domingo, 1 de febrero de 2015

"Aquel lugar de olvido"







UN bAZAR DE OBRAS
palabros









"Aquel lugar de olvido"






            Era un ser al que se le habían olvidado las palabras.
          No se trataba de una enfermedad, ni de ninguna indisposición, simplemente las cosas pasan como pasan -son como son-, y a él le cayó en suerte aquello.
          Cuando quería decir algo le acudía un quejío a la garganta, y con eso se debía conformar. O lo que era peor, a veces decía frases repetidas, convencionales, hueras.
          Era un ser que declaraba inútil el vocabulario, tal vez porque ya no encontraba consuelo en él, tal vez porque conociera de lo imposible de ningún concierto con él. Era un ser con duda y con miedo, pues antes de perder la fe siempre quiso creer que tras un garabato de tinta se podía esconder el intento, pero
          pero ahora, ahora
          decretaba como cierto que el papel sólo esconde desconcierto.
        Por eso más que olvidar, como cuando se esconde todo en lo inútil del reposo, más que eso, simplemente negaba su acervo sintáctico, y trocaba una a por una o, una c por una i, y una coma por un acento. O peor aún, dejaba vacantes los lugares de ocupación de las ideas, las intenciones o las expresiones; y así si se quedaban vacíos los textos que escribía, los mensajes del contestador, o simplemente los saludos que profería con el silencio de sus gestos.
          Claro,
          lo tomaron por loco.
         A quién? se le ocurre presentarse a un premio literario con una obra de ciento veinte páginas de inmaculada abstinencia de expresión, o llamar a un programa radiofónico para reivindicar nada que decir pero sin nada por decir, o arengar a una multitud de acólitos confesos hacia una ideología partidista desde un púlpito de silencios, eso sí, remarcados por la aseveración cierta de gestos reafirmativos de su propia condición -e ineptitud-.
          Por eso un día compróse el "Diccionario de la Real Academia de la Cordura". Le costó un pico -uno en la vena, otro en la pena-, pero no le valió para nada. Pues en él buscó, con afán y poco acierto, palabras placebo que le salvasen, y sólo encontró las que le condenaban. Buscó: "sálvame", halló "peno".
          Lloró,
          un poco.
         Volvió al hojeo aquel sobre las lágrimas impresas del vigésimo intento de cuantificación; tanteó su piel de fibras -borró una mancha inútil que creyó encontrar pero que era de él, se le había caído mientras lloraba- y prosiguió su incómodo y desconcertante paseo por sobre las ideas que le aportaban aquellas palabras que olvidaba mientras leía (al azar:):
          Ella: pronombre im-personal, fm.
        ella nunca es un objeto sintáctico que olvidar, fue y será un referente, lo mejor que me pudo pasar y que me sucederá, pero jamás admitiré que un puto diccionario, un estúpido libro -cualquier simple reducción- haga de ella un calco numérico, un pérfido juego. Ella nunca supuso eso, y sin embargo para continuar he de hacerla -como aquél- un simple quiebro de pronombre y pretérito verbo:
          ella ha sido, ella fue.
          Por eso, aquel hombre quiso olvidar para siempre las palabras.
















En aquel lugar que ocupa el olvido, 2014.







Fotografías, título y texto "No palabras", revisado y extraído de "Además", de enriqueponce.




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