde queda lo olvidado?. En algún lugar que es nunca, aunque siempre se puede invocar pero a expensas de su indiferencia. Y busco y busco y no lo puedo encontrar o me topo con nada que quiero evocar, algo olvidado, a veces la nostalgia. Cuando creí llegar a un lugar no era ninguna parte, allí no se podía estar. Tenía aspecto de recuerdo, pero era necesariamente otra cosa, seguramente otra realidad.
¿Por qué lo he olvidado?. Porque quise anotarlo en un papel, porque sí, porque es absurdo convocar la rutina, lo mediocre, por miedo, porque sí. Por descuido, inadvertencia, negligencia, a veces porque quiero, y otras porque debo. A veces quiero pero no puedo, otras lo intento y me resulta felón, hay ocasiones que sin querer me sorprende, e incluso hay sentimientos que tropiezan en mi voluntad.
¿Quién me provoca lo olvidado?. Mi negligencia nunca tuvo nada que ver, mi memoria jamás me prometió. Otras fuiste tú, o una mujer que me exhortó a continuar, o nadie, alguien. Quien quiera que sea me ofrece y veta, por separado o a la vez, enmascara y omite. Creo que tiene cuerpo, uno con su propia memoria, uno con huellas, trazos y marcas en la piel, hechos a cada movimiento.
¿Cuándo lo olvidé?. Ayer, ahora mismo.
Continuamente.
Y si rememoro también corre en pos del presente. Viene de ningún lado para ir a la memoria de lo recordado. Mañana indudablemente que reincidiré, y pasado probablemente también, o seguro que también.
Huyo en busca de un futuro olvidado, es así, y me trae cualquier cosa.





epílogo.



Arno Rafael Minkkinen
Estanque de Foster, 1992.


          Para finalizar debo dar las gracias a todos los autores que nos han servido para conocer algo más de todo. A los que utilizan la literatura y también a los que trabajan la imagen, por sus páginas y por las obras que han legado. Agradezco particularmente a la laguna de Antela, citada en "Mazurca para dos muertos" por Cela pues "al fondo de la laguna de Antela no llegó nadie nunca, el que cruza la laguna de Antela pierde la memoria y se condena para toda la eternidad, los desmemoriados no pueden salvarse porque Dios y los santos tienen en mucho aprecio a la memoria, en la memoria anida el sufrimiento pero también el ánimo" (24). Gracias a ella y su impreciso archivo, pues este texto es únicamente el producto de parcelas de mi memoria. Por un lado la que me ayuda a rememorar citas, y localizarlas convenientemente en las recónditas páginas de mi biblioteca. Y una segunda fracción que proviene de lo olvidado, de aquello aprendido pero de lo que sin embargo he logrado desembarazarme, aunque así se ha hecho mío. No me estoy refiriendo al producto de palabras precisas y autores concretos, sino ese otro poso degradado que permanece en mí, pues desde algún recodo del inconsciente asoma ahora.
          Cada uno de nosotros es capaz de articular palabras gracias a la memoria, igualmente leer lo hacemos porque podemos recordar los signos que forman el entramado y sus combinaciones. Así la memoria se hace tema gremial, y en cambio los recuerdos forman parte del acervo personal, son individual, como aquellos que rememoraba el Coronel Buendía ante su inminente fusilamiento, instantes remotos de su infancia que nosotros transmutamos en memoria. Pareciera como si José Hierro también los hubiese tenido presente cuando sentenció:

"Mi reino vivirá mientras
estén verdes mis recuerdos". (25)



Sally Mann
Shiva, 1991.


          Hemos comprobado pues que la memoria sirve para algo más que para añorar o revivir simplemente, además conforta en el nuevo acontecer, nos acompaña en el vivir. Así mientras tenemos vida nos valemos de la memoria y mientras tengamos memoria estaremos vivos. Marcel Proust en "En busca del tiempo perdido" nos revela una de aquellas manera con la que nos confortamos con nuestros recuerdos:

          "Antes soñábamos con poseer el corazón de una mujer. Y así, a una edad en que parece que buscamos ante todo en el amor un placer subjetivo, en el cual debe entrar en mayor proporción que nada la atracción inspirada por la belleza de una mujer, resulta que puede nacer el amor -el amor más físico- sin tener previamente y como base el deseo. En esa época de la vida, el amor ya nos ha herido muchas veces y no evoluciona él solo con arreglo a sus leyes desconocidas y fatales, por delante de nuestro corazón pasivo y maravillado. Le ayudamos nosotros, le falseamos con la memoria y la sugestión. Al reconocer  uno de sus síntomas, nos acordamos de los demás, los devolvemos a la vida. Como ya tenemos su tonada grabada toda entera en nuestro ser, no necesitamos que una mujer nos la empiece a cantar por el principio -allí donde los corazones se van acercando y se habla de no vivir más que el uno para el otro-, ya estamos bastante acostumbrados a esa música para unirnos enseguida a nuestra compañera de canto en la frase donde ella nos espera". (26)



Alfred Stieglitz
Georgia O'Keeffe, Portrait 1918.



          Todo lo expuesto hasta aquí no ha sido tanto una diferenciación lingüística entre términos cercanos como un recorrido por los conceptos de ciertas palabras muy próximas. Ha pretendido ser un ligero viaje por los recuerdos, el olvido y la memoria; uno que aligerase mi maleta pero a la par llenase la vuestra. A partir de aquí espero que algo de lo escuchado forme parte de vuestra memoria.
       

Ponencia: 5 de Junio de 2000, en  espai fotogràfic Can Basté 
de Barcelona.




Relación de citas:

1. César Vallejo: "Nómina de huesos y otros poemas", Mondadori 1988.
2. Pablo Neruda: "Para nacer he nacido", Bruguera 1981.
3. Fernando Pessoa: "El libro del desasosiego", Seix Barral 1997.
4. Samuel Beckett citado por Octavio Paz: "Sombra de obras", Seix Barral 1996.
5. Octavio Paz: "Sombras de obras", ibid.
6. Antonio Muñoz Molina: artículo diario "El País", 199?.
7. Manuel Vicent: columna diario "El País", 1999.
8. Milán Kundera: "La insoportable levedad del ser", Tusquets 1999.
9. Federico García Lorca: reportaje "El País Semanal" 1999.
10. José Hierro: "Antología poética (1936-1998)", Espasa 1999.
11. Joan Fontcuberta: "El beso de Judas", Gustavo Gili 1997.
12. Juan Ramón Jiménez: citado por Octavio Paz en "Sombras de obras", ibid.
13. José Hierro: "Antología poética", ibid.
14. Manuel Altolaguirre: citado por Octavio Paz en "Sombras de obras", ibid.
15. José Saramago: "Cuadernos de Lanzarote (1993-1995)", Alfagura 1998.
16. Gabriel GArcía Márquez: "Cien años de soledad", Plaza y Janés 1999.
17. Camilo José Cela: "Mazurca para dos muertos", Círculo de lectores 1983.
18. Camilo José Cela: "Mazurca para dos muertos", ibid.
19. Roland Barthes: "La cámara lúcida", Paidós Comunicación 1994.
20. Paul Auster: "La invención de la soledad", Anagrama 1994.
21. Milán Kundera: "La insoportable levedad del ser", ibid.
22. Rosa Montero: reportaje "El País Semanal" 1999.
23. Juan Ramón Jiménez: "Poesía pura", Mondadori 1999.
24. Camilo José Cela: "Mazurca para dos muertos", ibid.
25. José Hierro: "Antología poética", ibid.
26. Marcel Proust: "En busca del tiempo perdido", Alianza Editorial 1998.

Fotografías de los autores mencionados a pie de imagen.




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Conferència

Petita memoria

Dins la programació de la PRIMAVERA FOTOGRÁFICA Patric Tato Witting autor de "The Ballad of Nazi Sodier's Wife" ens explicarà la seva línia de treball: la memória familiar o propera, analitzen la seva obra i la d'altres artistes que fan servir la fotografía a partir d'aquesta petita memòria i també per reconstruir-la. Participen a la conferencia els fotógrafs Matí Llorens i Enrique Ponce. Es finalizarà amb un col-loqui obert.

Dilluns 5 de juny de 2000 de 18 a 21 h.




sábado, 19 de marzo de 2016

domingo, 13 de marzo de 2016